LOS
AMANTES Y EL SEÑOR DE CHALMA
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Dibujo de Alberto Beltrán
A principios del siglo
XX, en plena época de la Revolución, antes de que los carrancistas acabaran con
el poblado de Milpa Alta volviéndolo un lugar lóbrego y solitario, que hasta un
par de ánimas errantes llegó, para quedarse en él; los habitantes acudían, en
el mes de enero, en procesión año tras año al Santuario de Chalma, situado a 60
kilómetros, en donde en la cuarta década del s. XVl los frailes agustinos
habían llevado un Cristo Negro para suplantar a la divinidad prehispánica
Tezcatlipoca, llamado por los frailes Oztotéotl, Dios de la Cueva, colocándolo
en la gruta de éste. La gente devota y ferviente acudía a agradecer o a pedir
favores al Señor de Chalma, el cual decían que era muy milagroso. Casi todos,
en la medida de sus posibilidades, llevaban como ofrendas ramos de flores,
floreros, candeleros, cirios, veladoras, aceites y manteles para el altar. Era
usual, además, llevar un estandarte que indicaba de dónde venían.
La procesión recorría
esa distancia en dos días, parando en poblados y parajes intermedios para
descansar y tomar sus alimentos. La penúltima parada la hacían en un lugar
simbólico, después de Ocuilan, en donde se encuentran dos árboles de pino sobre
el camino. La historia de estos pinos es la siguiente:
Se comenta que una
pareja de pocos años de casados, la cual vivía plenamente enamorada, quiso ir a
pedirle con mucha ilusión al Señor y Padre de Chalma que bendijera de por vida
su gran amor. El Santo al escucharlos, supo que el esposo en un par de años se
enamoraría inevitable y perdidamente de otra mujer, y que la joven esposa ante
la ruptura de amor, deshecha en un mar de lágrimas, moriría de dolor. El Santo,
quiso concederles el deseo expresado por ellos, y a la vez, tratando de evitar
el cruel desenlace que el destino les tenía preparado, los convirtió en un par
de árboles que se mantienen abrazados de por vida, y al pie de ellos hizo pasar
un arroyo como muestra de las lágrimas de felicidad de la joven enamorada.
Después de esta
conversión a la pareja, se acostumbró que todo peregrino que iba por primera
vez tenía que bailar frente a estos árboles. Unos hombres dejaban el sombrero.
Algunas mujeres bailaban y otras se cortaban el pelo o se rompían las ropas y
colgaban ambas cosas en el árbol. Había quien colgaba en el árbol el ombligo de
un niño. Habiendo bailado y todo ya colgado, continuaban su camino hasta
Chalma. Se decía que en ese lugar se dejaba todo el cansancio debajo de esos
árboles.
La mayor afluencia de
peregrinos se produce durante el primer viernes de cuaresma, cuando se combinan
ritos católicos y paganos, como el dedicado a la deidad mazahua Oztotéotl.
Xalapa, Ver. México.
18.01.2020
Algunos datos sobre la
peregrinación y los árboles los tomé de la Memoria Náhuatl de Milpa Alta
relatada por dona Luz Jiménez, en el libro de Fernando Horcasitas.
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