¡EL
INFLEXIBLE DESTINO!
DAPHNE DE LUZURIAGA
DIANA se sintió
impotente. Su esposo estaba grave: Una complicación hepática, cardiaca y renal
lo tenía en jaque.
Lo más doloroso para
Diana, fue notar que Camilo, su esposo empezaba a perder la razón y decir
incoherencias… Dormía mucho, muchísimo y todo lo olvidaba…
-Camilo, -le dijo un
día- fíjate que me encontré con Sara Matilde Jervis…
-¡Ah, sí!... -respondió
Camilo- se murió hace dos años.
Esa fue la gota de agua
que hizo que Diana se decidiera.
Ya el médico le había
dicho que en Villahermosa el ISSSTE tenía magníficos especialistas, además que
de ahí sería canalizado a la ciudad de México.
Pero Camilo no quería.
Se negaba a salir de casa.
-Si vamos para allá,
ahí moriremos los dos.
Diana no hizo caso y
llevó a Camilo, según ella a su recuperación…
Camilo murió tres días
después.
Pasaron muchos años.
Diana, viuda y sola visitaba con frecuencia a sus hijos. Una de ellas vivía en
la ciudad de Villahermosa, y hasta allá fue a verla y estar con ella “el fin de
semana”.
Desde su llegada,
empezó a llover copiosamente. Tanto que aunado a otros fenómenos como la Luna
llena que activó la marea del mar, los ríos Grijalva y Carrizales en hora y
media se desbocaron hasta elevar el nivel de su agua a más de seis metros de lo
normal…
Diana y sus familiares,
despertaron esa noche al sentir que el agua bañaba sus cuerpos. No tuvieron
tiempo de tomar nada de sus pertenencias… Subieron al segundo piso. Pero el
agua parecía acosarlos. Los seguía como el peor cazador tras de su presa… En la
azotea, tras de dos días de hambre, frío y sed, fueron rescatados por el
ejército. A Diana la llevaron a un albergue, pero no supo de su hija y de su
nieto hasta varios días después… ¡Fueron tantas las familias que inmersas en
ese caos se separaron, perdieron o desaparecieron!... A su hija la encontró en
la iglesia. Su nieto, ¡gracias a Dios!... estaba ileso, y su camioneta de
trabajo se había logrado salvar, gracias a que la había dejado en su rancho,
más allá de Cárdenas.
Diana trató de regresar
a su casa. Pero el techo de la camionera estaba bajo el agua. Trató de hacerlo
por avión, pero no se podía pasar al aeropuerto, estaba inundado. Fueron a ver
los transportes que estaban llevando a la gente que quería salir de la ciudad,
pero ya no había lugar, iban parados… Diana empezó a llorar de impotencia, y
gruesas lágrimas bañaron su rostro…
El joven nieto abrazó a
la abuela y le dijo:
-Te voy a llevar a tu
casa, abue.
Subieron a la camioneta
y pronto dejaron atrás la castigada ciudad.
Al llegar a los límites
de Veracruz y Tabasco, el retén de la inspección fitosanitaria los detuvo. Si
pasaba el joven con su abuelita no podría regresar a Tabasco, y allá estaba
sola su madre. No hubo más remedio que regresar los dos a la Sodoma moderna.
Era precisamente el Día
de Muertos. Día en que según la tradición, los espíritus ya idos visitan a sus
seres queridos.
Al llegar, Diana
recordó que en su cartera, que quedara bajo el agua, además de su dinero, traía
el teléfono de un amigo, funcionario del STPRM… Si lo tuviera en la mano, tal
vez, contactándolo él la haría regresar a casa… No lo pensó más. Ella nadaba
muy bien, así que en una lancha llegó a la altura de la casa de su hija, y se
sumergió en esas aguas contaminadas. Logró llegar a la recámara y sacar la
cartera del cajón donde se encontraba… ¡Ojalá no se hubiera borrado el
número!...
Ya iba de regreso a la
superficie, cuando sintió que algo la volvía a jalar al fondo. Con la turbiedad
del agua no distinguía bien, sólo vio una sombra, como un brazo que jalaba su
pie… Quiso zafarse, pero no pudo… Su último recuerdo fueron las palabras de
Camilo: “… ¡Ahí moriremos los dos!...”
Cuando rescataron su
cuerpo ya sin vida, vieron que una vieja bufanda de Camilo ¡se enrollaba en una
de sus piernas!... ¡EL INFLEXIBLE DESTINO SE HABÍA CUMPLIDO!...
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