EL LICENCIADO VIDRIERA
Miguel de Cervantes Saavedra
Tomás Rodaja, mancebo de humilde condición, pero listo y ávido de instruirse fue protegido por dos caballeros estudiantes de Salamanca que le tomaron a su servicio y le costearon la enseñanza de Leyes, conservándolo a su lado, más como compañero que como criado, durante ocho años. Terminados los estudios de ambos caballeros, marcharon a su pueblo de Andalucía, llevando consigo a Tomás; este permaneció con ellos unos días y volvió a partir para Salamanca con intención de licenciarse, recibiendo de sus protectores dinero suficiente para vivir tres años.
Camino de Antequera, encontrose con el capitán don Diego de Valdivia, quien, prendado de la buena apostura, ingenio y despejo del mozo, le convenció para que le acompañase a Italia. Embarcaron en Cartagena, llegaron a Génova, y luego de visitar Milán, Venecia, Florencia, Nápoles y Roma, pasó Tomás a Flandes, deteniéndose en Gante y Bruselas, desde donde se volvió a Salamanca para acabar sus estudios.
Quiso su mala suerte que una dama rica se enamorase de él, llegando a ofrecerle su hacienda; pero Tomás, que atendía más a los libros que a otros pasatiempos, desdeñó a la hermosa, y esta, para atraer su cariño, le administró unos hechizos que le trastornaron la razón, dando en la extraña manía de creerse de vidrio y llamarse Vidriera, no consintiendo que nadie le tropezase y durmiendo sobre paja por considerarse muy quebradizo. Como, fuera de eso, discurría con lucidez, se hizo famoso por los donaires y sutilezas con que respondía a todo el mundo (y que Cervantes transcribe extensamente), hasta el extremo de que fue llevado a la corte con engaños para presentarle a un príncipe que, noticioso de su fama, quiso conocerle.
Dos años duró la enfermedad de Vidriera; pues compadecido de él un religioso, le puso en tratamiento y consiguió curarle. Tomó entonces el nombre de Rueda, y creyó que la fama de agudo que adquirió estando loco iba a servirle mucho de cuerdo; mas no tardó en desengañarse y en verse a punto de morir de hambre. Entonces, amargado, renunció a las Leyes, partió para Flandes en busca de su amigo Valdivia, y allí murió como buen soldado.
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