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lunes, 13 de febrero de 2012

RABINDRANATH TAGORE


RABINDRANATH TAGORE
Poeta y filósofo indio (1861-1941)


MALA FAMA 
¿Por qué lloras, hijo mío? ¡Qué malos son, pues siempre te regañan sin motivo! Mientras escribías, te has manchado de tinta la cara y las manos; ¿por esto te han llamado sucio? ¡Cómo se atreven! ¿Se les ocurrirá decir que la luna nueva es sucia porque tiene la cara negra de tinta? Te acusan por cualquier tontería, hijo mío; siempre están dispuestos a meter ruido por nada.
Jugando te rompiste tu vestido: ¿por esto te llaman destrozón? ¡Cómo se atreven! ¿Qué dirían de la mañana de otoño que sonríe a través de las nubes rasgadas? No te preocupen sus regañinas, hijo mío, ni la perfecta y minuciosa cuenta que llevan de tus faltas.
Todos sabemos que te gustan los dulces. ¿Y por esto te llaman goloso? ¡Cómo se atreven! Pues, ¿qué nombre nos darán a los que encontramos tanto gusto en besarte?

EL OFICIO DE AUTOR

Me dices que papá escribe muchos libros, pero no entiendo nada de lo que escribe.
Se pasó toda la noche leyendo para ti, ¿pero has podido descubrir realmente el significado de todo aquello? ¡Tú sí, madre; tú sí que sabes contar bonitas historias! No entiendo por qué papá no puede escribir cuentos como los tuyos.
¿Es que su madre nunca le contó historias de gigantes, hadas y princesas? ¿O tal vez las ha olvidado?
A menudo se retrasa para ir a su baño, y tienes que llamarlo cien veces.
Tú lo esperas, le conservas los platos calientes, pero él sigue escribiendo y lo olvida todo.
Papá sólo sabe jugar a escribir libros.
Si alguna vez me voy a jugar en el cuarto de papá, vienes en seguida a buscarme y dices que soy malo.
Si hago un poco de ruido, me riñes: ¿¿No ves que papá está trabajando?? ¿Por qué le gustará tanto escribir, escribir siempre?
Cuando cojo la pluma o el lápiz de papá y escribo en su cuaderno a b c d e f g h i exactamente como él, ¿por qué te enfadas conmigo, madre? Pero nunca protestas cuando es papá quien escribe.
Ni te importa que papá malgaste tanto papel.
Pero si yo cojo una sola hoja para hacerme un barco, me gritas en seguida: ¿¡Hijo mío, qué pesado eres!? ¿Por qué no riñes a papá, que estropea hojas y más hojas, llenándolas de letras negras por los dos lados?

EL PRINCIPIO

-¿De donde venía yo cuando me encontraste? -preguntó el niño a su madre. Ella, llorando y riendo, le respondió apretándolo contra su pecho:
-Estabas escondido en mi corazón, como un anhelo, amor mío: estabas en las muñecas de los juegos de mi infancia, y cuando, cada mañana, formaba yo la imagen de mi Dios con barro, a ti te hacía y te deshacía; estabas en el altar, con el Dios del hogar nuestro, y al adorarlo a Él, te adoraba a ti; estabas en todas mis esperanzas, y en todos mis cariños. Has vivido en mi vida y en la vida de mi madre, tú fuiste creado siglo tras siglo, en el seno del espíritu inmortal que rige nuestra casa. Cuando mi corazón adolescente abría sus hojas, flotabas tú, igual que una fragancia, a su alrededor; tu tierna suavidad florecía luego en mi cuerpo joven como antes de salir el sol la luz en el Oriente. Primer amor del cielo, hermano de la luz del alba, bajaste al mundo en el río de la vida y al fin te paraste en mi corazón... Qué misterioso temor me sobrecoge al mirarte a ti, hijo, que siendo de todos, te has hecho mío. Y qué miedo de perderte! ¡Así, bien apretado contra mi pecho! ¡Ay! ¿Qué magia ha entregado el tesoro del mundo a mis frágiles brazos?


EL MUNDO DEL NIÑO

¡Ah, si yo pudiera entrar hasta el mismo centro del mundo de mi niño para elegir allí un placentero refugio! Sé que ese mundo tiene estrellas que le hablan, y un cielo que desciende hasta su rostro y lo divierte con sus arcoiris y sus fantásticas nubes.
Esos que parecen ser mudos e incapaces de un solo movimiento, se deslizan en secreto a su ventana y le cuentan historietas y le ofrecen montones de juguetes de brillantes colores.
¡Ah, si yo pudiera caminar por el sendero que cruza el espíritu de mi niño y seguirlo aún más allá, más allá, fuera de todos los límites! Hasta donde mensajeros sin mensaje van y vienen entre Estados de reyes sin historia, donde la razón hace barriletes de sus leyes y los lanza al aire; donde la verdad libera a las acciones de sus grilletes.


EL JUEZ

 Di de él, Juez, lo que te plazca, pero yo conozco las faltas de mi niño.
Si le amo no es porque sea bueno, sino porque es mi hijo.
¿Qué sabes de la ternura que puede inspirar, tú que pretendes hacer exacto inventario de sus cualidades y sus defectos?

Cuando yo tengo que castigarlo se convierte en mi propia carne. Cuando lo hago llorar, mi corazón llora con él.
Sólo yo puedo acusarle y reñirle, pues sólo quien ama tiene derecho a castigar.

EL FIN

Madre, ha llegado la hora de que me vaya. Me voy.
Cuando la oscuridad palidezca y dé paso al alba solitaria, cuando desde tu lecho tenderás los brazos hacia tu hijo, yo te diré: ‘El niño ya no está’. Me voy, madre.
Me convertiré en un leve soplo de aire y te acariciaré; cuando te bañes, seré las pequeñas ondas del agua y te cubriré incesantemente de besos.
Cuando, en las noches de tormenta, la lluvia susurrará sobre las hojas, oirás mis murmullos desde tu lecho, y de pronto, con el relámpago, mi risa cruzará tu ventana y estallará en tu estancia.
Si no puedes dormirte hasta muy tarde, pensando siempre en tu niño, te cantaré desde las estrellas: ‘Duerme, madre, duerme’.
Me deslizaré a lo largo de los rayos de la luna hasta llegar a tu cama, y me echaré sobre tu pecho mientras duermas.
Me convertiré en ensueño, y por la estrecha rendija de tus párpados descenderé hasta lo más profundo de tu reposo. Te despertarás sobresaltada y mientras mires a tu alrededor huiré en un momento, como una libélula.
En la gran fiesta de Puja, cuando los niños de los vecinos vengan a jugar en nuestro jardín, yo me convertiré en la música de las flautas y palpitaré en tu corazón durante todo el día.
Llegará mi tía, cargada de regalos, y te preguntará: ‘Hermana, ¿dónde está el niño?’ Y tú, madre, le contestarás dulcemente: ‘Está en las niñas de mis ojos, está en mi cuerpo, está en mi alma’.
                                           Tagore y Einstein
     Rabindranath Tagore: Pintor, Humanista, Patriota y Educador.  Poeta y filósofo indio que se esmeró por lograr una mejor interpretación  entre la civilización occidental e hindú, pues entendía que el este y el oeste no son enemigos y que pueden entenderse. Se llamaba en bengalí Ravindranatha Thakura. Nació en Calcuta en 1861. Se dedicó a escribir desde niño y a los 17 años publicó su primer libro. En 1878, estudió Derecho en Inglaterra y luego regresó a su país. Escribió poesías, novelas, cuentos, y obras de teatro, y también compuso muchas canciones populares. Escribió en lengua bengalí literatura impregnada de religiosidad, amor por la naturaleza y la tierra. Recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1913. En 1915 fue nombrado caballero por el rey Jorge V, título al que renunció después de la matanza de Amritsar en 1919, cuando tropas británicas mataron a 400 manifestantes indios. Muchas de sus obras fueron traducidas al español por Zenobia Camprubí, secundada por su marido, el famoso escritor Juan Ramón Jiménez. En 1929 se inclinó también por la pintura. Fundó en su propiedad bengalí en 1901 la escuela Santiniketan, para la enseñanza de filosofías orientales y occidentales. En 1921 se convirtió en la Universidad Internacional Visva-Bharati. Recorrió el mundo brindando conferencias. Dos de sus canciones son ahora los himnos nacionales de Bangladesh e India: el Amar Shonar Bangla y el Jana-Gana-Mana


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