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domingo, 12 de junio de 2016

LA PIEDRA DE LAS BRUJAS (Expagoya) Antonio Fco. Rguez. A.

LA  PIEDRA DE LAS BRUJAS
La piedra de Expagoya
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado




Ese sábado, en contra de mi voluntad tuve que acompañar a mi madrina a una comunidad de Los Tuxtlas. Ella llegó temprano a casa y le pidió a mi madre ese favor, mi madre, quizá pensando que me agradaría conocer esos lugares, no dudó ni un solo momento en conceder la petición. El viaje fue de lo más incómodo por lo viejo del autobús y por tantas horas de camino.
     

     Lo que parecía interminable, llegó a su fin. Mi madrina me llevó a casa de una vieja amiga de ella. Desde el instante que aquella abrió la puerta para recibirnos puedo jurar que, a mis ocho años, me llevé el susto más grande en toda mi corta vida. Era feísima, tenía nubes en los ojos, la nariz grande y ganchuda, le faltaban dientes, solo se le veían los colmillos, traía una ropa andrajosa y sucia, apestaba a marrana, guácala, y para rematar tenía juanetes en las patas. Yo tenía cara de ¿what?, pero ella al verme me sonrió y creo se le quedó la lengua de fuera, espero no haya sido para probarme. Tuve ganas de salir corriendo, pero mi madrina me apretó del brazo y me dijo: - Hijo, no tengas miedo, es mi mejor amiga.


     Entramos a la casa, todo me llamó la atención, el piso de tierra apisonada, un catre de yute, una hamaca de pita, mesa y sillas de pino, con un cajete con huevos, con vasos de veladora y unas velas de sebo de colores: negro, café, gris roja y blanca, una butaca con piel, una gata preñada, un tecolote que miraba todo como periscopio de submarino, un perro flaco y pulgoso, que nunca dejaba de rascarse y que no le importó que estuviéramos ahí, nunca ladró. Y un tlecuil o fogón con tenamaxtle y su comal puesto, cerca un metate y un molcajete con sus metlapiles. Colgado había un yagual de bejuco con carne seca, ahumada y salada ¿de chango?, tortillas y totopoxtles.


     Nos sentamos y la señora nos sirvió topotes secos en chile y limón, una salsa de tomachile, frijoles refritos, tortillas calientes untadas de manteca y sal, y para tomar sacó una botella de Coca-Cola de 3 litros. La comida olía sabrosa, y cómo mi madrina me dijo que no tuviera miedo, pues empecé a comer. En eso me acordé de Hansel y Gretel, y me quedaba mirando de reojo mi dedo meñique.


     Antes de acostarse, me llevaron a la laguna en donde se pusieron a platicar sobre una pariente de ellas llamada la Vieja Chichima, yo me distraía viendo cómo salían y saltaban unos pececitos llamados pepescas  fuera del agua reflejando la luz de la luna. Y a la vez, me percaté de que ellas bajaban la voz como para que yo no las escuchara. Hablaban de niños recién nacidos, no les puse más atención y seguí viendo a los pececitos.


     Ellas se pararon y me pidieron que las siguiera rumbo a casa, ya era tarde y yo estaba cansado, me dijeron que me durmiera en el catre. A medianoche me desperté con ganas de orinar, todo estaba oscuro dentro del jacal, la luz de la luna me indicó la puerta, salí, y en lo que orinaba escuché un llanto de niño, el cual cesó y después ruidos extraños como de fieras. Regresé al jacal para decirle esto a mi madrina, no estaban ni ella ni la amiga, con mucho miedo me fui a acostar, me tapé muy bien con un sarape y ya no pude volver a dormirme. Horas después escuché voces, eran ellas, les comenté lo que había oído y me dijeron que eran sonidos comunes en las noches por la cercanía de la selva. Me costó bastante trabajo volverme a dormir pues las dos tenían una alternancia de fuertes y apestosos pedos y eructos.



     Toda la mañana en lo que ellas visitaban a sus amistades y parientes, yo me quedé jugando en la playa de la laguna que quedaba cerca del jacal. Me hice amigo de varios niños los cuales me enseñaron entre tantas cosas las frutas de la región como el paqui, el chagalapoli, el jobo,  la escobilla. El juego de tirar tepalcates sobre la superficie del agua para ver cuál daba más brincos. Además me contaron leyendas sobre los chaneques, el Sombrerón, el Yobaltaban, la Vieja Chichima y demás brujas comeniños. Uno de ellos bastante espantado dijo que a la vecina le robaron anoche a su hijo recién nacido. Entonces les conté lo que me había pasado esa misma noche. Todos estábamos conmocionados al poder enlazar todos estos hechos, y queriendo solucionar tantas desgracias llegamos a un valiente acuerdo: ese mismo día antes de la medianoche regaríamos en círculo semillas de mostaza alrededor del jacal, si las viejas  fueran brujas no lograrían pasarlo. Llegado el momento escuché un silbido que era la señal, las viejas dormían por lo que pude salir y estar al lado de mis amigos. Media hora después empezó a llover, con truenos y  relampagazos, para guarecernos de la lluvia tuvimos que improvisar un tapechtle con unos palos de palancas de los tendederos de la ropa, ramas y palmas caídas de unos cocoteros,  todos estábamos ahí calladitos, abrazados y con mucho miedo pero con la firme convicción de terminar con las supuestas brujas. La tormenta agarraba fuerzas, los rayos crujían el cielo y reventaban en la tierra no muy lejos de nosotros. Las viejas salieron llamándome a gritos por mi nombre -¡Pancho, Pancho! ¿Dónde andas? Todos quietecitos sin hablar ni moverse. Unos relampagazos nos descubrieron ante ellas, y al querer alcanzarnos se  acercaron al círculo de las semillas de mostaza y ya no pudieron avanzar hacia el frente. Regresaron al jacal para salir volando cada una en su escoba y se acercaron enfurecidamente a nosotros amenazándonos: -¡Regresáremos a comernos a todos sus hijos! Levantaron el vuelo, la amiga cargaba al tecolote y a la gata preñada, y mi madrina al perro sarnoso. No habían tomado aún suficiente altura cuando un potente rayo dio sobre ellas. Las dos brujas y sus mascotas cayeron muertas en la laguna, formando una pequeña isleta de roca la cual se conoce desde entonces como “La Piedra de las Brujas”, enfrente de la playa de Expagoya.

     Algunos vecinos comentan que en noches de luna llena se escuchan en ese lugar ladridos de perros, maullidos de gato y el ulular de algún tecolote. Incluso don Juan Paxtian, una ocasión que andaba bolo, llegó a escuchar los chillidos de un recién nacido...


Foto P. Villegas


     Expagoya. Del pipil ex(pa), tres veces + pago(a), alegrarse, estar contentos + ya(n), lugar: “Lugar en donde se está tres veces contentos” O todo el tiempo contento. ||  Bonita playa del lago de Catemaco.



4 comentarios:

  1. Hola Toño quiere decir que me tomaron foto sobre las brujas cuando era pequeña? tengo foto sobre la piedra que luego te mostrare!

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    1. Excelente Conchita, será muy agradable ver las fotos y comentarlas con un buen cafecito. Un abrazote, cuídate mucho, aunque seas brujita.

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  2. Toño.- Me encantan tus relatos.- Lástima que no me enseñó nadie a contar las anécdotas tan originales que a veces me parecen productos de tu fantasía

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    1. Jorge, eres un excelente narrador, y de un humor pícaro formidable, para muestra la señorita piruja y los compadres, entre otros.Un gran abrazo.

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