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viernes, 3 de septiembre de 2021

TONALLI (TONA) Antonio Fco. Rguez. A.

 

TONALLI (TONA)

Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

 

Imagen de Internet

     Tonalli.   Del náhuatl, ardor, calor del sol, verano; en s.f. alma, espíritu, signo de natividad; ración, parte, porción, lo que es destinado a alguien. Tonalismo. Día, destino, fortuna, suerte. || El animal que nacía el mismo día que una persona iba a compartir de manera espiritual su vida con ella, alter ego o “doble” animal (pero también en algunos casos, con plantas o elementos y fenómenos de la naturaleza como volcanes, piedras, rayos, etc.) que, con base en sus características específicas, determina el carácter, la resistencia física y espiritual, y en última instancia, el destino de la persona.  La existencia de los dos está ligada a tal punto que cualquier accidente que le sucede al animal, incluyendo la muerte, repercute de manera simétrica en la contraparte humana. Se cree que todo hombre tiene una coesencia animal llamada tona. En general, las tonas nacen y mueren simultáneamente con la persona, existiendo una correspondencia fundamental de estas personas hacia el primero, pues si el animal es herido o sufre cualquier otro accidente, lo mismo pasará al individuo. Hay personas, como los brujos, que tienen varios tonas, así como el poder de transformarse en las noches en uno de éstos animales (logrando la ubicuidad) para ocasionar mal o hacer daño a la gente de la región; es entonces cuando el tona se convierte en nahual (Córdoba Olivares).


     En Mesoamérica, el individuo tenía desde su nacimiento algún tipo de vínculo con los animales. Si nacía en uno de los días del calendario adivinatorio (tonalpohualli, tzolkin), que llevaba un nombre de animal (cocodrilo, lagartija, serpiente, venado, conejo, perro, mono, jaguar, águila o zopilote), se verían influidos su carácter y su destino. Así, el desventurado nacido en un día conejo sería un borracho empedernido; el afortunado nacido en un día zopilote gozaría de una larga vida; el que nacía en un día cocodrilo, tendría todo si es que no lo pierde por flojera; el que nacía en un día venado sería cobarde y pusilánime, debería trabajar para conservar la buena fortuna; el que nacía en un día flor sería alegre, ingenioso e inclinado a la música y a los placeres, y las mujeres buenas lavanderas y liberales de su cuerpo, mientras que el venido al mundo en un día perro tendría inclinaciones lujuriosas.


     Espinosa (1910: 106), refiere que en la tribu matzateca cuando hay pleito entre marido y mujer sujetan sus disputas al dictamen del hechicero y muchas veces este opina que están peleando sus tonas y que ellos deben ser más prudentes y reconciliarse en beneficio propio. 

     Pozas (1959: 203), comenta que entre los chamulas, pueblo tzotzil, se tiene la creencia, de no enterrar a los muertos hasta que el Chultotic (el sol) no entre en el Olontic (inframundo); porque sus almas se quedarían en la tierra. Existe una dualidad espiritual que supone la existencia de dos almas en el hombre: una, el chulel, encarna en un animal que vive en el monte; la otra, la ánima, permanece en el cuerpo y va a morir al Olontic cuando el hombre muere. Pozas (2000: 94, 116). El Chamula pone con el muerto un par de zapatos nuevos para el viaje al Olontic, “hasta abajo”. Hay que pasar tres portones y cruzar un lago con ayuda de perros antes de llegar al lugar de destino. 


Ch´ulel, proviene del maya kulel, de k´ul, santo, divino + el, sufijo formativo para partes del cuerpo o de la persona: “alma” o “lo sagrado de uno”.

 

     Según William R. Holland (1960:), desde el punto de vista tzotzil, el espíritu (ch´ulel) es la fuerza vital del ser humano dentro de la cual esta expresa la esencia de su carácter y de su personalidad. La relación entre el cuerpo y el espíritu es interdependiente y dinámica; muchas cosas que afectan al espíritu también influyen sobre el cuerpo y viceversa. Los componentes materiales e inmateriales son diferentes en clase y condición, siendo, sin embargo, el primero finito y mortal y el último infinito e inmortal. El cuerpo persiste únicamente mientras el individuo vive, en tanto que el espíritu existe desde antes que la persona nazca y después de que muere, en uno y otro caso, liberado de sus confines corporales.



     Hay por lo general cinco animales que son considerados por los tzotziles como tonas: el tigre (bolom), el coyote (ok´il), el puma (bankilal bolom), la onza y el gato montés (itzinal bolom); la carne de estos animales no se come y se distinguen porque tienen cinco dedos en las patas (Scheffler 1992: 90).


     Refiere James W. Dow (1974: 95), entre los otomíes la fuerza o esencia vital que compone la personalidad de los seres vivos se llama zaki, el cual se encuentra más allá del ser consciente. La persona desanimada ha perdido el zaki. Caerá enferma porque ha perdido aquello que le permite enfrentarse a los retos de la vida. El zaki se representa con muñeco de papel. El zaki otomí es el equivalente del ch´ulel tzotzil, traducido por “alma” (Vogt, 1996:115).


     James W. Dow (1974: 102) refiere que el otomí de la Sierra cree que cada ser humano tiene uno o más espíritus animales compañeros (rogi) con destino paralelo al suyo propio. Viven en el bosque cerca de la persona y a veces se les ve rondando la casa. Como su zaki es muy fuerte pueden andar muy de prisa entre los bosques. Sin embargo, la persona nunca puede saber con seguridad que animales son sus espíritus afines. Uno puede vislumbrar a su rogi, pero para el hombre ordinario, es completamente imposible distinguirlo de un animal común. Los chamanes y los dioses si saben y pueden dar órdenes a su rogi. El destino del ser humano es paralelo al de su rogi, así que, si una persona tiene un solo rogi y el rogi muere, la persona también muere.


     Los rogi desempeñan una función en las ceremonias de cura. El chamán invoca al rogi del enfermo para que ayude a curarlo, para lo cual incorpora las figuras del rogi con los muñequitos de papel que representan el zaki del enfermo. Estos muñequitos se utilizan en el ritual de la curación. Si es caso de brujería, el chamán envía a sus rogi a luchar con los rogi del brujo. En ciertas ceremonias contra la brujería el rogi del chamán lleva las malignas mixturas de brujos desde dondequiera que éste los implantó, hasta la parte de la casa del enfermo o hasta el interior, donde se está efectuando la ceremonia. Con un gesto dramático, el chamán saca la asquerosa implantación, para que todos la vean y luego la neutraliza ante la mirada de los espectadores.



     El puma y el águila son los espíritus animales afines de los curanderos; la zorra y la lechuza, los de los brujos y del diablo. Cuando aúlla la zorra dicen que busca a un hombre y como nadie sabe a cuál, todos tienen miedo. Para el otomí el sol es bueno y la luna es mala –es sumamente peligrosa para las mujeres embarazadas y es portadora de enfermedades. Los de San Pablito creen en un rogi legendario, propio de su pueblo, que es el Águila de cuatro cabezas.


     Montoya (1964: 165), comenta que entre los náhuatl de Puebla se cree que las almas de los suicidas “no son bien recibidas en el otro mundo y que por eso sufren mucho”.

     Mounsey (1975: 59), refiere que los indígenas nahuas de Huitzilan, Pue., no creen que el alma de los difuntos vaya al cielo. Aseguran que se quedan vagando por los alrededores y así es como explican muchos fenómenos que no parecen tener causas tangibles. Hay espíritus malos y espíritus buenos que han obtenido la gracia de Dios.


     Turner (1973: 123), comenta que en Oaxaca, los chontales de los altos, creen que el alma de uno que muere asesinado está condenada a vagar eternamente en este mundo por los alrededores de donde lo mataron. Por lo que es probable que un asesino huya de su población porque le dé miedo el vivir tan cerca del alma de su víctima.


     Carlos Basauri (1990: 627-628) al estudiar la población negroide de la Costa Chica desde Acapulco, Guerrero, hasta Puerto Ángel, Oaxaca, descubrió que ellos creen en el tono, por lo que, cuando nace un niño, es llevado a las 12 en punto de la noche a algún camino que sea transversal a otro, es decir, que esté en cruz, y lo colocan sobre una cama de ceniza, esperando ver que pase un animal o identificándolo por sus ruidos, rugidos, etc. Este animal será el tono del niño, una especie de ángel de la guarda.


Se cuenta, y de ello están firmemente convencidos, que un negro fue salvado por su tono en un río. El tono era un caimán; el hombre, borracho y perseguido por algunos enemigos, se arrojó al agua y estaba a punto de ahogarse a la mitad del río, que era muy caudaloso, cuando el caimán se le acercó y tomándolo muy suavemente con las mandíbulas, lo transportó a la otra orilla. El mismo interesado nos narró este acontecimiento, y algunas personas que se encontraban presentes nos aseguraron haber sido testigos de ello.


Cuando algún mestizo mata o hiere a un tigre en las selvas cercanas, inmediatamente algún negro enferma gravemente, pues su tono así se encuentra. En estos casos acostumbran disparar al aire una escopeta, lavan el interior del cañón del arma con agua del río y se la dan al enfermo, con lo que seguramente sana.


     Séjourné (1985: 52-53), refiere que entre los zapotecas de Cuixtla, Oaxaca existe ésta misma costumbre: Cuando alguna persona sufre algún ataque o vértigo y su tono es algún animal silvestre, se le dispara un balazo de pistola o escopeta lo más cerca posible de los oídos. Con esto recupera la salud. Estas gentes cuidan de que no se les haga daño a aquellos animales que son sus tonos, y se cuenta que pueden acariciarlos y convivir con ellos, aun cuando se trate de animales feroces.  Nuevamente, comenta Séjourné (1985: 53-54), que, entre los zapotecas de Santa Lucía, cuando se espera el nacimiento de un niño, se rodea la casa con un cinturón de ceniza sobre el cual, una vez llegado el recién nacido, se busca la huella del animal que pasó por allí y con el que el nuevo ser humano quedará ligado toda su vida. Cuando el niño tiene ocho meses, se le lleva durante la noche a la montaña, y se le deja solo para que trabe conocimiento con su tono. Se han visto, así, niños en compañía de tigres, águilas o serpientes, sin que sufrieran ningún daño.



     Montoya (1964:166), comenta que en la comunidad náhuatl de Atla, municipio de Pahuatlán, Puebla, se tiene la creencia “cristianizada” de que al morir no se acaba todo. Aquellos que “cumplieron con los mandamientos” almas buenas o cuale  itonal, se vuelven a introducir en el vientre de una mujer para nacer de nuevo y convertirse una vez más en “cristianos”. Pero si se trató de un hombre malo o amo cuale  itonal, en lugar de renacer en el vientre de una mujer lo hará en de un animal, el vientre de una res, de un puerco o de un perro; muere el animal y muere el alma.


     Bennett y Zingg (1986: 372), citando a Lumholtz comentan que al morir un tarahumara es colocada comida en un lugar cercano fuera de la casa durante la primera noche, y que se esparcen cenizas todo alrededor, para descubrir las huellas del animal que se acerca para comerla. Así se determina en qué animal se convertirá el alma.


     Mariángela Rodríguez (1986: 90), estudiando a los indios Mayos refiere que cuando se transgrede la norma de no hacer vida marital entre compadres (que es el parentesco más sagrado), cuando la persona se muere se convierte en coyote, pero conserva su cara de hombre y sale a recorrer los siete centros ceremoniales de los mayos y pasa un año en cada uno de ellos, para comerse a los niños que no estén bautizados. Para ahuyentarlo, en las casas ponen cruces de palma y a los niños se les rocía con agua bendita.


     Ichon (1973: 210), en su estudio sobre los totonacas de la sierra, comenta: Las madres, después de haber guardado cierto tiempo al alma del niño, pueden hacerla reencarnar. Es incierto que reencarne en la misma familia. Se dice que cuando una mujer ha permanecido estéril mucho tiempo, y que al fin espera un niño, en éste viene el alma de otro que murió y que retorna al mundo.


     Reyes (1990: 24), estudiando a los nahuas de Zongolica, Ver., refiere que todos los seres humanos poseen una tonal o fuerza vital que se puede sentir en las articulaciones. Y puede tener existencia momentánea fuera del cuerpo. Se sueña porque nuestro tonal vaga.


     Quezada (1997: 363-364), reporta que en Huexotla, jurisdicción de Texcoco los indios sacan cotidianamente las cenizas de los braceros y fogones que usan, apartándola en lugar inmediato a la casa y evitando que se junte con la basura. Pues creen que, al resucitar después del juicio, volverán a vivir en el mundo y que su mantenimiento ha de ser comer ceniza y sólo los que la guardan ahora se mantendrán inmortales. Los que no la guardan en esta vida volverán a morir para nunca más resucitar.


     Según Samael Aun Weor, todo ser humano nace en cada reencarnación humana bajo un astro distinto a fin de irse redondeando el Ego poco a poco.


     Dolores Rodríguez, me comenta que, si la persona muere el día de su cumpleaños, su tona muere para siempre; nunca más vuelve a reencarnarse.


     Münch (1994: 192) comenta: entre los nahuas y los popolucas se ha perdido la idea de que cuando nace un hombre, al mismo tiempo aparece su animal compañero o tona, con quien comparte características semejantes. Creen en la inmortalidad del espíritu, en el paraíso, el infierno y la reencarnación. Se cree que el alma de los muertos por hechicería va al infierno, bajo el dominio de Satanás y jamás disfrutarán de la gloria o cielo. El poder de los hechiceros trasciende a la vida futura.



     Flanet (1977: 74-75, 110-111, 114), refiere que entre los mixtecos el día del bautizo católico, los padres del niño ofrecen el animalito de éste a Dios –“para que nada vaya en contra del tono del niño”-, de ahí, las familias van a la casa del padrino para efectuar el ritual indígena: el padrino llama a su “nahual” para recomendarle la vida del animal compañero de su ahijado; así a través de su propio animal, el padrino velará por la vida de su ahijado. El tono de las niñas se llama “uviña”  y el de los niños “uvira”. Del mixteco uvi, dos, doble + ña, afijo, pronombre femenino; y ra, pronombre masculino. El individuo adulto que quiere cometer actos prohibidos en su grupo, va a utilizar a su “doble-animal” para obtener sus fines y actuar con impunidad. De ese modo el individuo se protege, sobre todo, de la Justicia del Tribunal: “Ya no quiero hacer esas pendejadas de matar a alguien; no quiero encontrarme en el bote;…mejor con la movida del tono”. Las formas para perjudicar son: actuar –directamente- sobre el nahual de su enemigo. Pero, algunos nahuales que son fuertes (“tigre”, serpiente, escorpión…) pueden matar a un enemigo, para ellos es fácil; “hay que pedírselo al nahual y él lo hace”.


     Thomas (1974: 78, 80, 103), refiere que entre los zoques de Chiapas, los brujos que tienen el poder de quemar el espíritu se reúnen de noche en un lugar secreto para hacer juntos sus oraciones al mal espíritu (yach pa’ti) antes de separarse para cumplir individualmente con sus perversas misiones. Sus oraciones pueden hacer que el alma (angs’suk) de una víctima sea arrojada al fuego de la casa, provocándole la muerte.


     Weitlaner (1977: 168), comenta que los chinantecos creen que cuando es herida la tona, el individuo enfermo puede salvarse si obtiene la piel o la carne de la tona, entonces se come la carne cruda junto con una yerba olorosa, y la tona se cambia a la cría.


     Furst (1972: 75-76, 78), comenta que entre el lapso de vida de los Huicholes la fuerza esencial de la vida o alma, será llamada kupúri, que literalmente quiere decir “pelusilla” y que se refiere al “punto blando” o corona de la cabeza (fontanela). Cuando ha sido capturada por el mará’akáme en su manifestación post-mortem como insecto luminoso se la llama xáipi’iyári (xáipi, mosca o insecto volador; ‘iyári, corazón o esencia). En su nueva forma de cristal de roca se le conoce con varios nombres: Tewarí, abuelo; uquiyári, guardián, protector o jefe; o ‘uru’iyári y ‘urukáme, de ‘uru, flecha. Estos nombres se refieren a la flecha a la que se atan éstos cristales de roca, envueltos en una especie de algodón virgen y cosidos dentro de un kauxé’, bolsita de algodón especialmente preparada y decorada. Los dos términos más comunes son ‘urukáme y tewari, siendo empleado el último en el sentido de antepasado. Se convierten en ‘urukáme solamente las almas que tuvieron sesenta o setenta años, la gente vieja, la de sabiduría regresan a los cinco años; aquellos de más de cincuenta años que también tienen experiencia, sabiduría, conocimientos, pues son mará’akáme ya han ido por el peyote (a Wirikúta) regresan después de los cinco años.


     ‘Urukáme, es la transformación que sufre durante los cinco años el alma del muerto y consiste en que año tras años se juntan pequeños huesitos del difunto hasta formar un pequeño cristalito de roca, estos pequeñísimos cristales, son muy bellos, brillantes de colores, muy transparentes. El ‘urukáme contiene todo lo que pertenece a esa vida y tiene poderes como los otros dioses para poder ayudar a sus familiares.


     Wirikúta, es el mágico país del Divino Venado-Peyote, ubicado aproximadamente a 500 km al Este de la actual tierra natal de los Huicholes en el alto desierto norte-central de San Luís Potosí. Anguiano (1978: 8).

 

     Cruz (1946: 129-131), refiere que los zapotecas denominan a la tona como quella, guella o guenda. Las guendas más usuales son el tigre (béeche), el búho (tama xihui), el águila (picija o biciáa), el gavilán (bisiá huiini’), el lagarto (chilla), la culebra (pela o benda), el cuervo (biyacqui o bia’ki’), el zopilote (so’pe’) y el zanate (bigose). El olivo silvestre (biahuitao) y el zapote (biahui) son sus guendas vegetales. Antes del cristianismo se señalaba la guenda por medio del Tonalpohualli o calendario ritual de los zapotecas. Posteriormente para buscar la guenda se valieron de la identificación de huellas que aparecieran en las cenizas regadas alrededor del petate del recién nacido, o de escuchar con mucha atención cualquier ruido o rumor y/o de la observación de cualquier acontecimiento extraordinario que ocurriera en las cercanías.


     Huerta (1981: 224-226), comenta que en Oaxaca, entre los triques, éstos piensan que si una persona tiene como tona un animal con garras (tigre, león, lobo, etc.) y se recorta las uñas de pies y manos, a la tona le sucede algo similar y con sus garras mutiladas, tiene entonces dificultades para subir a los árboles o a las laderas de los cerros. Si una persona es “principal” tiene dos tonas, y éstas mueren al morir la persona. Con motivo de ciertas venganzas, matan al animal que se supone es la tona del enemigo y la persona cuya tona muere sangra por nariz y boca, pero se puede salvar esta persona tomando cierta mezcla de hierbas en la cual se lava un “bastón de mando” de un “principal”. La tona madura física y espiritualmente a la par del hombre, y su importancia es paralela a la del estatus de la persona.


     Incháustegui (1977: 141, 151, 154), refiere que los mazatecos tienen su “Shimajo”, que quiere decir “segundo” (tona). Pueden ser Shimajo el tigre (shaee) o el tigrillo (cha’chitú).


     Según los catequistas, el alma se pierde al pecar en contra de Dios, la Virgen o los Santos.

 

 

Tomado del libro de mí autoría.

Los Tuxtlas nombres geográficos pípil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos. Ediciones Culturales Exclusivas. 2007.



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