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lunes, 30 de enero de 2012

LA MULATA DE CÓRDOBA, LA TATUANA



LA MULATA DE CÓRDOBA

ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO






     La madre de ella era una negra esclava que había llegado a la Nueva España, procedente de las islas Visayas, de las Filipinas, en la Nao de la China, o “Galeón de Manila” como también se le conocía. Ella, la madre,  una mujer de grandes ojos negros y de exuberante e insaciable sensualidad con un ritmo cadencioso de caderas equiparable al vaivén de la hamaca. Viviendo en Córdoba, Veracruz, fue acosada sexualmente por su amo, un criollo, naciendo nueve meses después, una mulatita tan linda, y agraciada que sus amos intentaron quedarse con ella. Por lo que la negra llevándose a su hija, se refugió en Yanga, primer pueblo libre de América, en donde los negros vivían en completa libertad, pero preocupada por el ambiente sórdido del lugar y  deseando un mejor porvenir de su hija, huyó nuevamente, esta vez con destino a la Capitanía de Guatemala, viviendo escondidas y protegidas por algunos indígenas maya quiché. Los cuales enseñaron a la niña todos los secretos de su cosmovisión, hasta convertirla en una digna sacerdotisa maya, la cual desarrolló además el don de la ubicuidad. Ella disfrutaba pasear por la selva recolectando plantas y flores, escuchar y enterarse de la plática de los animales, y refrescarse en las aguas límpidas,  diáfanas de sus ríos y lagunas. Y en las noches de luna observar y estudiar los astros y las estrellas.  Cuando la mulata tenía alrededor de 18 años, fue sorprendida y robada por unos mercaderes españoles los cuales se dirigían a La Antigua, Guatemala.




     Cuentan que en la selva maya se encontraba un Ahau o sacerdote maya viviendo dentro de un almendro de flores rosadas, el cual  sabía el secreto de las plantas que lo curan todo, el vocabulario de la obsidiana –piedra que habla- y leer los jeroglíficos de las constelaciones. Un día, desnudándose en un riachuelo de la forma vegetal, tomó naturaleza humana nuevamente,  y encaminose a la ciudad para buscar comprarle a un mercader de La Antigua a la esclava más bella... la mulata. Al verse el maestro y la esclava, en silencio se miraron a la cara con los ojos del alma, al mismo tiempo, como dos amantes que han estado ausentes y se encuentran de pronto. La esclava iba desnuda. Sobre sus senos, hasta sus piernas, rodaba su cabellera negra envuelta en un solo manojo, como una serpiente tatoana. La escena fue turbada por ruidos insolentes. Venían a detenerlos en nombre de Dios y el Rey, por brujo a él y por endemoniada a ella. Entre cruces y espadas bajaron a la cárcel, el Maestro, y la esclava, luciendo ésta sus carnes que de tan firmes parecían de oro. Siete meses después, se les condenó a morir quemados en la Plaza Mayor. La víspera de la ejecución, el Maestro acercose a la esclava y con la uña le tatuó un barquito en el brazo, diciéndola: - Por virtud de este tatuaje. Tatuana, vas a huir siempre que te halles en peligro, como vas a huir hoy. Mi voluntad es que seas libre como mi pensamiento; traza este barquito en el muro, en el suelo, en el aire, donde quieras, cierra los ojos, entra en él y vete… ¡Vete, pues mi pensamiento hará de ti igual que Chimalmat (diosa que en la mitología quiché se torna invisible, por encantamiento)!  Sin perder un segundo la Tatoana hizo lo que el Maestro dijo: trazó el barquito, cerró los ojos y entrando en él – el barquito se puso en movimiento-, escapó de la prisión y de la muerte. Y a la mañana siguiente, la mañana de la ejecución, los alguaciles encontraron en la cárcel un árbol seco que tenia entre las ramas dos o tres florecitas de almendro, rosadas todavía.

      Años después se cuenta que vivía en Córdoba una mulata a quien se le acusó ante la Santa Inquisición de tener tratos con el diablo. Esta afirmación tenía como base la eterna juventud de la bella mujer; los años pasaban y su rostro no tenía ninguna arruga ni su pelo encanecía. Cada día era más bella. Algunas personas decían que era una bruja, pues sabía el secreto de las plantas que lo curan todo, adivinar con la obsidiana  y leer los jeroglíficos de las constelaciones, pero su comportamiento ponía esto en duda: socorría a los pobres y a los enfermos. Además de que había quienes juraban y perjuraban que este personaje mítico se manifestaba en los lugares costeños del centro y sur de Veracruz, presagiando buena suerte a los pescadores y a los enfermos. Casi todos estaban de acuerdo en que consistía en la aparición de una hermosa mulata, ojos verde castaño claro, con el pelo muy largo, que llevaba tatuado en uno de sus brazos un barco y rara vez logra vérsele el rostro;   este personaje sólo camina por la orilla de la playa y no causa ningún mal a quien la  vea. Sólo los asusta al desaparecer frente a ellos. Por su facilidad para esconderse o desaparecer, y por la encantadora e hipnotizante belleza reptilínea u ofidia esta mulata fue llamada La Tatoana (culebra Gobernadora).


     Y era verdad, la mulata era tan radiante y hermosa que pronto causó la admiración y codicia por parte de los caballeros y la envidia y, hasta cierto punto el repudio por las damas que se sentían aplastadas por su gran personalidad y carisma. En un momento dado se unieron los complejos de algunos caballeros rechazados por ella en sus proposiciones amorosas, con los celos y envidias de las damas confabulando en contra de la mulata la cual fue acremente acusada de bruja o hechicera ante las autoridades civiles y religiosas, las cuales optaron en común acuerdo por enviarla a las mazmorras del islote de San Juan de Ulúa.

     Estando reclusa en la fortaleza de San Juan de Ulúa, la noche anterior a la fecha de su ejecución, la mulata dibujó con un tizón un barco en la pared de su celda y le preguntó al guardián: -¿Qué crees que le hace falta? El hombre le contestó que sólo echarlo al mar. Acababa de decir esto el guardia cuando la mulata, desvaneciéndose, quedó plasmada en el barco; el cual se alejo atravesando la pared, bogando rumbo a Manila, su tierra materna, sin que el hombre pudiera hacer algo. En las Filipinas, se hizo de una confortable casa y en medio de su enorme huerto de plantas mágicas y medicinales plantó… un almendro de flores rosadas.










     Conjunté mi leyenda con parte de la leyenda de La Tatuana del gran escritor guatemalteco y premio Nóbel de Literatura Miguel Ángel Asturias.


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