EL FANTASMA DE CANTERVILLE
Oscar Wilde
Narración humorística en que Wilde ridiculiza con fina gracia las leyendas de aparecidos y de castillos encantados, tan abundantes en Inglaterra.
El ministro de los Estados Unidos, Hiram B. Otis, personificación del yanqui materializado y positivista, compra a lord Canterville su castillo, situado a 7 millas de Ascot. El vendedor advierte lealmente al americano que por el castillo vaga, según popular creencia, el fantasma de lord Simón de Canterville, quien mató a su esposa, lady Leonor, en el salón de la planta baja en 1575, desapareciendo misteriosamente 9 años después. Mister Otis, muy complacido, ultima la compra del castillo, incluidos los muebles y el fantasma bajo inventario, y se instala allí con su mujer, su hijo Washington, su hija Virginia, de 15 años, y dos gemelos más pequeños y muy divertidos.
El fantasma hace su presentación sin lograr aterrorizar a nadie y, por el contrario, el padre y los hijos, exceptuando a Virginia, se dedican a mortificar al espectro hasta que logran aburrirle y desesperarle. Entonces interviene la compasiva Virginia -y con ella el matiz sentimental de la irónica narración-, redimiendo al pobre fantasma con sus oraciones y lágrimas y consiguiendo para sus huesos el reposo de que aún no habían empezado a gozar.
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