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viernes, 22 de abril de 2016

LA AMANTE MORTAL Antonio Fco. Rguez. A.

LA AMANTE MORTAL
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

Imagen de Internet

Venía muy atento escuchando unos corridos norteños, en lo que manejaba mi vieja camioneta rumbo a Ciudad Juárez, las primeras penumbras de la noche me hicieron extremar más mi atención en el camino. Dos horas después, avizoré unos charcos de color rojo crucificados por huellas de neumáticos. Aminoré la velocidad y penetró a mis narinas el desagradable aroma de la sangre. Me invadió el miedo, me llené de nervios, y un gran escalofrío quedó pegado a mi piel. Empero, continúe manejando. Unos 10 kilómetros más adelante, de reojo, descubrí metida entre la maleza una camioneta policial, estarán cavando, fue lo primero que pensé. Media hora después me percaté de que un vehículo me venía siguiendo, mi corazón empezó a violentar sus latidos, y pese a traer puesto el clima, comencé a sudar.


     El vehículo se emparejó momentáneamente a mi costado izquierdo, me sentí observado, volteé y alcancé a distinguir en la oscuridad el rostro de una mujer. Aceleró y se perdió delante de mí.


     Quedé fatigado con tanta tensión, aparqué en la primera gasolinera, y en lo que cargaban de combustible mi camioneta, me dirigí a tomar un café. Intenté ubicar el momento de riesgo en que me encontraba, cuando una voz femenina junto a mí me preguntó: ¿Qué andas haciendo por acá? E instintivamente le respondí que venía a visitar a unos parientes. La invité a sentarse y ella amablemente se negó diciéndome: -¡Tengo prisa, otra vez será! Y antes de retirarse me sonrió y me dio su tarjeta: Camelia Estuardo, anotando con pluma “Vivo sola, háblame de V a S”. En lo que caminaba a la salida pude contemplarla a mi antojo: Güera, caballona y jamonsona. Unos 30 a 35 años, 10 a 15 más que yo. Todo un bouquet. Mayor aún fue mi sorpresa al ver que se subía al vehículo que me había emparejado momentos antes.



     Ya en Ciudad Juárez, le comenté a mi prima Ana lo que me había sucedido en el viaje. Ella se alarmó, y me dijo: - Es una señora muy peligrosa, ten mucho cuidado, se dice que mata a la mayoría de los jóvenes con los que anda. O en su defecto, son asesinados por el jefe del cartel de aquí, ya que ella es su amante. Entre preocupado y burlón le contesté: -Bien, de ser así, será hasta después de tu boda, todavía me queda una semana de vida.



     Esa noche se me dificultó dormir, imaginaba a la güera dirigiendo la masacre en la carretera; después checar que los cuerpos quedaran bien sepultados, y de ahí seguirme al verme pasar, pensando que yo hubiera visto algo. 



     Dentro del caos de mis fantasías oníricas, se presentó ella vistiendo un negro negligé que resaltaba más el color de su piel, y provocándome con sensuales palabras y con los brazos abiertos, me aventó sobre la mullida alfombra donde hicimos el amor con tanta pasión e intensidad, que quedamos finalmente exhaustos. Fue entonces, que ella se levantó y se dirigió hacia el tocador trayendo una rosa negra la cual me entregó diciéndome: -¡Me has hecho feliz como nunca! En ese momento desperté de mi lúbrico sueño, con la certeza de que esa rosa negra era un regalo premorten.


     -Años después entendí que era en símbolo de agradecimiento y entrega total.



     A partir de ese sueño, el cual sentí tan real, mí cabeza empezó a desvariar, ya no sabía si huir, o enfrentar lo que consideraba mi destino. Mi prima dándose cuenta de lo que me pasaba, me invitaba a ir con ella para "ayudarle" en sus trámites de boda.




     El salón se llenó, mi prima como toda novia recién casada se encontraba feliz, saludando, junto con el novio, mesa por mesa a todos sus invitados. Los músicos tocaban canciones norteñas y melodías románticas. Yo me encontraba sentado solo, disfrutando de la alegría del ambiente, y claro que no dejaba de admirar la belleza de las mujeres del lugar, y ensimismado en mis observaciones, alcancé a escuchar una conocida voz femenina que me dijo: -¡Hola, hoy si tengo tiempo para ti!



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