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lunes, 20 de junio de 2016

MADAME BOVARY Y EL BOVARYSMO

MADAME   BOVARY 
  Y EL BOVARYSMO

Gustave Flaubert: MADAME BOVARY (1857)
Christiane Zschirnt

Ésta no es una novela sobre el amor, sino sobre el matrimonio. También sobre el aburrimiento. La obra trata de la vida en provincias y de la mediocridad de la rutina matrimonial. Y de la fantasía, la infelicidad y la pasión. La novela de Flaubert muestra que el ideal burgués de la unión matrimonial no siempre supone una garantía para la felicidad personal.


     La heroína es Emma Bovary. Casada con el bondadoso pero irremediablemente aburrido médico rural Charles Bovary, se percata, ya en los primeros días tras la boda, de que la suya no es la existencia que se había imaginado. Emma tiene un concepto de la vida que no alcanza a cubrir con la cotidianeidad pequeño burguesa en la que vive. Sus ideas vienen de las sentimentales novelas de amor que ha leído en el colegio religioso. Son historias en las que las protagonistas se desvanecen o se arrojan en los brazos de hombres arrebatadores, en las que se susurran juramentos bajo la luz de la luna, en las que los virtuosos salvadores rescatan a las mujeres de rudos villanos, en las que todos galopan a caballo de aquí para allá y en las que las damas reciben en secreto cartas cuidadosamente dobladas. Las historias transportaban al lector a mundos exóticos y paisajes fantásticos, vagas evocaciones del aire medieval y de Oriente.


     Cuando Emma advierte que tras su boda no se encuentra en la terraza de una villa italiana o de un chalet suizo en compañía de un esposo deslumbrante, sino que se halla en una pequeña ciudad carente de importancia, empieza a aburrirse.


     Emma pasa semanas enteras sentada delante de la chimenea o mirando por la ventana. La sirvienta se ocupa de las tareas domésticas, una nodriza atiende a su pequeña hija. No le interesa siquiera tocar el piano, ya que nadie lo escucha. En vez de tener al lado un marido que le inspire, las veladas transcurren junto al aburrido Charles Bovary. Su esposo la idolatra, pero por las noches regresa a casa agotado de sus visitas a los lechos de los campesinos enfermos que despiden olor a pus. Charles dedica a su mujer rutinarias muestras de cariño, poco a poco va engordando, abandona los buenos modales en la mesa, descuida su forma de vestir, en la cama se aleja rodando y ronca. Flaubert muestra, por vez primera en la literatura, la monotonía de un matrimonio burgués tradicional, en el que el reparto de roles conduce a que el hombre tenga una ocupación, mientras que la mujer sólo tiene expectativas.


     Charles pone nerviosa a su mujer. Emma desprecia su falta de éxito profesional, su vulgaridad y su comportamiento pueblerino. Tampoco a los ojos del lector Charles Bovary  se muestra precisamente como un héroe. Pero por su candidez rayana en la necedad no llegamos a menospreciarlo tanto como su esposa.


     De puro aburrimiento, Emma empieza a gastar enormes cantidades de dinero en un comercio de bodas. Intenta sofocar su melancolía recorriendo con un dedo un plano callejero de París. Finalmente cae en una depresión. A Charles, sobrepasado, no se le ocurre otra solución que proponer un cambio de clima y mudarse.


     En Yonville, su nuevo hogar, Emma conoce a León, joven empleado de notaría. Emma se consume ceremoniosamente en el adulterio, pero no lo provoca todavía. Entonces, entra en escena un rico propietario de la zona con el evocador nombre de Rodolphe Boulanger de la Huchette. Rodolphe encarna ese mundo de lujos y de goces eróticos que Emma ansía, por lo que resulta muy fácil seducirla con un par de gastadas frases hechas. El célebre pasaje de la seducción tiene lugar durante la celebración de una feria agropecuaria.  Mientras los notables del lugar pronuncian sus rimbombantes discursos, Rodolphe conquista el corazón recurriendo a sus técnicas profesionales. Flaubert refleja este episodio intercalando breves cortes narrativos: en la descripción del acto de seducción se insertan una y otra las voces de los oradores. Es una técnica moderna que nos resulta conocida por el cine. Se trata de cortes muy rápidos que ponen de manifiesto que dos acciones transcurren en paralelo.


     Emma se lanza con entusiasmo a vivir el romance con Rodolphe. Todos sus sueños se convierten en realidad y se imagina a sí misma como la heroína de una de las historias de amor que ha leído. Pero el affaire tiene un brusco final cuando Emma, siguiendo el ejemplo de sus novelas, planea una dramática fuga. Rodolphe aprovecha la ocasión para escapar de Emma y la deja plantada.


     Emma se reencuentra con León en una velada en el teatro de Ruán. Con una ingenuidad que resulta hasta cómica, Charles le propone a su esposa que se quede en la ciudad algunos días sin él. León se convierte en el segundo amante de Emma. Charles cree que su mujer toma clases de piano, cuando en realidad se cita con León. Pero la pasión entre ambos no dura mucho. Pronto la melancolía de la vida matrimonial impregna también el adulterio.


     Como Emma no puede pagar las deudas de los vestidos que ha comprado, les embargan las posesiones a los Bovary. Presa del pánico, Emma considera el suicidio como única salida. Se envenena con arsénico.


     Resulta irónico que el momento de la muerte de Emma sea también el  más grande de su vida. En su agonía solicita un espejo para contemplarse, deja caer algunas lágrimas y se vuelve a hundir en su almohadón. Aún frente a la muerte, Emma adopta el gesto de una de aquella heroínas convalecientes cuyo sino sentimental le había servido de modelo para su propia vida. Pero al instante siguiente sufre terribles dolores y se retuerce en su lucha con la muerte. Ahora experimenta la vida de la forma más brutal, lejos de una novela, en carne propia.


     El ideal del amor en el matrimonio burgués estaba fuertemente cimentado en la cultura europea del siglo XIX. Cuando más grandes eran las expectativas, más propenso se era  a las inevitables decepciones que sobrevenían cuando la vida cotidiana se revelaba escasamente romántica. El matrimonio con Charles fue para Emma un amargo choque con la realidad, del que intentó evadirse: primero, refugiándose en el mundo de las novelas, más tarde, procurando aventuras amorosas. Pero, a diferencia de lo que sucedía entre la nobleza del Antiguo Régimen, en el siglo XIX la sociedad ya no considera aceptables estos amoríos. Especialmente entre las mujeres, puesto que comporta atraer sobre sí el desprecio social como “adúltera”.

    
     Por otro lado, el matrimonio es una institución tan poco propicia para la pasión en el siglo XIX como lo era en el siglo XVII. Sin embargo, ya no existe un espacio adecuado para el puro deseo: ni encaja especialmente bien dentro del matrimonio, ni se permite su vivencia fuera de él. El único lugar donde puede sobrevivir la pasión es dentro de las novelas: en las obras mediocres que lee Emma y en obras maestras como Madame Bovary, →Effi Briesty →Ana Karenina.


BOVARYSMO

Las convenciones sociales condenan a las mujeres a tener que elegir entre la seguridad burguesa y la aventura romántica. A mediados del siglo XlX aparecen tres novelas que abordan este mismo tema, pero con medios distintos: Jane Eyre, de Charlotte Brontë (1816-1858); Wuthering Heights, de su hermana Emily (1818-1848), y Madame Bovary, de Gustave Flaubert (1821-1880).


     Se entiende por bovarysmo el estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas.

     El término fue utilizado por primera vez por el filósofo francés Jules de Gaultier en su estudio Le Bovarysme, la psychologie dans l’œuvre de Flaubert (1892), en el que se refiere a la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert, en concreto a la figura de su protagonista, Emma Bovary, que se ha convertido en el prototipo de la insatisfacción conyugal. Aunque el término bovarysmo no está recogido en el Diccionario de la Real Academia Española tiene un uso relativamente frecuente en obras ensayísticas (Por ejemplo, en Mario Vargas Llosa: La verdad de las mentiras. Madrid: Alfaguara, 2002, pág. 397: [Sin] ese pequeño quijote pragmático y con faldas que fue Emma Bovary el bovarysmo no existiría, claro está), figura en diccionarios de Psicología (Sillamy, Norbert) y es el título del primer largometraje de Cristo Chaparro.


     Según Dietrich Schwanitz el concepto de bovarysmo se convirtió en el equivalente femenino de quijotería. Emma, es una mujer exigente desde el punto de vista emocional, es decir, reclama su derecho a realizarse sexual y sentimentalmente.


Bibliografía:

WIKIPEDIA

GAULTIER, Jules: Le Bovarysme, la psychologie dans l’œuvre de Flaubert, París, 1892.

PALANTE, Georges: Le bovarysme, une moderne philosophie de l'illusion, 1903.

SCHWANITZ, Dietrich. LA CULTURA Todo lo que hay que saber. 2004.


ZSCHIRNT, Christiane. LIBROS Todo lo que hay que leer. 2004.



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