CHALCHIUHTLICUE o CHALCHIUHCUEYE
Antonio
Fco. Rodríguez Alvarado
Chalchiuhtlicue o
Chalchiuhcueye. “Falda de jadeíta”. También llamada Acuecuéyotl, “Olas de
agua”, Apozonalotl, “Espuma de agua”. Era la diosa del agua corriente.
Sahagún señala al respecto: “…pintábanla
como mujer, y decían que era hermana de los dioses de la lluvia que llamaban
tlaloques; honrábanla porque decían que ella tenía poder sobre el agua del mar
y de los ríos, para ahogar a los que andaban en estas aguas y hacer tempestades
y torbellinos en ellas, y anegar los navíos y barcas y otras cosas que
caminaban por el agua. Los que eran devotos a ella y la festejaban eran todos
aquellos que tienen sus granjerías en el agua, como son los que las venden en
acalli (canoas), y los que la venden en tinajas en la plaza…”
Comentarios de Sahagún y Chavero: Los
atavíos con que pintaban a esta diosa, eran la cara, las manos y los pies de
color amarillo; los pies estaban calzados
con cactli (sandalias) blancos. Le ponían un collar con piedras
preciosas, de que colgaba una medalla de oro, en la cabeza una corona de papel
pintada de azul claro, con unos penachos de plumas verdes de quetzal y orejeras
labradas de turquesas, y corporalmente, el clásico cueitl (enaguas) y el
huipilli (camisa o blusa), con motivos que representaban el agua, ambas color
azul claro, con unas franjas de que colgaban caracolitos marinos. En la mano
izquierda llevaba un chimalli (escudo) con un atlacuezonan (nenúfar) pintado y
en la otra un palo sonaja, a manera de cetro. Las cuatro deidades, hijas de los
dioses primigenios, crearon a esta diosa al mismo tiempo que a Tláloc su
esposo.
Además de los aztecas, era también
venerada como diosa de la lluvia por los tlaxcaltecas quienes la llamaron
Matlalcueye “La que tiene faldellín de color azul”. Mismo nombre daban al
volcán, que hoy se llama La Malinche, en cuya cumbre hacían cultos consistentes
en oración y sacrificio por formarse nublados tempestuosos que ordinariamente
descargan sobre la ciudad de Puebla.
Como diosa del mar fue venerada en las
costas de Veracruz, en lo que ahora conocemos como Chalchiuhcuecan y
Chalchiuhcueyecan, “Morada de la falda de esmeraldas” o “Morada de la que tiene
falda de esmeraldas o piedras preciosas”. Donde está hoy la ciudad y puerto de
Veracruz, el más célebre y el más frecuentado de la Nueva España. Al
desembarcar los españoles en Chalchiuhcueyecan admirados del color verde jade
de las aguas que bañaban la costa y cuyo oleaje refrescaba la candente arena lo
bautizaron como "Costa Verde".
Chalchiuhcueye estaba también vinculada al
nacimiento. Sahagún incluye la invocación que las parteras hacían de ella
cuando bañaban al recién nacido. "Recíbate el agua por ser tu madre la
diosa Chalchiuhcueye. Esta ablución te libre de las manchas y suciedades que
traes del vientre de tu madre, te limpie el corazón y te de buena y perfecta
vida".
En relación al matrimonio. Al quinto día
de recién casado, un sacerdote echaba al hombre cuatro veces agua en honra de
la diosa Chalchiuhcueye y otras tantas vino en honra de Tezcatzóncatl (El de la
cabellera reluciente), uno de los dioses del pulque.
La Historia de los Mexicanos por sus
Pinturas narra que quiso Quetzalcóatl que su hijo fuese Sol, el cual tenía a él
por padre y no tenía madre, y también quiso que
Tláloc hiciese a su hijo de él y de Chalchiuhcueye aventarlo al rescoldo
de una hoguera, y que allí salió la Luna, que por eso parece cenicienta y
oscura.
En el Códice Borbónico se aprecia la
hermosa pintura con que es representada esta diosa. Salía de su cuerpo y se
extendía por sus pies, en forma de larguísima cauda, el símbolo del agua, cuya
corriente arrastra el itacatl (Itacate) de un mercader, a un guerrero y a una
mujer. Víveres o vituallas procedentes del interior de las aguas o de la
exuberante y pródiga tierra.
La fiesta principal de esta diosa se hacía
en la veintena Etzacualiztli (Comida de poleadas de frijol). Nombre del sexto
mes o veintena del calendario.
Los señores y reyes veneraban mucho a esta
diosa con otras dos, que era la diosa de los mantenimientos, que llamaban
Chicomecóatl (Siete culebras), y la diosa de la sal que llamaban Huixtocíhuatl,
porque decían que estas tres diosas mantenían a la gente popular, para que
pudiesen vivir y multiplicar.
Chicomecóatl, o sea la Tierra. Diosa de la
germinación de las plantas, pues bajo este nombre era el numen de la
esterilidad y del hambre, representando
la tierra, negando sus frutos, presenciando la muerte de los seres y encerrando
los despojos en su seno, desnuda de su verdor durante el invierno, presenta una
faz angustiosa y dura; mientras su fertilidad abundosa, el nacimiento constante
de nuevos individuos, la reaparición de las plantas en la primavera, la ofrecen
como blanda y amorosa: de aquí de considerarla madre y madrasta al mismo
tiempo, el bien y el mal en una sola pieza. En su advocación de benevolencia
era conocida como Chalchiuhcíhuatl (Mujer preciosa como la esmeralda), la cual
presidía a la abundancia y al regocijo.
Chalchiuhcíhuatl, era representada como
una linda moza, con una tiara en la cabeza, con cueitl (enaguas), huipilli
(camisa o blusa) y cactli (sandalias), todo rojo; entre sus atavíos galanos se
distinguían sus ricos aretes, el collar de mazorcas de oro remedando las del
maíz, y las mazorcas, también de oro, que en las manos llevaba, con los brazos
extendidos cual si estuviera bailando.
La fiesta de esta diosa era general en el
país y en ella le pedían año abundante de mantenimientos.
La diosa Huixtocíhuatl. Sahagún dice que
la reputaban hermana mayor de los tlaloques, "y que por cierta desgracia
que hubo entre ellos y ella, la persiguieron y desterraron a las aguas saladas,
y allí inventó la sal, de la manera que ahora se hace con tinajas y con
amontonar la tierra; y por esta razón la honraban y adoraban los que trataban
en sal". Era célebre entre los
mexicanos por las muchas salinas que tenían cerca de la capital.
Celebraban la fiesta de esta diosa en el
mes Tecuilhuitontli (Fiestecita de los Señores). Nombre de la séptima veintena
o mes del año.
Dato curioso.
El 16 de abril de 1964, cuando el Museo Nacional de Antropología
decidió cargar y transportar a México, D. F.
un enorme monolito, una estatua de Tláloc de 7 metros de altura y de
200 toneladas, encontrada acostada, sepultada a 60 cm de la tierra, construida
muchos siglos antes en Cuautlinchan, cerca de Texcoco, cientos de granjeros de
la zona, con el argumento de que la pérdida del dios traería sequía y
probablemente enfermedades, acosaron a los transportistas del museo,
furiosamente quitaron las coberturas y cortaron los cables de acero con los que
el antiguo dios había sido atado sobre una plataforma especial para su
transporte. El Gobierno tuvo que llegar a una negociación con ellos para que
accedieran a entregar a su dios.
El día que "Tláloc" llegó a la
capital, la ciudad amaneció sumida en una tormenta: el tráfico se detuvo, y la
barda de un estacionamiento se derrumbó sepultando a 30 carros. Este suceso
propició que las primeras planas de los periódicos de toda la nación
consignaron la evidencia del vigor de "Tláloc". Por otro lado, el gobernador
del Estado de Jalisco, ese año acosado por la sequía, telegrafió a las
autoridades de la capital rogando que se le prestara por un tiempo el enorme
monolito.
Estudios arqueológicos posteriores
demostraron que la estatua no pertenecía a Tláloc sino a su amada
Chalchiuhcueye, y en efecto, se aprecia en el atuendo el faldellín de la diosa.
Extraído de mi libro inédito: Dioses,
Demonios y Enfermedades del México Prehispánico.
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