KOSHEENSHEN
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
En Mecayapan y
Tatahuicapan en los meses de mayo y junio cuentan que los niños se tropiezan
con el Kosheenshen. Cuando éste está cerca se percibe un intenso olor a piña.
“…Empieza desde el panteón a hacer un ruido de sonajas. Detrás de ese ruido
viene la cabeza. Esa cabeza brinca y los perros detrás la corretean y le
ladran. El que se acerque a ella se muere de repente, se vuelve piedra. Detrás,
junto con los perros, corren los practicantes de brujos haciendo: ¡chen, chen,
chen! Es el diablo mismo o son los brujos. También puede que sea un animal
sobrenatural o del encanto. Sedeño y Becerril (1985: 157).
Moscoso (1991: 49-53),
refiere en relación a las cabezas rodantes del mal que, existen brujas
tzotziles que tienen la facultad de desprender su cabeza para que ésta vaya
rodando por caminos y veredas hasta casa de la persona a la cual provocará un
daño mortal; para lo cual hacen pactos con los “dueños de las cuevas”
llevándoles en sacrificio, un día miércoles, una gallina negra. Diciendo entre
tantas rezos y plegarias: “Señor dueño de la cueva, concédeme la dicha de poder
hacer mal a los que me envidian o a los que son mis enemigos”. La medianoche
indicada para tal maleficio la luna debe estar oculta por varias horas, y el
esposo de la bruja completamente dormido, ajeno a esta aberración. Al llegar la
cabeza a la casa escogida, busca algún hueco que le permita entrar, logrado lo
cual lo primero que hace es acercarse al fogón y comer el carbón que se
encuentra apagado. Si la víctima llegara a despertar verá la cabeza con terror,
estando condenado a morir en breve plazo. Pero, aun cuando no se despierte, la
misma proximidad de la cabeza le causará el daño mortal. El único peligro que
corre la cabeza rodante consiste en que se enrede su cabellera –que las mujeres
indígenas siempre usan larga- en algún tronco o rama con espinas, y que no
pueda desatarse, antes de que alumbre el sol, para unirse nuevamente al cuerpo
porque en tal caso morirían en el acto ambas partes. Si el marido llegara a
sospechar por encontrar huellas de carbón en los dientes de su mujer de que
ésta es bruja, la vigilará esperando la próxima excursión de la cabeza para
bañar el cuerpo con un “secreto” enseñado por algún curandero y que consiste en
una mezcla de ajos, sal, tabaco y dos litros de agua. Tal sustancia hará que,
al regresar la cabeza ya no pueda unirse al cuerpo que ha quedado sin vida, y
unos instantes después la cabeza perderá toda su vitalidad, muriendo junto al
cuerpo. Empero, es tal el poder de la bruja que también el esposo fallece unas
horas después.
Pacheco Cruz
(1934:83-86), comenta entre los mayas de Quintana Roo la leyenda de Xkokoltzek,
señora bonita y virtuosa, bisnieta de un noble de la monarquía itzalana de
Chichén. La cual desprendía su cabeza del cuerpo y al enterarse el marido de su
facultad, esperó vigilante que se repitiera este evento, y una vez consumado,
se acercó al cuerpo sin cabeza de su amada aplicándole cenizas con sal al
cuello aún sangrante y esperó escondido el regreso de la cabeza, la que al
volver quiso reintegrarse al cuerpo, fracasando en repetidos intentos. Entonces
buscando al marido, el cual se encontraba escondido y aterrorizado de verla, se
acercó de un salto a él y con lágrimas que rodaron por sus mejillas aún lozanas
le dijo sollozando: -¿Ta uiláh baax ta betáh ten in otzil icham…? (¿Ves lo que
me has hecho pobre marido mío?). Pero él lejos de responder, tomó su morral y
sus útiles de trabajo y salió para su milpa. Estaba cadavérico y a pesar de su
dureza de alma no pudo contenerse y se desahogó llorando en el trayecto. Llegó,
colgó su morral y se dedicó a trabajar. Cuando sintió hambre fue a sacar de ese
morral una jícara y pozole para tomar, pero cuál no fue su asombro al encontrar
la cabeza de su esposa que le volvió a decir sollozando. -¿Ta uiláh baax ta
betáh ten in otzil icham…? (¿Ves lo que me has hecho pobre marido mío?). Él
preocupado buscó consejos de un sabio hechicero el cual le recomendó untar una
pomada a la cabeza, la cual enterró junto con el cuerpo, librándose así de esta
maldición (no se lo llevó la bruja).
Me llama mucho la
atención la similitud de los nombres de Kosheenshen y de Xkokoltzek, al parecer
el primero es una corrupción del segundo, el cual Peniche (1982:21) refiere que
algunos filólogos dan el sórdido sentido de “Mugrienta castigadora”.
Tomado del libro de mí
autoría.
Los Tuxtlas nombres
geográficos pípil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las cosmologías de
las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos.
Ediciones Culturales Exclusivas. 2007.
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