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sábado, 22 de febrero de 2014

EL INFIEL MARIDO DE DOÑA MARÍA BOETTIGER

EL INFIEL MARIDO DE DOÑA MARÍA BOETTIGER
EDUARDO TURRENT ROZAS

Eduardo Turrent Rozas nos comenta en su novela autobiográfica CATEMACO Retablos i Recuerdos,  que uno de los colaboradores del alcalde de Catemaco  Don Francisco D. Mortera Sinta fue su sobrino don Domingo S. Álvarez Mortera, quien tenía a su cargo el registro Civil, Casamentero, pues, y encargado del Registro de la Propiedad con la ayuda muy valiosa de Pedro Miguel García, hombre de unos 40 años de edad, semiciego, honradote, muy instruido, pero amigo inseparable de Baco.
     Era Domingo Álvarez en aquel entonces, hombre abstemio. Nativo de Catemaco, no se supo que empinara el codo, pero…las faldas, lo enloquecían.
     Dedicado a la agricultura, antes del amanecer montaba brioso caballo para ir diariamente a sus plantíos de tabaco de Pozolapan. Unido en matrimonio con la poetisa María Boettiger, quien se pasaba los días entre sus flores, sus pájaros y su jardín; mientras ella dormía hasta entrado el día, él desayunaba solo atendido por la servidumbre dando una que otra orden a la vez que hacía de las suyas entre tantas hijas de casa, las que afluían a ese lugar atraídas por el prestigio, la simpatía y dulzura de la esposa.
     Vaya un lance de los que se sucedieron a menudo: Había entre ellas una muchacha llamada Teresa que entró a prestar sus servicios siendo una mocosa de no más de 12 abriles quien creció y con el crecimiento vino el desarrollo. Era bonita.
     Andado el tiempo, Domingo le echó el ojo y pasó sobre ella. Meses después, la mujercita se le acercó quejumbrosa una madrugada.    ̶— ¿Qué deseas? — le preguntó en tono molesto y autoritario.  —Don Domingo, es que…, ya me entiende,  —agregó, bajó la mirada—; ¿y ahora qué hago, don Domingo?
     —Pero…, bueno, mañana lo solucionaremos. ¿Qué te parece el serrano Damián, te gustaría para marido?
     Entre puchero asintió, ¡qué otro camino le quedaba!
     Ese mismo día a su llegada a Pozolapan donde Domingo tenía sus plantíos de tabaco, dijo al serrano: —Damián, ya es tiempo de que te cases; tengo escogida para ti a la compañera, pero debe ser cuanto antes porque como es muy bonita, tiene muchos enamorados y entre ellos alguno te la puede birlar.
                   ¿Quién, quién es?, le preguntó jubiloso.
     — Nada menos que Teresa a quien bien conoces y he visto que cuando está ante ti, te la comes con la mirada. Ya sabes que doña María y yo la queremos y hemos cuidado de ella como si fuera de la familia y por eso nos hemos fijado en tu persona que, aunque montaraz, cerrado y medio sucio, puedes llegar a ser un buen esposo.   — Pero si nunca nos hemos hablado, y sobre todo es mucho para mí, porque ella sabe ‘escrebir’ y yo no conozco ni las letras.
     — Nada importa, ya le hablé en tu nombre y confiada en lo que le dije que eres bueno y trabajador, acepta. Todo está listo, mañana temprano te esperamos; como debe ser, bien bañadito y vestido de limpio.
     Llegado de regreso a Catemaco, informó a la esposa de su decisión. —Pero, ¿por qué tanta prisa? No lo consentiré; para ella quiero algo mejor y antes debo encontrar quien la supla, porque como bien lo sabes, es mi brazo derecho, pues me sirve hasta con el pensamiento. No, no permitiré que se case tan pronto y menos con un serrano que apenas sabe expresarse en español y la refundirá en el monte.
     — Pues ya lo tengo decidido, y la boda se efectuará mañana. Urge, porque aunque tú no lo creas, deseo apartarla del mal camino. Yo que me levanto tan temprano mientras tú duermes como un lirón, la he visto coquetear con todos los que se le presentan y no vaya a dar un mal paso aquí en nuestra casa.
     Cuando Domingo se alejó de la esposa, se decía a sí mismo frotándose las manos de gusto: Este lance ya está solucionado y me hallo listo para echarle el pial a otra potranca que ya se me ha metido entre ceja y ceja que será…
     Llegó Damián al día siguiente y Teresa fue llamada. Ya él se había echado entre espalda y pecho dos grandes fajos de aguardiente.
     Pedro Miguel escribió en presencia de los contrayentes el acta que luego les fue leída. Ella estampó su firma y Damián su huella digital. Ese mismo día salieron para el rancho luego de comer en la cocina en unión de la demás servidumbre, donde doña María estrechó entre sus brazos tanto a Teresa como a él y los hizo tomar una copa de Borgoña luego de hablarles de la santidad del matrimonio, lo que a los contrayentes los hizo llorar. — Y antes de emprender la marcha, les dijo en tono solemne al terminar, quiero que vayan a postrarse a la iglesia ante la Virgen del Carmen para que les dé su bendición—. ¡Así lo hicieron!
     Pasaron los meses; cinco.  Cierta mañana, Damián abordó al patrón apenas lo vio llegar. —Don Domingo, comenzó a decirle a la vez que daba de vueltas al viejo sombrero de paja que tenía en las manos: —Yo creo que cuando me casé, ya Teresa era plátano machucado, porque “asigún” mis cuentas, vamos para el sexto mes y ya anda buscando el tapeixte.
     — No seas bruto; ¿cómo te atreves a pensar así de ella que siempre ha sido honesta cual pocas?, mejor diré una santa, y sobre todo llevando tu nombre, porque recuerda que es tu mujer legítima. Son cosas naturales, pues hay siete mesinos, seis mesinos y hasta cinco mesinos.
     — Pero es que yo me sospecho…, no sé, el día en que nos casamos yo andaba con mis aguardientes dentro y en el camino ya de regreso, aunque trató de impedírmelo, seguí tomando, de modo que cuando llegamos al rancho, ya estaba bien borracho.
     — Animal, ¿cómo te atreves, repito, a mancillar así a la que es tu mujer ante la ley? Además, suponiendo sin conceder, bien puede haber sido que algún nagual la concibiera, o que se le metieran uno o más tlaconetes, de esos que en las crecidas de la laguna se deslizan sobre su superficie, los que bien conoces y a los cuales las mujeres les temen, tanto, que cuando los ven se salen de las aguas. En esos dos casos, ella no tendría la culpa, ¿no es así? —Sí, don Domingo—. —Vete, vete a tu trabajo. Y ultimadamente: tú la quieres, ¿no es cierto? —.  —Sí, don Domingo—. —Y ella echa buenas tortillas, es trabajadora, es limpia y excelente cocinera, que para guisar no hay quien la iguale, que hace un tachogobi, —lo dijo pasándose la lengua por los labios superior e inferior—como nadie sabe hacerlo; ¿no es verdad? —. —Sí, don Domingo; y unos tapictes de juile, de chipos y de pepescas, sobre todo cuando están que revientan de gordas, o sea, en la época del desove, envueltitos en sus hojas de bexo con su picante y sus yerbas de olor…; ¿no es cierto? —. —Sí, don Domingo—. —Y por encima de todas las cosas, es tu mujer legítima, que para eso les leí la epístola de don Melchor Ocampo. Con que jala para el trabajo que la yunta te espera y no vuelvas a tener malos pensamientos—. —Sí, don Domingo—.
     Y Damián se alejó tal parecía que convencido, aunque oyéndosele mascullar: —No se me quita de la cabeza que… Maldito aguardiente que cuando se toma en demasía se pierde la cabeza y se actúa sin control ni conciencia de lo que se hace. En fin, que también pué ser que haya su verdad en todo lo que me ha dicho don Domingo.



     EDUARDO TURRENT ROZAS. Nació en 1892 en la población de Calería, fueron sus padres don Antonio Turrent Vásquez y doña Victoria ("doña Vito") Rozas Fonseca, y cuando tenía 5 años de edad su familia se fue a radicar a Catemaco donde pusieron un negocio agrícola-ganadero. Fue un prolífico escritor que pintó en forma pintoresca la vida comunal: la nostalgia por la tradición, la historia, el paisaje, fiestas y costumbres de indígenas y criollos. Murió en 1974.  Escribió: AÑORANZAS (1948), AYER (1951), VERACRUZ DE MIS RECUERDOS (1953), ESTAMPAS DE MI TIERRA (1954), REMOLINO (1958), MAGDALENA (novela 1960), LOS TUXTLAS (1953), MENTE EN VUELO (1965) Y CATEMACO (autobiográfica  1967).

VOCABULARIO:
Bexo. Hoja silvestre parecida a la del platanillo, la que se emplea para envolver los tamales al ponerlos a cocer.
Dar un mal paso. Desliz. La mujer que con su consentimiento o engañada por el galán “anticipa vísperas”.
Echar el pial a otra potranca. Hacer otro tanto de lo ya hecho.
Echarse entre espada y pecho. Haber tomado algún líquido alcohólico.
Nagual. Persona torpe y risible que incita a la burla.
Nahual. Persona que tiene el poder de convertirse en animal para hacer fechorías, se dice que trabaja por su cuenta, pues aun los “chaneques”, que pudieran ser sus congéneres, dada su tendencia a la guasa y al espanto, no le han admitido a su lado. Algunos pobladores colocan en sus viviendas cruces benditas en alguna iglesia para protegerse de él.
Plátano machucado. La mujer que, siendo célibe (soltera), no conserva lo que bien debió guardar. En América del Sur: potranca usada.
Tachogobi. Guiso de pescado de agua dulce que se adereza con yerbas de olor, tomate y chile.
Tapeixte. Voz nahuatleca. Cama burda construida con estacas y tablones o tablas sin pulir, usada por la gente rústica o pobre de solemnidad.
Tapicte. Tamales hechos con pescado de Catemaco —chipos y juiles— envueltos en hojas de bexo. Ambas especies muy resbaladizas, sólo se les puede atrapar con anzuelos y redes o matarlos a machetazos en cierta época del año, cuando se llegan a jugar en lugares cercanos a la orilla de la playa.
Tlaconete. Sabandija que se desliza vertiginosamente sobre la superficie de las aguas en lagos, ríos y charcas.

4 comentarios:

  1. ANTONIO...ASI ES...SEGUN CONTABAN: ESA MUCHACHA TUVO UNA HIJA...Y ESA HIJA TUVO A SU VEZ DON VARONES...UNO DE ELLOS CREO QUE SE LLAMABA O LE DECIAN NAU...AH! CREO QUE TIO DOMINGO TUVO DOS ESPOSAS MAS EN XALAPA...YA NO ME ACUERDO BIEN...PERO POR AHI VA EL HILO DE LA COSTURA...

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  2. Ok, Edel, veré que más puedo investigar para cerrar bien este capítulo histórico del tío Domingo Alvarez Mortera.

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  3. Buen relato con el estilo bucólico de4 Toño. Son historias "noveladas" que dejan grato sabor de boca al contarlas. Sobre todo que nos inducen a, respetuosamente, investigar "lo que en realidad pudo haber sido" porque se practicaba lo infame de la "pernada" que me toco como uso y costumbres en las antiguas haciendas o la venta de la virginidad por novillonas o vacas paridas Te felicito Toño por el valor de publicar con nombras conocidos.

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    1. Gracias Jorge, colega fraterno, admiro mucho la narrativa de mi paisano Eduardo Turrent Rozas, tu cuento del "compadre" es del estilo de este gran escritor. Tenemos que rescatar lo bello y positivo de nuestros antiguos cronistas. Un abrazo.

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