EL
MÉDICO LADRÓN Y SU CASTIGO
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
Me encontraba haciendo mi internado médico
de pregrado en el HGZ8 del IMSS de la ciudad de Córdoba, Veracruz.
Vivía en un edificio de departamentos en
frente de la Ford “Isabel”, en la misma manzana del Palacio Municipal. Un
médico que se encontraba realizando su Servicio Social en el mismo hospital,
nos invitó a compartirlo a dos médicos recién llegados, el departamento era de
dos recamaras, me asignaron la menor que daba al patio del edificio, la mayor
daba a la calle y era compartido por el médico anfitrión oriundo de México D.
F., y mi nuevo amigo Job Azamar de
Tuxtlilla, Veracruz.
Palacio Municipal y Portales, Córdoba, Ver. Imagen de Internet
Era un lugar privilegiado, en una esquina
de la manzana había un nuevo cine, en otro extremo la tortería “Siboney”, a
menos de 2 cuadra teníamos “Los Portales
del Centro”, La Catedral, un Hotel de 3 estrellas, el ADO, etc., y junto a la Ford, una
Revistería, en donde conseguía una maravillosa serie ilustrada de revistas
españolas de los mejores maestros universales del terror. Eran unas joyas.
Catedral Inmaculada Concepción, Córdoba, Ver. Imagen Internet
El Hospital nos quedaba a unas 10 o 12
cuadras, el trayecto lo recorríamos caminando, era bastante agradable el
ambiente de la ciudad, y el personal médico de base del IMSS nos trataban con
mucha amabilidad, ni se diga del Dr. Gispert Cruel el director; el Doctor Daniel Montes García jefe de servicio de Radiología y a Carmelita su brazo derecho; del
químico Takajachi jefe del Laboratorio y
la guapísima química Rosita, y al doctor José Pedro Lazcano uno de los jefes de Urgencias, quien incluso era el actual Presidente Municipal de Fortín de las Flores, pero yo en lo personal admiraba mucho más a
nuestro Jefe de Enseñanza, el médico neumólogo Mauro Nieves Navarro, una
persona con una gran calidad y calidez humana, siempre nos atendía, nos sabía
escuchar, nos orientaba, era paternalista pero exigente.
Los médicos especialistas: el
otorrinolaringólogo Héctor Legorreta, el oftalmólogo Mabarack, la neumóloga
Rosita Alarcón, el cardiólogo Quintanilla, el urólogo Raúl Cerón, el psiquiatra
Rojas, el ortopedista y traumatólogo Heredia, el ginecólogo Guadarrama, el
pediatra Rodríguez Troya, el carismático médico cirujano Luis Herz Limberg, el epidemiólogo oriundo de Puebla, era mi vecino del
edificio, todos, todos eran bastante considerados con nosotros los internos. Aprendimos
mucho de ellos. A los pocos días de haber llegado al hospital me llevé una gran
sorpresa, me encontré con el médico traumatólogo Daniel Moreno Benítez, paisano y vecino de Catemaco, quien se había
casado con una prima mía Silvia Escalera, a la cual conocí siendo mi maestra en
la Escuela Experimental Freinet de San Andrés Tuxtla. Un par de años antes
Daniel había sido el Director del Hospital.
Creo que muchos de nosotros nos sentimos halagados de conocer y llevarnos con esa élite de celebridades médicas incluido además los doctores Rafael de la Mora y Jorge Guzmán Finck entre otros, fundadores de la Unión Médica Cordobesa y que hicieron realidad la Casa del Médico, edificio construido a un lado del Hospital Civil Yanga, en donde se siguen impartiendo cursos y conferencias con destacadas personalidades del mundo de la medicina.
Creo que muchos de nosotros nos sentimos halagados de conocer y llevarnos con esa élite de celebridades médicas incluido además los doctores Rafael de la Mora y Jorge Guzmán Finck entre otros, fundadores de la Unión Médica Cordobesa y que hicieron realidad la Casa del Médico, edificio construido a un lado del Hospital Civil Yanga, en donde se siguen impartiendo cursos y conferencias con destacadas personalidades del mundo de la medicina.
Todos mis compañeros internos nos llevamos
bastante bien, tanto hombres como mujeres. Muchas compañeras muy simpáticas y
bonitas, sobresaliendo Edna y Rosita Álvarez de Orizaba. Mis mejores amigos,
Juvenal, José Antonio y Benavides. Ese año teníamos que rotar por 12 servicios
en turno normal, y 12 servicios en guardias. La clave para elegir los mejores
servicios era llevarse bien con Juanita, la secretaria de la Jefatura de Enseñanza.
Médicos Internos de Pregrado 1979-1980
En resumidas cuentas, éramos 74 médicos
internos en el HGZ8 del IMSS de Córdoba, Veracruz. Una mitad de nosotros
trabajábamos de 8 de la mañana a 2 de la tarde, y la otra de 2 de la tarde a 10
de la noche. Para optimizar nuestra enseñanza,
nos dividieron en dos grupos de 32 para realizar guardias AB, o sea que,
teníamos que permanecer trabajando en el hospital 30 horas por 8 horas de
descanso, sólo interrumpidas por nuestros 2 períodos anuales de vacaciones de
10 días hábiles cada uno.
Debo reconocer que uno de los mejores días
del Internado, fue cuando después de casi dos meses de labores, nos empezaron a
pagar nuestra BECA (no es considerado como salario nuestro trabajo). Mi mamá me
fue a visitar y aproveché para llevarla al cine, a pasear a Fortín de las
Flores, y a comer y a cenar a los Portales, en uno de ellos “El Tabachín” se
comía una sopa gallega de lo más sabrosa, me sorprendió que una ocasión
comiendo en uno de ellos entró un viejito tocando el violín, y al pasar a mi
mesa y darle “su voluntad”, me dijo: ¡Gracias doctor!, ¡Me sentí soñado... ya era
reconocido! Regresé en otra ocasión, y que me encuentro nuevamente al
viejito, gustosamente le di 5 pesos, de aquella época, y esta vez me dijo: ¡Gracias ingeniero! Jajajaja por lo que
veo a todos nos trataba como profesionistas. Y la primera vez le había atinado.
Fortín de las Flores, Ver.
Pero no todo era miel sobre hojuelas, un día descubrimos que el médico anfitrión del departamento, se pasaba de abusivo, nos engañaba con la renta, la cual era pagada sólo entre Job y yo, así que hablamos con el dueño al cual afortunadamente le acababan de desocupar un departamento un poco más pequeño enfrente al que teníamos. Inmediatamente lo ocupamos y obligamos al “chilango” enfrente del dueño a pagar íntegramente la renta del otro.
Portales Córdoba, Ver. Imagen de Internet
El último mes del Internado, para cerrar
con “broche de oro” mi preparación
solicité además de las guardias obligatorias, que me dieran la oportunidad de
realizar guardias voluntarias en los servicio de Toco-quirúrgica y de
Urgencias, las dos últimas semanas solo descansaba día y medio de cada fin de
semana. Resulta que un sábado a las 6 de la mañana salí del Hospital y me
dirigí a mi departamento y al llegar a él distinguí al médico chilango
queriendo meterse por una de las ventanas. Él al verme se “hizo” el borracho
diciendo que se había equivocado de departamento; con mucha seriedad le mostré
que el suyo estaba enfrente. Me metí al mío y lo primero que noté fue el vidrio
roto de una ventana, y tirado por dentro de ella un par de almohadas como para
dejarse caer y una maleta “Samsonite”,
en donde pensaba meter lo robado. Hice a un lado todo lo tirado. ¡Estaba
demasiado cansado, me tiré en mi cama y me quedé dormido!
El
lunes siguiente me presenté muy temprano con el doctor Mauro Nieves Navarro, le
comenté todo lo sucedido en relación al médico chilango. Lo primero que me dijo
fue: -¿Ya acusó al doctor X en el
Ministerio Público? A lo que le respondí: -¡No doctor, vengo a verlo a
usted para que me indiqué que es lo más
correcto hacer! Y me contestó: ¡Doctor
le agradezco mucho su confianza, deme un par de días para ver cuál es la mejor conducta a seguir!
Tres días después el
doctor Nieves Navarro me mandó a buscar con su secretaria, me hizo pasar amablemente
a su oficina, me ofreció una taza de café, y me preguntó cómo me sentía. Le respondí:
¡Doctor desde que dejé el asunto en sus
manos me siento bastante tranquilo! Se
me quedó viendo, con una mirada como de complicidad y me dijo: ¡En Junta Médica Administrativa acordamos por
unanimidad en INVALIDAR SU AÑO DE SERVICIO SOCIAL al doctor X!
¡Nunca
más volví a ver al doctor defeño, ni en la calle, ni mucho menos en el Hospital!
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