DEMONIOS
DEL MALPAÍS
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
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Fui invitado a la exposición artesanal de Ocumicho, Michoacán. Estas exposiciones han viajado al extranjero teniendo ya reconocimiento internacional.
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El lugar se encuentra inmerso en una enorme área de coladas lávicas conocidas geológicamente como Karst, y por sus características morfológicas o paisajistas como Malpáis o Malpaís.
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OCUMICHO
En Ocumicho, sus
pobladores creen que el “miríngua”
pierde a la gente en el malpáis, el lugar donde las “akuitzi” (víboras) tienen alas, donde corre el “corcobi” (pequeñas lechuzas que corren
en el malpáis), donde canta melancólicamente el “tucuru” (tecolote) y donde se refugia el “no ambákiti”. Esta enorme zona volcánica de llanos rocosos, antigua
ruta del ganado, empieza en Turícuaro y pasa por las comunidades de
Arantepácua, Capaácuaro, Pomacuarán, Ahuíran, San Juan Viejo y San Juan Nuevo,
Urapicho y Cocucho. En Ocumicho (Tierra de muchas tuzas) acaba este “Queshúcua
Púntaro” donde antes vivían los “apaches”.
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Dentro de los datos recabados sobre su
cosmología. Se dice que al llegar los frailes, los dioses tarascos de
piedra, considerados demonios por la
nueva religión, se fueron a esconder al malpáis, poblándose éste, desde
entonces, de más “demonios”.
Todo me pareció demasiado interesante: su
original y bella artesanía que tiene como principal modelo o exponente al mismo
diablo, según la variada y rica concepción de sus creadores artísticos. Y
además, por su volcánica geografía, que pareciera ser de otro planeta, o de
alguna época prehistórica o antediluviana, propia de la formación de nuestro
planeta Tierra. Y claro, el mágico entorno poblado de dioses y demonios, así
como de otros entes sobrenaturales.
Disfruté de la belleza artesanal, tratando de digerirla visualmente poco a poco, bocado a bocado, para que quedara impresa en el paladar de mis sentidos. Finalmente, le tomé fotos para el recuerdo.
Al día siguiente convencí a dos de mis
amigos anfitriones para recorrer parte de la volcánica serranía. Salimos de la
población en una troca, la cual, dos horas después, tuvimos que dejar encargada
en una ranchería, y de ahí iniciamos una larga caminata mochila al hombro.
Entre más nos adentrábamos se nos dificultaba más la marcha debido a la gran irregularidad
del terreno. Ocasionalmente encontrábamos una pequeña vereda que servía de
relax para nuestras piernas. Yo iba disparando mi cámara fotográfica,
impresionado por el tipo del lávico suelo, y de algunos “khuarápu” (alacranes), “tsáki”
(lagartijas), iguanas y “akuitzi” (serpientes)
que trataban de esconderse en hoyos, en cuevas y en los cada vez más escasos
matorrales al vernos pasar cerca de ellos.
Miguel, uno de mis amigos, nos alertó diciendo:
̶ ¡Caminemos acaso una hora más y retornemos pues ya nos estamos acercando a
los dominios de “no ambákiti”…! antes
de terminar de pronunciar este nombre, sentimos que la temperatura descendió
varios grados, sintiendo un gran escalofrío, y la claridad del día se convirtió
en penumbras, como si quisiera volverse noche en un instante.
Un suave canto melancólico, nos hizo
estremecer de miedo. ̶ Es el “tucuru”, dijo Andrés, mi otro
acompañante. No es bueno escuchar su canto, nos puede adormecer. Además, avisa
al “miríngua”, sobre nuestra
presencia. Pegados a nuestras cabezas oímos unos aletazos, que nos abanicaron
un aire frío y húmedo. ̶ “corcobi”, dijeron mis amigos.
Todo ocurrió de forma sorpresiva. Así que
inesperadamente tuvimos que buscar el camino de regreso. El clima era frío y
húmedo, pero nuestros cuerpos sudaban como si el piso de lavas hubiera cobrado vida. Veníamos lívidos,
espantados y a la vez preocupados por nuestras vidas. Nuestras lámparas sordas
no alumbraban lo suficiente, realmente creo que mis amigos no pensaron usarlas
esta vez.
De momento, nos sentimos golpeados o
empujados por un aire que nos enrarecía la respiración, y nos ponía los nervios
al borde de la locura. Haciéndonos perder el rumbo. Esta vez, nadie dijo nada.
Sabíamos que era el propio “Miríngua”
quien nos venía “arriando”.
Mis amigos, más avezados a estos caminos,
adelantaron bastante su marcha, dejándome a merced de “Miríngua”. Por momentos,
la densa oscuridad, me permitió verlos caerse al suelo y tardar en volverse a
levantar.
Ya estaban a punto de desfallecer mis
fuerzas, cuando dejé de sentir los empujones sobre mi espalda. Y ellos, mis
amigos, regresaron por mí, y tomándome de los brazos me arrastraron hasta salir
del malpáis.
Aún no salía de mi azoro, y les pregunté: ̶
¿Qué sucedió? Ellos ya más calmados me explicaron, que era una costumbre
ancestral en sus familias: para matar a los demonios hacían figuras de éstos y
las enroscaban con “akuitzi” serpientes.
Pequeño glosario:
KORKOBÍ. Máscara de la
danza de los viejitos de Charapan; Bubo SPP, variedad de lechuza a la que se le
atribuyen poderes mágicos.
MIRÍNGUA. Duende,
espíritu o ser imaginario que disfrazado de aire suele engañar extraviando o
volviendo loca a las personas.
NO AMBÁKITI. Diablo, cruel, malo; ser sobrenatural que
causa muerte.
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Veracruz, Ver. 11 Dic.16
Mexico y sus pueblos magicos...
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