LOS
CHANEQUES
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
“El alma de los
animales y de la espesura
es el alma del chaneque”
Foto de Internet
Los “Trotapatria” nombre
con que nos autodenominamos un grupo de tres amigos - Chuy, Nacho y Toño - del D.F., desde la secundaria disfrutamos el
viajar a diferentes partes del país durante las vacaciones escolares. Esta vez
decidimos viajar hacia el sureste veracruzano, a la región de “Los Tuxtlas”.
Nuestra familia y amigos que sabían de nuestro proyecto nos recomendaban en
broma que nos portáramos bien en esa región para no agraviar a alguno de tantos
“brujos” de los que abundan ahí.
Después de visitar Santiago Tuxtla, San Andrés
Tuxtla, La Laguna Encantada, El Salto de Eyipantla y El Lago de Catemaco.
"El Negro" Museo de Santiago Tuxtla
Pernoctamos en Catemaco en el Hotel de Nora y de Óscar Aguirre, él, es hijo del
afamado y desaparecido brujo Don Gónzalo
Aguirre. Durante la cena, donde nos invitó xoxogo, un exquisito licor, Óscar,
nos comento, por más de dos horas, todo
lo hasta ahora sabido acerca de los Chaneques: de esos espíritus chocarreros,
en forma de ancianos, enanos, con cara de niño, casi siempre desnudos,
persiguen a las mujeres y molestan a los niños haciendo travesuras, todo el
tiempo están bailando, jugando, corriendo y riendo, sus carcajadas se escuchan
a cualquier hora del día desde los matorrales espesos y las corrientes
cristalinas. ¡Pero cuidado! -pueden ser blancos o benéficos para el hombre y
negros o enemigos malignos, éstos son muy peligrosos porque pueden causar
espantos de muerte a las personas, o las raptan físicamente: primero las
pierden o las trastornan, les quitan el alma, la cual encierran en lo oscuro de
una olla de barro (metáfora del inframundo) y después la devoran. Al finalizar
la plática, después de reírse de nuestros “mareos” por intoxicación etílica, nos invitó para viajar al día siguiente a
“Playa Escondida”.
Esa noche dormimos como lirones. A la
mañana siguiente fue necesario que nos llegaran a tocar la puerta para poder
despertarnos y prepararnos para el viaje a la playa. Desayunamos en el
restaurante del hotel unas pellizcadas con carne de chango acompañadas de
frijoles refritos y bebimos litros y
litros de jugo de naranja. Los meseros burlonamente nos dijeron que si
queríamos xoxogo; - sí, pero para
llevar… les respondimos. Uno de los empleados nos informó que Óscar nos estaba
esperando para salir. En efecto, él, en compañía de uno de los extranjeros, llamado Chris, nos
estaba esperando. Subimos a su camioneta e iniciamos nuestro viaje. Y ¡Oh
Dioses! El recorrido con vista al lago es inigualable, todos los elementos,
aire, tierra, viento y fuego (sol), se conjugaban para ofrecernos una visión del Paraíso Terrenal.
Viajamos cerca de una hora disfrutando paisajes de lagos, lagunas, selva,
montes con una vegetación con todas las gamas del verde.
Jicacal
Y
llegamos a una playa del mar llamada “Jicacal” (la casa de la jícara), una vez
allí dijo Óscar: – bajen de la camioneta a
estirar las piernas, relájense, aún nos queda por subir a ese
acantilado. El cual a señas nos mostraba
mientras nos volvía a decir: - “Playa Escondida” ha sido descrita como la más
hermosa playa del Golfo de México, desde Progreso, Yucatán hasta la
Florida, U. S. A. La playa, la cual
tiene forma de una media luna, está aislada entre dos acantilados vecinos,
desde uno de los cuales, en época de lluvia, se forma una cascada que al caer
se rompe sobre unas piedras y de ahí se precipita al mar. El acceso a la playa es a través de una serie de escalones
de concreto muy resbaladizo y en mal estado. Lo más sencillo es viajar en
lancha de esta playa de “Jicacal” a
ella.
Cómo ven el entorno es muy boscoso y aloja una de las pocas tropas de
“Mono Aullador” o Saraguato que sobreviven en “Los Tuxtlas”. La avifauna es
magnífica. Mientras decía esto, disfrutamos la vista de unos tucanes comiendo arriba de un árbol de
chancarro o guarumbo.
Óscar se acercó
aún más cerca para verlos, a él le gustan mucho los tucanes. Antes de regresar
con nosotros cortó varios pedazos grandes de bejuco. – ¡Para los amarres! dijo.
Después de la información y ya relajados optamos por llegar a la playa de
nuestro destino subiendo por el acantilado, y bien que valió la pena el
esfuerzo, ya arriba comprobamos que lo dicho sobre esta playa nunca va a
describir su real belleza, era un lugar mágico, inimaginable hasta entonces por
cualquiera de nosotros tres.
Disfrutamos de una visión, no esperada,
algo indescriptible, algo con lo que no contábamos, nunca habíamos visto tan
inmarcesible belleza, ¡Oh…nos quedamos sin aliento! Óscar y Chris disfrutaban de la belleza del paisaje y… de la cara de incrédulos que teníamos.
“Playa Escondida”, “Playa Escondida”, se
repetía como un eco dentro de nuestros atónitos cerebros. Bajamos del
acantilado a la playa ceremoniosamente con todo el respeto del mundo para
nuestra Madre Tierra. Y no era para menos. Ya abajo, besamos la playa como
agradecimiento a toda la emotiva felicidad que nos había proporcionado este
lugar, y acabamos llorando de dicha y queriendo compartir esta felicidad
inenarrable con nuestros seres más queridos.
Óscar, nos entregó unas mantas y unas
varillas para poner un toldo en la playa, debajo del cual extendimos nuestras
toallas para estar cómodamente a la sombra. Pusimos la nevera con cervezas al
centro y nos dispusimos a meternos en el mar.
Un par de horas después, cansados de nadar, correr y jugar en la playa,
nos pusimos a platicar debajo del toldo. Óscar, con la mirada puesta en el mar
y con cierto aire de nostalgia comentó:
- hace unos 40 años, un par de
amigos míos: Polo Armengual y Toño Rodríguez, estaban acampando en esta playa,
aparte de ellos había una familia de Monterrey, el padre, la madre y una pareja
de jóvenes. Toño se encontraba leyendo “Hasta no verte, Jesús Mío” de Elena
Poniatowska, cuando llegó corriendo y gritando
angustiadamente la muchacha hasta
él: “Ayúdame, se los lleva la resaca”, Toño se levantó y vio a padre e hijo, cada uno en diferentes lados que luchaban por
no poder salir del mar; se aventó nadando hacia el joven y lo condujo rumbo a
la playa en donde ya esperaban Polo y la señora. Volvió a nadar, esta vez en
dirección del señor al cual también condujo hasta el grupo. Entretanto, la
joven había subido corriendo descalza sobre las filosas piedras que estaban
como escalones en el acantilado para pedir ayuda a los lancheros de la otra
playa. Cuando ella llegó en una barca con los lancheros, ya su padre y su
hermano estaban a salvo recuperándose.
Afortunadamente, no pasó desgracia alguna. Haciendo, Óscar, un ademán de
incertidumbre continúo con una pregunta: ¿Qué fue lo que sucedió? Si hubiera
sido resaca, a Toño se le hubiera complicado salvarlos. Nunca me he podido
explicar, ¿qué fue lo que sucedió? Irreflexivamente Nacho preguntó: ¿Habrá sido
cosa de chaneques? Casi al unísono de su
pregunta, escuchamos un ruido de campanas y después se escuchó un fuerte
tronido como si el cielo se estuviera quebrando y se nos viniera encima,
inmediatamente el cielo relampagueó y se escucharon nuevos tronidos haciendo
que el suelo se estremeciera, y nosotros con él. El cielo se cubrió de una nube
negra, sopló un fuerte viento que nos tiró el toldo y de pronto se soltó un
chubasco. Increíblemente en un par de minutos se hizo la noche. Los fuertes
vientos se intensificaron, todos nosotros quedamos prácticamente sin vernos y
oírnos. Con grandes dificultades tratamos de reunirnos en los escalones del
acantilado, queriendo salir de la playa, pues la fuerza del viento provocaba
grandes olas que golpeaban contra nosotros. Nos invadió el miedo, estábamos
panicados. Durante un relampagazo más
largo nos dimos cuenta que Chris no estaba con nosotros, sí faltaba el extranjero. El fuerte viento nos movía como a marionetas, el agua subía de nivel
sobre la playa, estábamos destinados a morir ahogados. Una densa sombra negra
apareció en lo alto y sentíamos que nos aplastaba y no nos dejaba respirar,
empezamos a rezar, le pedimos su ayuda a la Virgen del Carmen: ¡Cuídanos Madre
Mía, que no nos hagan daño! ¡Somos tus hijos, te queremos! En eso, Óscar nos
pidió que lo asiéramos con fuerza, sacó su navaja y cortó un gran bejuco a lo
largo en dos mitades y nos arengó a pasar por en medio de ellas. Increíblemente
como si se regresara una película se fue la sombra, desapareció la oscuridad,
el viento y la lluvia.
Volvió la normalidad, y apreciamos una sombra
entre dorada y blanca debajo de las aguas del mar que entre más se acercaba a
nosotros nos permitió distinguir una gran cola de pez y del otro extremo
emergió la cabeza de una mujer rubia de cabellos largos, blanquísimos y
turgentes senos, trayendo entre sus
brazos a “Chris”. Lo dejó a nuestro alcance, y ella, “Achane”
(La señora del agua) giró y desapareció nuevamente en el mar, tal como había
venido, como una sombra dorada y blanca.
Tácitamente, todos entendimos que esta
experiencia se debía a haber infligido el tabú, de nombrar por su nombre a uno
de estos seres (con el hecho de nombrarlos aparecen para causarnos daño).
Durante el trayecto de regreso a Catemaco,
a “Chris” le entró una especie de sopor y venía delirando que “Achane” lo había
llevado a vivir con ella al Taalogan (Inframundo) y que habían formado una
familia (Algunas chanecas buscan al hombre para procrearlas). Óscar volteó a
vernos con una mirada como asentando lo dicho por “Chris”. Nos quedamos en
silencio.
Un poco después, con cara de “eureka”, Óscar detuvo la camioneta y nos dijo:
- coincide, es cierto, lo había olvidado: durante la experiencia de mis
amigos, ellos me dijeron que al subir los escalones del acantilado para salir
de la playa, ya arriba de éste, volvieron la vista atrás y vieron unas sombras
debajo del agua, exactamente en donde habían estado atrapados padre e hijo.
Ellos en su momento habían pensado que se trataba de tiburones. Óscar,
mirándonos a los ojos, nos preguntó: ¿Sí me entienden? y dirigiendo la mirada a
Nacho le dijo: - “Tenías toda la razón”, luego exclamó: - ¡Uf, quedó resuelto
el misterio! Y así, un poco más
relajados, continuamos el viaje.
Esa noche, ya en el hotel, en lo que “Chris” dormía, posterior a una “ensalmada”
(regresar el alma al cuerpo) que le realizó Óscar, le dimos a éste las gracias por habernos
salvado de morir. Nos despedimos de Óscar y de Nora con un gran aprecio y
hermandad. Prometiendo vernos con más frecuencia aquí en Catemaco y en el D. F. Y claro, antes de irnos le rogamos nos
explicara sobre el bejuco. Él sonrió modestamente y nos dijo: - Existen sitios
que son encantados, son “invisibles”, están “en otra parte”, en otra dimensión.
Son identificables porque emiten ruidos tales como tañidos de campanas y cantos
de gallos. Cualquiera puede ser fácilmente atrapado en estos sitios, viviendo
años y años en ellos y, en caso de que lo liberen, lo hacen en el mismo sitio
y momento en que lo atraparon; sí, el
tiempo real no pasa para uno, lo que pasa es el tiempo mágico, el cual es
infinito, esto fue lo que le ocurrió a
“Chris”. El peligro, en las puertas de entrada a estos sitios encantados
y al mundo subterráneo, es aún mucho mayor durante el Viernes Santo, el Día de Muertos y los días aciagos o
nemontemi (cinco últimos días del año), fechas todas asociadas con el fin o la
muerte, y el primer viernes de marzo,
debido a que muchos brujos durante esta fecha dedican mayor intensidad a la
realización de rituales mágicos, y éstos hacen que se formen “malos aires”
aumentando la circulación de las fuerzas nefastas. Ahora, contestando a su
pregunta, les diré que la manera más fácil de salir de una encantada es rajar
un bejuco a lo largo y pasar por en medio. Los bejucos son algo así como las
puertas de estos lugares encantados. Al terminar la explicación y ya para
despedirnos, nos ofreció a cada uno de nosotros un pedazo de un bejuco
aromático, diciéndonos: – se llama “ehegapa” (río de aire) porque forma un
torrente o río de aire que desplaza las corrientes de aires malignos. Tienen
que portarlo colgado al cuello o en la
bolsa para evitar que el encuentro con un “mal aire” les cause una enfermedad.
Admirados de su gran sabiduría sobre temas
sobrenaturales y agradecidos por su hospitalidad, por su amistad, por el
amuleto regalado y, por haber salvado nuestras
vidas, Chuy, Nacho y yo nos dirigimos al taxi que nos llevaría a tomar
el A. D. O. de regreso a la Ciudad de
México.
Antes de bajarnos del taxi, el taxista, un
chaparro, negro y feo, nos entregó unas
pachas llenas de xoxogo. - De parte de los meseros y mía, dijo. Arrancó y se fue alejando, riendo
a carcajadas. Dejándonos intrigados, de que fuera un chaneque,
Extracto de mi leyenda
que recibió “Mención Honorífica” en Certamen de la SEV (Secretaría de Educación
de Veracruz).
habrá forma de leer tu leyenda por completo.
ResponderEliminarGracias por tu interés Alina Mon, es probable que en unas dos semanas lo intente, está bastante cargada de información y fotos. Nuevamente gracias.
ResponderEliminarLo que pasa es que como proyecto de tesis estoy trabajando en creación de exposiciones con base a leyendas y el tema que escogí son los chaneques y me gustaría poder obtener su punto de vista una vez que lo tenga listo.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Claro que sí Alina, será para mí un honor el poder apoyarte. Podemos ponernos de acuerdo por INBOX. Saludos.
EliminarA mi tambien me intereza, gracias.
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