EL
ESPECTRO DE LA CARRETERA
(¡No,
no eres tú…!)
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Imagen Internet
La tarde se nubló de
momento, un fuerte viento hizo cimbrar mi camioneta y tuve que aminorar la
velocidad. El viento azotó con violencia a unas nubes negras y cuajadas, y el parabrisas
fue golpeado por grandes goterones los cuales me restaban visibilidad. La
oscuridad se vino encima, una sonora ráfaga de truenos rompió el silencio de la
noche. Los rayos rasgaron la epidermis del celaje, y los relámpagos iluminaron
el entorno. Aminoré aún más la velocidad. Un poco más adelante, sentí que se me
heló la sangre al ver entre el apenas perceptible destello de un fugaz y
luminoso relampagazo una figura mortecina sobre el asfalto. Lleno de miedo
intenté acelerar y huir lo más rápido posible de ese lugar. Inexplicablemente
el motor se apagó y la vi a un costado de la carretera. Se acercó a mi
ventanilla y lancé un suspiro de alivio al ver que era una hermosa mujer de grandes
ojos negros, largas pestañas, labios rojos y carnosos y un cuerpo de
voluptuosas formas. Sin saber cómo, ni en qué manera ya se encontraba sentada
junto a mí y me miraba con lujuria. No pude resistir su sensual embrujo, la
abracé con ansias, más de pronto sentí que estrechaba entre mis brazos una gran
brasa de fuego, sus ojos se convirtieron en encendidas ascuas y sus largas pestañas en chispeantes parrillas, y su voz…sonó
tétrica. No pude resistir más y todo atemorizado salí corriendo bajo la tormenta como un
desquiciado sin querer voltear la vista atrás. Y ella me seguía… escuchaba sus
horribles carcajadas, sintiendo su aliento cada vez más cerca de mí, y deteniéndome
de los hombros con ambas manos, me alzó y me golpeó rabiosamente contra las
ramas y los árboles. Súbitamente el latigazo flamígero de un rayo quebró e
incendió un corpulento árbol. El resplandor del fuego iluminó mí rostro y ella al verme casi
muerto del castigo, del dolor y del pavor se me quedó viendo fijamente, cambiando
la diabólica expresión de su mirada, y así, como cambió su mirada, cambió el
destino de sus pasos, dio la media vuelta y se fue. Algo murmuró, a la distancia... alcancé a
oírle: -¡No, no eres tú…!
Veracruz, Ver. México
25.07.17
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