¡SOLO
TÚ... Y YO!
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Córdoba, Veracruz, 1974.
El Edificio Camacho, donde viví, mi año
del propedéutico, está situado enfrente del Río San Antonio, es un edificio de
3 pisos, con 7 departamentos en cada uno. Y tiene la peculiaridad de que la
calle detrás de él, se encuentra un poco más elevada que su azotea. Inclusive
se puede acceder desde el portón de un pasillo de esa calle posterior hasta él.
En la azotea, además de tanques de agua, hay lavaderos para cada departamento.
Y alrededor de dos días de la semana, a determinadas horas de la tarde, era
común ver a las señoras lavando y tendiendo la ropa de su familia, mientras
charlaban unas con otras.
Casi todos los vecinos entrabamos por el
pasillo de la calle posterior, y llegando a la azotea bajábamos por los
escalones a nuestros respectivos departamentos.
Usualmente regresaba ya noche de la ESBAO
(Escuela Secundaria y de Bachilleres de Artes y Oficios) acompañado de 2 o 3 de
mis amigos: Toño Moreno Tolín de Covarrubias, y Joel Sosa y José Jiménez de San
Andrés Tuxtla. Y éramos los únicos estudiantes del propedéutico, en el
edificio.
Siempre respetuosos y educados, nos
granjeamos la amistad de algunas vecinas casadas y/o divorciadas, e inclusive
de las célibes hijas del dueño del edificio. Por lo que éramos invitados a sus
fiestas, y en otras ocasiones nos obsequiaban algún platillo culinario, que nos
sabía a gloria, y que muchas veces era nuestra mejor comida del día.
Una de esas tardes, a mi regreso, me llevé
tremenda impresión pues encontré lavando ropa a una rubia jovencita, un par de
años menor que yo, ella se encontraba de espaldas a mí, verla me dejó
impactado, vestía de calcetas hasta las rodillas, y una falda corta y con los
movimientos corporales dejaba ver los muslos. Aminoré mi paso, hasta deseé
pararme a contemplarla, era lo más cándidamente excitante que había visto en mi
vida. Sentí que estaba soñando. Nervioso, lívido y disneico pasé junto a ella,
la saludé con un: ¡Hola!, me contestó el saludo.
El resto de la tarde y noche, sentía
“mariposas en el estómago”, o más bien “escuchaba pasos en la azotea”. Estaba
loco, le escribí un poema. Había conocido una bella representación de “Lolita”
de Nabokov. Le comenté a mis amigos, los cuales se rieron de mí, empero, me
supieron decir que estaba de vacaciones con una tía que vivía en el primer
piso.
Dos días después, al subir los escalones
de caracol choqué con ella que venía bajando aprisa, se le cayó al suelo la bolsa
del pan, me incliné a recogerla, se la entregué. Estaba ruborizada, me pidió
disculpas por haber chocado contra mí. Al verla tan cerca me pareció más linda.
Y aproveché el momento para presentarme. Me pidió que la acompañara esa tarde a
entregar unos libros, yo estaba feliz.
Después de entregar los libros, nos
pusimos a platicar en la azotea, no dejaba de admirar su ingenuidad y su
belleza, el verde brillo de sus ojos y su acariciante voz. La noche nos
sorprendió, y al despedirnos, la tomé de las manos, nos vimos a los ojos, y en
un rápido movimiento me regaló un beso y corrió.
Al día siguiente, ella tocó a mi puerta,
tomados de la mano nos pusimos a caminar un rato alrededor del río. A partir de
ese momento nos las ingeniamos para estar juntos. Ella bajaba el switch de mi
“depa” y me daba cuenta al apagarse la radiograbadora que siempre tenía
encendida. En cambio yo, ponía a tocar la canción de moda del grupo Chicago
“Just You And Me” (Solo Tú y Yo), cuya traducción viene siendo:
Eres el amor de mi
vida/tu eres mi inspiración/Solo tú y yo/Inocentes y libres/Nena tu eres todo
lo que había soñado/Dame tu sonrisa única y especial/Prométeme que nunca me
dejaras/Solo tú y yo/Inocentes y libres/La vida es tan fácil/Cuando estas a mi
lado/Mantenme cerca/Nunca me sueltes/O nena no me sueltes.
Abre tus brazos, amor
déjame entrar/Déjame entrar, déjame entrar, déjame entrar/Ámame esta noche,
ámame para siempre/Y siempre/Tú sabes que no puedo olvidarte.
Solo tú y yo para
cuidarnos/Inocente y libre mi amada/Para ser uno solo como recompensa del
amor/Amarte nena, demonios es tan fácil/Tú eres el amor de mi vida/Tú eres mi
inspiración/Solos tu y yo/Inocentes y libres/Nena tu eres todo lo que había
soñado.
Las dos semanas que duró nuestro noviazgo
fueron inolvidables, los dos alimentamos una ilusión, un deseo, un gusto que
supimos disfrutar mutuamente dentro de un marco de amor y respeto. Creamos el
mundo de "Solo Tú y Yo" y, éramos sus dos únicos habitantes.
Duelen las despedidas,
más aún cuando sabes que son para siempre…
Esa canción la
convertimos en nuestro himno de amor. La sigo recordando cada vez que la
escucho.
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