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martes, 21 de mayo de 2013

ENTRE LA MAGIA Y LA BRUMA Salvador Herrera García.


LOS QUE LLEGARON 
Del libro Entre la magia y la bruma
 SALVADOR HERRERA GARCÍA

De las riberas del Papaloapan, de por Tlacotalpan y de Alvarado llegaron a Catemaco, tal vez en la primera mitad del siglo XIX… Era gente de Sotavento, fogueada en el caudaloso río; para quienes la pesca no sólo era obligatoria tarea y medio de subsistencia, sino también un gozoso arte…

Trajeron la experiencia adquirida en el río de las Mariposas y en mar abierto. Pusieron en práctica métodos para hacer más productiva la pesca en el lago. Implantaron el uso de anchas atarrayas, cucharas, extensas redes de cala honda, y el empleo de piraguas, hechas de grandes troncos, de una sola pieza, desvastadas a fuego y hachuela…

Meteorólogos prácticos, sabían descifrar los indicios de las corrientes, de las nubes y los vientos. Conocían los sitios dónde hacer los lances precisos que colmaran las redes de abundantes peces… Emprendedores, extendieron la actividad pesquera a la albufera de Sontecomapan y al mar abierto…

Era gente respetuosa del entorno, de la flora y de la fauna, de los tiempos de veda y de siembra. Sólo por necesidad y con moderación desmontaban o cazaban.

Hombres y mujeres, trabajadores, tenaces, curtidos por el sol tropical. Alegres, dicharacheros, gustadores del aguardiente rasposo, de la baraja, la jarana y del fandango…

Gente que aquí asentó sus reales y fundó familias, muchas, antepasados nuestros… Los Tiburcio, Pérez, García, Herrera, Cárdenas, Bernal, Palma, Moreno, Cadena… Pilares de la idiosincrasia catemaqueña.

Gente que llegó de Sotavento… Mariposas desprendidas de las riberas del Papaloapan.

“LAS CALADORAS” 

En las primeras décadas del siglo XIX, a Catemaco arribó gente procedente de Medellín, Alvarado y Tlacotalpan. Llegaron en busca de fortuna y nuevos horizontes. Aprovechando los conocimientos adquiridos en sus lugares de origen, se dedicaron a la pesca en las quietas aguas del lago catemaqueño, en la laguna de Sontecomapan y en las costas del Golfo, en mar abierto.

Entre estos emigrantes se cuentan don Ildefonso Tiburcio y su esposa doña Guadalupe Bernal Cortés, “Nana Lupe”. Cinco hijas procreó el matrimonio: Ildefonsa, Tomasa -abuela de mi abuelo paterno-, Escolástica, Juana y Leopoldina.

Las hermanas Tiburcio Bernal, jóvenes mujeres, luego cabezas de familias nuestras, se integraron desde sus primeros años a la actividad paterna: la pesca con chinchorro y la “cala” de hondura, método de pesca con grandes redes de arrastre. Conocedoras de los pormenores de su oficio se significaron por realizar tareas que parecían sólo propias de los hombres…

Construían, reparaban y calafateaban las piraguas. Tejían, remendaban, extendían o recogían las redes. Remaban, echaban lances, buceaban; recolectaban, seleccionaban y distribuían el producto de las extenuantes jornadas. También transportaban los pesados cajones, canastos y demás arreos…

Primero desempeñaron sus actividades en el lago, luego lo harían en Sontecomapan, en mar abierto… De día o de noche, bajo sol o lluvia, contra viento y marea, esas “caladoras”, mujeres de temple y de trabajo, dignificaron el noble arte de la pesca. Y fueron precursoras de la igualdad laboral de género.

Tiempos remotos eran… Muchos, muchos años habrían de transcurrir para que tanto se hablara del feminismo.

SHG (del libro Entre la magia y la bruma, IVEC,2007)


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