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jueves, 28 de febrero de 2019

Manuel Gutiérrez Nájera y el Modernismo en México. Antonio Fco. Rguez. A.


MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA
“El Duque Job”
POETAS MODERNISTAS DE MÉXICO

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Nació en 1859 en la casa número 2 de la calle del Esclavo, hoy Rep. De Chile, en la ciudad de México. En los primeros años se dedicó al comercio, en los que sus parientes querían que hiciese su carrera; pero muy pronto se revelaron su talento de escritor y su vocación de poeta, que fue verdaderamente irresistible.


     Pocas veces la palabra poeta y lo que ella implica de creación y maravilla, es tan justamente aplicada. Se trata de un verdadero poeta, de un portalira de derecho divino, de un cantor por obra y gracia de la Naturaleza. El poeta, según la palabra griega de que deriva esta voz, crea, inventa; el vate, vaticina; el bardo, canta como los druidas inspirados, en la solemnidad de la fe; el trovador peregrina y entona trovas lisonjeras y galantes. Gutiérrez Nájera no tuvo del vate; tuvo, sí, del bardo, por sus composiciones iniciales, llenas de unción, y por su constante misticismo. Y fue por excelencia poeta.

     Comenzó a publicar sus versos – que causaron una verdadera revolución literaria en México, como que fue el introductor de la literatura moderna en este país –, en los principales periódicos de la época. Fue un poeta altísimo, exquisito, de una delicadeza incomparable, que además de la gracia, de la morbidez formal y de la nota de quejumbre o amargor sentimental, caracteriza a Gutiérrez Nájera, en cuanto poeta, la voluptuosidad, una voluptuosidad casi femenina por recatada y un suave misticismo persistente, ajeno a los dogmas, un noble sentimiento religioso. Sus méritos como prosista no son menos, escribió cuentos primorosos, que se publicaron principalmente en la “Revista Azul”, semanario de arte que él fundó.  Publicó también notas humorísticas deliciosas, que vanamente han querido imitar otros escritores; escribió también artículos de sabia crítica literaria y teatral, que afianzaron su reputación de hombre de letras notable. Sin llegar a la  popularidad banal, “El Duque Job” fue amado por la juventud intelectual de México, y forma con Amado Nervo y Salvador Díaz Mirón, la trilogía de los mejores poetas mexicanos.

     Su nombre de letras más usual era “El Duque Job”, y se dice que adoptó este seudónimo después de leer la comedia de León de Laya, en la que el principal personaje es Jean de Rieux, tipo simpático por su desinterés y que apodaban “El Duque de Job” por su extraña pobreza.

     Algunos de sus versos. Como La Serenata de Schubert, La Duquesa Job, Para un Menú, etc., son tenazmente recitados por los declamadores.

     Manuel Gutiérrez Nájera falleció el años de 1895, en la ciudad de México, en la casa número 46 de la Calle de Brasil.

     Escribía entonces crónicas para “el Universal”, (aquel “Universal” que fundara Reyes Spíndola, y que después fue de don Eusebio Sánchez). Por esa circunstancia, su muerte fue dolorosamente sensacional, pues los lectores metropolitanos estaban muy acostumbrados a las crónicas de “El Duque Job”, y amaban a su poeta, ya célebre desde sus primeros artículos en otras publicaciones periódicas de entonces.

     Lo que más se lamentaba era que Gutiérrez Nájera fenecía cuando apenas llegaba a los treinta y seis años, y casi súbitamente, pues duró poco tiempo enfermo, y se esperaba mucho de su musa privilegiada y de su prosa distinguida, siendo de suponer que algo de lo suyo quedara inconcluso en poder de su viuda, que fue Directora de la Casa de Maternidad.

     También en la Revista Moderna, de Jesús Valenzuela, colaboró Manuel Gutiérrez Nájera, publicándose allí algunos de sus versos más delicados y originales, con gran beneplácito de la sociedad mexicana honesta y culta, que lo tenía en alta estima, por la aristocracia y la finura que se descubría en cuanto “el Duque Job” daba al libro o al periódico.

     La Librería de Bouret fue la primera que presentó en dos hermosos tomos las poesías del trascendental reformador de nuestra lírica, poesías que aparecieron dos meses después de su muerte, y cuya publicación se debió a gestiones de sus amigos.

     Esos libros, así como el tomo de los “Sermones”, están hoy agotados, y por eso debe considerarse como loable todo esfuerzo editorial que se haga por difundir la obra del gran artista del verso y conservarla pura en la memoria del público, ya que es difícil que volvamos a tener otro “Duque Job”.

     Como que, hablando de él, Juan Ramón Jiménez decía en Madrid a un periodista que iba de acá:

     “Lo que más me interesa de México es Gutiérrez Nájera. ¿Cómo me haría de algunos de sus libros?”

     No sabía el poeta andaluz que aquí, en México, nos hacíamos la misma pregunta, sin poder encontrar ningún cuaderno del gran bardo citadino. Cuanto se imprimía de él, cuanto se agotaba. Y sigue pasando lo mismo: las ediciones de Gutiérrez Nájera se consumen rápidamente, por la misma calidad de su contenido y por el amor que el público le sigue teniendo.

     Es un poeta del hogar, de la familia, del amor, del dolor y de la vida; un poeta que se debe tener siempre en casa, porque, cuando menos se piensa, la vida misma presenta un dolor como el de sus versos o una alegría como la de sus brindis…

     “Las novias pasadas son copas vacías”…

Prólogo del libro Manuel Gutiérrez Nájera. El Duque Job.  SUS MEJORES POESÍAS. Edición Ilustrada con el Retrato y Biografía del Autor. El Libro Español, México D. F. 1941.



La Revista Azul, núcleo del Modernismo en México, fue fundada por Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufoo, El secretario de redacción de la revista fue Luis G. Urbina. Fue publicada como un suplemento dominical del periódico El Liberal del 6 de mayo de 1894 al 11 de octubre de 1896. La publicación expuso a diversos autores europeos e hispanoamericanos del modernismo, tendencia literaria de la época. Llegó a ser portavoz de este movimiento en América Latina, el cual se caracterizó en renovar la prosa y poesía hispánica evitando caer en el exceso de la retórica romántica.

PARA ENTONCES
Manuel Gutiérrez Nájera

Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

No escuchar los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste, retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.




PARA UN MENÚ
Manuel Gutiérrez Nájera

Las novias pasadas son copas vacías,
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos… huyeron los días…
¡Traed otras copas con nuevo licor!

¡Champán son las rubias de cutis de azalia;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos obscuros son vino de Italia
los verdes y claros son vino del Rhin!

¡Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café,
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té!

¡La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor…
Las copas dejemos…; si queda una gota,
que beba el lacayo la heces de amor!







AMADO NERVO (1870-1919)
 Nació en Tepic. Vivió en Francia, donde estuvo en contacto con Rubén Darío. Vive trece años en Madrid desempeñando labores diplomáticas y escribiendo para periódicos. Muere en Montevideo, siendo ministerio plenipotenciario en Argentina y Uruguay.

Amado Nervo es el poeta central del Modernismo mexicano, es el punto medio entre el afán renovador de Gutiérrez Nájera y la plenitud de López Velarde. Los mejores poemas de Nervo son aquellos en los que se busca nuevos ritmos que se aparten de las normas académicas y expresen la nueva sensibilidad de novecientos y su propio conflicto entre el erotismo y la fe religiosa. (El blog de Marubuelna).



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EN PAZ

Amado Nervo


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!


SALVADOR DIAZ MIRON (1853-1928)
     Estudio en el Seminario de Xalapa. A los veinte años comienza a publicar en periódicos. Dedicado a la política en su estado natal, Veracruz, fue diputado en varias ocasiones. Durante el periodo de Victoriano Huerta fue director del periódico oficial de la dictadura. A la caída de Huerta se refugió en España y Cuba, regresando a Veracruz varios años más tarde.

     En su obra mantiene los valores de la generación liberal, quiere ser "paladín contra los tiranos" dar ejemplos de altivez y rebeldía, habla de las ansias de justicia social. Su poesía, aunque grandilocuente y a veces demagógica, muestra su don de forma, su búsqueda de concisión, muy cerca del ideal parnasiano, y abre posibilidades rítmicas al español. En los últimos años de su vida abandona la oratoria, deja de buscar el brillo, buscando ahora la forma perfecta. El combate ya no es contra los enemigos de la dignidad humana, sino contra la tiranía del idioma. Esa actitud hizo que su última poesía sea la de menor interés poético. (El blog de Marubuelna).

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A GLORIA
Salvador Díaz Mirón

No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
mi esperanza inmortal no mira el suelo;
no viendo más que sombra en el camino,
sólo contempla el esplendor del cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
es virginal y, por lo mismo, impuro.

A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo
exageres el lance en que me enredo:
yo soy altivo, y el que alienta orgullo
lleva un broquel impenetrable al miedo.

Fiando en el instinto que me empuja,
desprecio los peligros que señalas.
«El ave canta aunque la rama cruja,
como que sabe lo que son sus alas».

Erguido bajo el golpe en la porfía,
me siento superior a la victoria.
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
quitarme el triunfo, pero no la gloria.

¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro
la virtud, esa trágica, descuella;
es la sibila de palabra de oro,
la sombra que hace resaltar la estrella.

¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido
será el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
y Venus nace de la amarga espuma.

Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
crece en la orilla que el oleaje azota.
El mérito es el náufrago del alma:
vivo, se hunde; pero muerto, ¡flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
Dios dijo al agua del torrente: ¡bulle!;
y al lirio de la margen: ¡embalsama!

¡Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.


Otro gran poeta, considerado postmodernista,  RAMON LOPEZ VELARDE (1889-1921) Jerez, Zacatecas, México.

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EL RETORNO MALÉFICO
Ramón López Velarde

Mejor será no regresar al pueblo,
Al edén subvertido que se calla
En la mutilación de la metralla.
Hasta los frenos mancos,
Los dignatarios de cúpula oronda,
Han de rodar las quejas de la torre
Acribillada en los vientos de fronda.

Y la fusilería grabo en la cal
De todas las paredes
De la aldea espectral,
Negros y aciagos mapas,
Porque en ellos leyese el hijo prodigo
Al volver a su umbral
En el anochecer del maleficio,
A la luz de petróleo de una mecha
Su esperanza deshecha.

Cuando la tosca llave enmohecida
Tuerza la chirriante cerradura,
En la añeja clausura
Del zaguán, los dos púdicos
Medallones de yeso,
Entornando los párpados narcóticos,
Se miraran y se dirán: ¿Qué es eso?
Y yo entrare con pues advenedizos
Hasta el patio agorero
En que hay un brocal ensimismado,
Con un cubo de cuero
Goteando su gota categórica
Como un estribillo plañidero.

Si el sol inexorable, alegre y tónico,
Hace hervir a las fuentes catecúmenas
Si se afana la hormiga;
Si en los techos resuena y se fatiga
De los buches de tórtola el reclamo
Que entre las telarañas zumba y zumba;
Mi sed de amar será como una argolla;
Empotrada en la losa de una tumba.

Las golondrinas nuevas, renovando
Con sus noveles picos alfareros
Los nidos tempraneros;
Bajo el ópalo insigne
De los atardeceres monacales,
El lloro de recientes recentales
Por la ubérrima ubre prohibida
De la vaca, rumiante y faraónica,
Que al párvulo intimida;
Campanario de timbre novedoso;
Remozados altares;
El amor amoroso
De las parejas pares;
Noviazgos de muchachas
Frescas y humildes, como humildes coles,
Y que la mano dan por el postigo
A la luz de dramáticos faroles;
Alguna señorita
Que canta en algún piano
Alguna vieja aria;
El gendarme que pita...
... y una íntima tristeza reaccionaria.







Y no podemos irnos sin mencionar al máximo poeta modernista: Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867-León, 6 de febrero de 1916), fue un poeta, periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. después de haber hecho triunfar en España el modernismo con sus Prosas Profanas (1896), escribió versos hondos y combativos en sus Cantos de vida y esperanza (1905). Es, tal vez, el poeta que ha tenido mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado príncipe de las letras castellanas.

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SONATINA
Rubén Darío

La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave de oro;
y en un vaso olvidado se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe del Golconsa o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nulumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
La princesa está triste. La princesa está pálida…
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
La princesa está pálida. La princesa está triste…
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

¡Calla, calla, princesa dice el hada madrina,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte ,
a encenderte los labios con su beso de amor!




VENUS
Rubén Darío

En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud, bajé al fresco y callado jardín.
En el oscuro cielo, Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante, bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

«¡Oh reina rubia! -dije-, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar.»
El aire de la noche, refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.





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