DON
FERNANDO BUSTAMANTE RÁBAGO
“IMPRONTA
EN EL TIEMPO”
Buscando
temas de antropología sobre la región de Los Tuxtlas, encontré en la Revista
NESCAYOTL un artículo “EL AXMOLE: un
rescate etnográfico de los tuztecos veracruzanos” que se me hizo sumamente
bello e interesante, el estudio era de una pequeña comunidad llamada “El Nopal”, Municipio de San Andrés
Tuxtla, el autor Fernando Bustamante Rábago. El artículo me pareció formidable,
muy conciso, muy descriptivo y enriquecedor, y amenamente narrado.
Cerca de un año después que acudí al IVEC
(Instituto Veracruzano de Educación y Cultura) a un evento sobre “La Negritud” o “Tercera Raíz”, vi salir a los organizadores y alcancé a escuchar
que nombraban a uno de ellos: -¡Señor
Bustamante! Localicé al personaje nombrado, me acerqué a él y le pregunté: ¿Es usted, Don Fernando Bustamante?, él
me vio con extrañeza y me contestó: ¡Sí,
así es! ¿Con quién tengo el gusto? Y
le dije: ¡Soy un lector suyo, y quiero
felicitarlo por su bello cuento del Axmole! Inmediatamente y con mucha
seriedad me respondió: ¡No es un cuento,
es un estudio etnográfico! -¡Perdón,
perdón no quise ofenderlo, simplemente me pareció tan bello que lo disfrute
como si hubiera leído un cuento!
Sonrío y agradeció mi comentario. Me
identifiqué como paisano de Los Tuxtlas, y al decirle mis apellidos, me dijo; ¿Es usted pariente de Don Claudio Alvarado
Michaud? Fue mi abuelo materno le contesté. Don Fernando todo emocionado
exclamó: ¡Yo lo conocí en mi infancia…
era un sabio! En ese momento sentí que el margen que nos separaba momentos
antes, se había roto, ya estábamos platicando como si fuéramos viejos amigos.
Me invitó a pasar a saludarlo a su casa en
Santiago Tuxtla, y nos despedimos con un afectuoso abrazo.
Días después acudí con mi esposa a
saludarlo, nos presentó a su esposa “La
Chatita” y a sus hijas. Él me invitó a pasar a su estudio, y nuestras
esposas se quedaron platicando aparte.
Tenía él, sobre su escritorio varios
libros, enviados por amigos escritores, para hacerles algunas anotaciones. Me
llamó la atención uno sobre Don Antonio López de Santa Anna, nos pusimos a hablar
anécdotas chuscas sobre este controvertido personaje, sobre lo que la Historia
Oficial oculta y comenta sobre él. Parecíamos dos chiquillos riendo sobre
algunas ocurrencias de “Su Alteza
Serenísima”. Don Fernando muy contento se dirigió a su mujer: -¡Chatita, por favor, tráenos un vinito y
queso, Francisco y yo hablamos el mismo
idioma!
La Chatita, Doña Berthita Vázquez, era una
señora muy linda y amable, tenía una bella sonrisa y era de finas ocurrencias.
En una ocasión llegué a visitarlos y al abrir ella la puerta y ver que iba yo
solo me preguntó por mi esposa, le dije que se había quedado en Veracruz. Y me
regañó por haberla dejado, luego me sonrió y me dijo: -¡Si la vuelves a dejar, no te dejo entrar a la casa! Nos dimos un
cariñoso abrazo.
Don Fernando y yo nos hicimos amigos
entrañables, cada encuentro era un presente de libros, que mutuamente nos
regalábamos. Él me invitaba a eventos culturales y me presentaba con sus
amistades. -¡Es necesario que estés bien
relacionado! me decía. Nos recomendábamos libros. Y en una ocasión me habló
por teléfono para decirme que tenía un libro que me iba a ayudar mucho en mis
investigaciones, emocionado le pregunté el nombre del libro y me dice: ¡Se llama Plantas de los Dioses de Evans
Schultes y Hofmann! Solté la carcajada y le dije: -¡Pero si ese libro yo te lo regalé! Y me responde: ¡Perdona Francisco, no me acordaba!
Era un gran hombre, ayudaba a todo aquel
que se le acercaba, no hacía distingos clasistas, era amigo de ricos y pobres. Proyectó este pensamiento social en su libro: “Los borró el tiempo”:
Los fandangos logran lo que no pudieron
Marx, ni Lenin, ni sus seguidores: La igualdad de clases.
Si un campesino descalzo, viejo o borracho
saca con comedimiento a cualesquiera de las damas presentes, esta baila con él
(Bustamante, 1991: 73).
Su bella crónica es clásica entre los
viejos y nuevos soneros de la región.
El fandanguito, uno de
los sones jarochos del rumbo, tiene especial sabor:
lo bailan dos parejas de
hombre y mujer, y un cantador o cualquiera de los asistentes, quitándose
respetuosamente el sombrero y colocándolo entre la cara de la muchacha
bailadora y el versador, este dice un verso,
una flor casi siempre
improvisada para la joven, y el último verso lo canta para que los tocadores lo
coreen e inicien un son:
Desde
que te vi venir
le
dije a mi corazón:
¡qué
bonita piedrecita
para
darme un tropezón!
(Bustamante, 1991: 58)
Don Fernando Bustamante Rábago, médico-antropólogo
(Brujo Blanco como le decía Don Roberto Williams García), filántropo, mecenas,
político de los de antaño, Presidente Municipal y principal promotor de la cultura
de su terruño, hombre de Ciencia y Magia, amigo idóneo. Descansa en Paz.
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