MADAME BOVARY
Gustave Flaubert: MADAME BOVARY (1857)
Y
EL BOVARYSMO
Gustave Flaubert: MADAME BOVARY (1857)
Ésta no es una novela
sobre el amor, sino sobre el matrimonio. También sobre el aburrimiento. La obra
trata de la vida en provincias y de la mediocridad de la rutina matrimonial. Y
de la fantasía, la infelicidad y la pasión. La novela de Flaubert muestra que
el ideal burgués de la unión matrimonial no siempre supone una garantía para la
felicidad personal.
La heroína es Emma Bovary. Casada con el
bondadoso pero irremediablemente aburrido médico rural Charles Bovary, se
percata, ya en los primeros días tras la boda, de que la suya no es la
existencia que se había imaginado. Emma tiene un concepto de la vida que no
alcanza a cubrir con la cotidianeidad pequeño burguesa en la que vive. Sus
ideas vienen de las sentimentales novelas de amor que ha leído en el colegio
religioso. Son historias en las que las protagonistas se desvanecen o se
arrojan en los brazos de hombres arrebatadores, en las que se susurran
juramentos bajo la luz de la luna, en las que los virtuosos salvadores rescatan
a las mujeres de rudos villanos, en las que todos galopan a caballo de aquí
para allá y en las que las damas reciben en secreto cartas cuidadosamente
dobladas. Las historias transportaban al lector a mundos exóticos y paisajes
fantásticos, vagas evocaciones del aire medieval y de Oriente.
Cuando Emma advierte que tras su boda no
se encuentra en la terraza de una villa italiana o de un chalet suizo en
compañía de un esposo deslumbrante, sino que se halla en una pequeña ciudad
carente de importancia, empieza a aburrirse.
Emma pasa semanas enteras sentada delante
de la chimenea o mirando por la ventana. La sirvienta se ocupa de las tareas domésticas,
una nodriza atiende a su pequeña hija. No le interesa siquiera tocar el piano,
ya que nadie lo escucha. En vez de tener al lado un marido que le inspire, las
veladas transcurren junto al aburrido Charles Bovary. Su esposo la idolatra,
pero por las noches regresa a casa agotado de sus visitas a los lechos de los
campesinos enfermos que despiden olor a pus. Charles dedica a su mujer rutinarias
muestras de cariño, poco a poco va engordando, abandona los buenos modales en
la mesa, descuida su forma de vestir, en la cama se aleja rodando y ronca. Flaubert
muestra, por vez primera en la literatura, la monotonía de un matrimonio
burgués tradicional, en el que el reparto de roles conduce a que el hombre tenga
una ocupación, mientras que la mujer sólo tiene expectativas.
Charles pone nerviosa a
su mujer. Emma desprecia su falta de éxito profesional, su vulgaridad y su
comportamiento pueblerino. Tampoco a los ojos del lector Charles Bovary se muestra precisamente como un héroe. Pero por
su candidez rayana en la necedad no llegamos a menospreciarlo tanto como su
esposa.
De puro aburrimiento, Emma empieza a
gastar enormes cantidades de dinero en un comercio de bodas. Intenta sofocar su
melancolía recorriendo con un dedo un plano callejero de París. Finalmente cae
en una depresión. A Charles, sobrepasado, no se le ocurre otra solución que
proponer un cambio de clima y mudarse.
En Yonville, su nuevo hogar, Emma conoce a
León, joven empleado de notaría. Emma se consume ceremoniosamente en el
adulterio, pero no lo provoca todavía. Entonces, entra en escena un rico
propietario de la zona con el evocador nombre de Rodolphe Boulanger de la
Huchette. Rodolphe encarna ese mundo de lujos y de goces eróticos que Emma
ansía, por lo que resulta muy fácil seducirla con un par de gastadas frases
hechas. El célebre pasaje de la seducción tiene lugar durante la celebración de
una feria agropecuaria. Mientras los notables
del lugar pronuncian sus rimbombantes discursos, Rodolphe conquista el corazón
recurriendo a sus técnicas profesionales. Flaubert refleja este episodio
intercalando breves cortes narrativos: en la descripción del acto de seducción
se insertan una y otra las voces de los oradores. Es una técnica moderna que
nos resulta conocida por el cine. Se trata de cortes muy rápidos que ponen de
manifiesto que dos acciones transcurren en paralelo.
Emma se lanza con entusiasmo a vivir el
romance con Rodolphe. Todos sus sueños se convierten en realidad y se imagina a
sí misma como la heroína de una de las historias de amor que ha leído. Pero el
affaire tiene un brusco final cuando Emma, siguiendo el ejemplo de sus novelas,
planea una dramática fuga. Rodolphe aprovecha la ocasión para escapar de Emma y
la deja plantada.
Emma se reencuentra con
León en una velada en el teatro de Ruán. Con una ingenuidad que resulta hasta
cómica, Charles le propone a su esposa que se quede en la ciudad algunos días
sin él. León se convierte en el segundo amante de Emma. Charles cree que su
mujer toma clases de piano, cuando en realidad se cita con León. Pero la pasión
entre ambos no dura mucho. Pronto la melancolía de la vida matrimonial impregna
también el adulterio.
Como Emma no puede pagar las deudas de los
vestidos que ha comprado, les embargan las posesiones a los Bovary. Presa del
pánico, Emma considera el suicidio como única salida. Se envenena con arsénico.
Resulta irónico que el momento de la
muerte de Emma sea también el más grande
de su vida. En su agonía solicita un espejo para contemplarse, deja caer
algunas lágrimas y se vuelve a hundir en su almohadón. Aún frente a la muerte,
Emma adopta el gesto de una de aquella heroínas convalecientes cuyo sino
sentimental le había servido de modelo para su propia vida. Pero al instante
siguiente sufre terribles dolores y se retuerce en su lucha con la muerte. Ahora
experimenta la vida de la forma más brutal, lejos de una novela, en carne
propia.
El ideal del amor en el matrimonio burgués
estaba fuertemente cimentado en la cultura europea del siglo XIX. Cuando más
grandes eran las expectativas, más propenso se era a las inevitables decepciones que sobrevenían
cuando la vida cotidiana se revelaba escasamente romántica. El matrimonio con
Charles fue para Emma un amargo choque con la realidad, del que intentó
evadirse: primero, refugiándose en el mundo de las novelas, más tarde,
procurando aventuras amorosas. Pero, a diferencia de lo que sucedía entre la
nobleza del Antiguo Régimen, en el siglo XIX la sociedad ya no considera
aceptables estos amoríos. Especialmente entre las mujeres, puesto que comporta
atraer sobre sí el desprecio social como “adúltera”.
Por otro lado, el matrimonio es una
institución tan poco propicia para la pasión en el siglo XIX como lo era en el
siglo XVII. Sin embargo, ya no existe un espacio adecuado para el puro deseo:
ni encaja especialmente bien dentro del matrimonio, ni se permite su vivencia
fuera de él. El único lugar donde puede sobrevivir la pasión es dentro de las
novelas: en las obras mediocres que lee Emma y en obras maestras como Madame
Bovary, →Effi Briesty →Ana Karenina.
BOVARYSMO
Las convenciones
sociales condenan a las mujeres a tener que elegir entre la seguridad burguesa
y la aventura romántica. A mediados del siglo XlX aparecen tres novelas que
abordan este mismo tema, pero con medios distintos: Jane Eyre, de Charlotte Brontë (1816-1858); Wuthering Heights, de su hermana Emily (1818-1848), y Madame Bovary, de Gustave Flaubert
(1821-1880).
Se entiende por bovarysmo el estado de
insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus
ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus propias
posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas.
El término fue utilizado por primera vez por el filósofo francés Jules de Gaultier en su estudio Le Bovarysme, la
psychologie dans l’œuvre de Flaubert (1892), en el que se refiere a la novela
Madame Bovary de Gustave Flaubert, en concreto a la figura de su protagonista,
Emma Bovary, que se ha convertido en el prototipo de la insatisfacción conyugal.
Aunque el término bovarysmo no está recogido en el Diccionario de la Real
Academia Española tiene un uso relativamente frecuente en obras ensayísticas
(Por ejemplo, en Mario Vargas Llosa: La verdad de las mentiras. Madrid: Alfaguara,
2002, pág. 397: [Sin] ese pequeño quijote pragmático y con faldas que fue Emma
Bovary el bovarysmo no existiría, claro está), figura en diccionarios de
Psicología (Sillamy, Norbert) y es el título del primer largometraje de Cristo
Chaparro.
Según Dietrich Schwanitz el concepto de
bovarysmo se convirtió en el equivalente femenino de quijotería. Emma, es una
mujer exigente desde el punto de vista emocional, es decir, reclama su derecho
a realizarse sexual y sentimentalmente.
Bibliografía:
WIKIPEDIA
GAULTIER, Jules: Le
Bovarysme, la psychologie dans l’œuvre de Flaubert, París, 1892.
PALANTE, Georges: Le bovarysme, une moderne
philosophie de l'illusion, 1903.
SCHWANITZ, Dietrich. LA
CULTURA Todo lo que hay que saber. 2004.
ZSCHIRNT, Christiane.
LIBROS Todo lo que hay que leer. 2004.
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