SANTOS,
DIOSES
Y
DEMONIOS
En la época
prehispánica no existían los conceptos de diablo ni infierno, los cuales fueron
introducidos por los conquistadores españoles como un arma más para someter a
las poblaciones indígenas de América. Comenta González Phillips (1993: 62) en México a la llegada de los españoles los
dioses autóctonos fueron demonizados. Los cronistas calificaron las prácticas
indígenas como paganas y a sus rituales los asociaron con la figura demoníaca.
Todas las deidades prehispánicas fueron reducidas a ser el mismo demonio o a
estar emparentadas con éste…
Señalo el ejemplo dramático de Hatuey:
Bartolomé de Las Casas (1965, TII:
507-508, 522-524) refiere que Hatuey,
era un cacique taíno que salió huyendo de la isla La Española (República
Dominicana) rumbo a Cuba en donde se unió con los siboney, que eran los más
antiguos habitantes de esta isla. Cuando los españoles emprendieron la
conquista de Cuba, en 1511, reunió a su pueblo y habló de los extranjeros en
estos términos: “Son crueles y malos por
naturaleza… porque tienen un Dios que adoran y veneran mucho, y para obligarnos
a adorarlo, tratan de someternos y de matarnos”. En su casa había un cesto
lleno de oro y de joyas y dijo: “Ved,
éste es el Dios de los cristianos”.
Entonces para escapar a la maldición, los indios arrojaron al río todo
el oro que poseían. Pero cuando los españoles llegaron, bajo el mando de Diego
Velázquez, no respetaron a Hatuey. Las
Casas agrega que a un religioso español que quiso ayudar al rey durante su
suplicio, siempre y cuando se convirtiese al cristianismo, Hatuey le preguntó: “Y los españoles ¿van a ese cielo de que me
hablas?”, al recibir una respuesta afirmativa del franciscano, el indio
repuso: “Entonces, prefiero ir al
infierno”. Así pues, el 2 de febrero de 1512, murió en la hoguera por
pagano.
Hatuey. Del taíno Ha, art. el + tu, brillante, resplandeciente + ey, posesivo: “El que resplandece”.
El 22 de octubre de 1695, Cabnal, el
cacique supremo del poblado lacandón de Sac- Bahlán, antes de ser capturado por
los españoles pronunció sus últimas palabras: ¨No quiero ser cristiano, ni que mi gente lo sea¨. Comenta Jan de Vos: ¨Ser cristianos para Cabnal no sólo significaba renegar a sus antiguos
dioses y abrazar una nueva religión; significaba, además, perder su libertad,
su autonomía, su cultura ancestral, y aceptar el pesado yugo de la vida
colonial, con su inevitable secuencia de enfermedades desconocidas, tributos y
repartimientos, trabajos forzosos, vigilancia militar, control eclesiástico y
dominación política. En comparación con estas calamidades, los bienes ofrecidos
por los nuevos amos eran pocos y de poca trascendencia: machetes y hachas de
fierro, ropa de lana, perros de guardia y cacería, carne de puerco, legumbres y
frutas de Castilla.
Merrill (1992: 122-124, 145-147, 170)
estudiando a los tarahumares o rarámuris (de rará, planta del pie + mu de
ma, correr + ri, sufijo formativo: corredores a pie) refiere que un día Dios y
su hermano mayor, el Diablo, estaban sentados juntos hablando y decidieron ver
quién podía crear seres humanos. Dios tomó barro puro mientras que el Diablo
mezcló su barro con cenizas blancas y empezaron a formar algunas figurillas.
Cuando los muñecos estuvieron listos, los quemaron para que endurecieran. Las
figuras de Dios eran más oscuras (chókame,
negras u oscuras) que las del Diablo. Eran los rarámuris mientras que los del
Diablo eran chabochis (barbados).
Entonces decidieron ver quién podía dar vida a las figuras. Dios sopló su
aliento en sus muñecos e inmediatamente tuvieron vida, pero el Diablo, a pesar
de soplar, no tuvo éxito. Se volvió hacia Dios y le preguntó: “¿Cómo hiciste eso?”,
de manera que Dios le enseñó al Diablo cómo darles iwigá (almas) a sus creaciones. A partir de entonces de la unión
sexual de estos primeros seres humanos descienden todas las subsecuentes
generaciones de rarámuris y de chabochis. En la relación sexual, un hombre
introduce el chi’wa (semen o leche)
en la sangre intermenstrual (lá,
sangre) coagulándola. Entonces Dios (o en el caso de chabochis, el Diablo)
coloca un poco de sustancia de alma dentro de esta masa de sangre y semen, a la
que da forma con sus propias manos.
Las almas de los rarámuris al morir
residen en el cielo por toda la eternidad a menos que hayan cometido ofensas
capitales. Si es así son enviados con el Diablo para ser destruidas. Al morir los chabochis, sus almas
automáticamente van con el Diablo, pero no son castigados porque el Diablo es
su padre.
Los rarámuris en relación a la mayor
cantidad de pelo corporal de los chabochis algunas veces se refieren
desdeñosamente a ellos como kosichí
bowéame (“culos peludos”).
Los
tarahumares, según González (1982: 111-112, 125, 186-187); dicen que el
infierno no fue creado para ellos, en cambio dicen que los chabochis, por ser
malos, se irán todos al infierno. El dios del inframundo era Terégori (el de la casa de abajo), Terégori
era también conocido como Witaru (el
que es mierda) del cual creían que era un lobo y mataba a los hombres y era
además, enemigo de los dioses del cielo o Rewegachi
(lugar de los que tienen nombre) y de los dioses del paraíso u Osomachigüi, a donde iban las almas de
los muertos y en donde jugaban y bailaban.
García de León rescata la figura del
diablo de algunos cuentos y tradiciones locales más importantes de la
cosmovisión indígena. Las siguientes versiones son de una entrevista que él
hizo al Sr. Domingo Hernández el 24-04-81.
Tino Patraca de San Juan Volador se hizo
muy rico porque le dio dinero el diablo. Él era muy pobre y se dedicaba a la
venta de huevo en Puerto México (Coatzacoalcos). Un día en la noche se le
apareció el diablo pero no en la forma en la que es, sino que se le apareció en
la forma de un amigo suyo, le dijo que si quería le iba a prestar dinero para
que se hiciera rico y le dio un dinero grande. Y le dijo que lo metiera en un
baúl. Cuando Tino llegó a su casa y vio que este dinero tenía el nombre y la
dirección del diablo comprendió quien era el que había visto. Metió el dinero
en el baúl y después se le hizo mucho más. Cuando el diablo vino por él, para
llevárselo, Tino lo engañó. Ya lo había engañado cinco veces: la primera vez le
dijo que se lo llevaría cuando saliera el sol por el poniente, y como el sol
nunca sale por el poniente el diablo fue engañado; la segunda vez Tino vio que
el diablo venía a su casa caminando por la noche, y cuando el diablo llegó le
empezó a cantar kikiriquí como cantan los gallos y el diablo creyó que estaba
amaneciendo y se fue corriendo; la tercera vez, le dijo Tino a el diablo que
viniera por él cuando ya supiera Tino hacer polvo las piedras, como nunca supo
hacer polvo las piedras fue engañado otra vez; no recuerdo bien, si la cuarta
vez le dijo que viniera un día 30 de
febrero, día que nunca llegara porque febrero sólo tiene de 28 a 29 días; la
última fue cuando le dijo que viniera por él al ratito, dentro de mil millones
de años, como mil millones de años no es un ratito, el diablo fue engañado otra
vez.
Otra de las mentiras usadas para engañar
al Diablo es decirle que venga el día que
“pare” la mula.
Diablo y riqueza. También a Don Guadalupe,
el diablo le dio dinero, pero él le fue pagando con sus peones, se los iba
dando al diablo para que no se lo llevara a él…
Refieren George M. Foster (1945: 183),
Guido Münch (1994: 181), García de León (2004:59) y López Austin (ll, 2004:
290), que entre los zoque-popolucas el
demonio (Wak-ku ‘v) es un espíritu
maligno se asocia al nagualismo y al cerro del Mono Blanco, que puede tomar
cualquier aspecto material, y tiene varios rostros diferentes que puede cambiar
a voluntad, de modo que puede fácilmente engañar. Más sin embargo, se le puede
reconocer porque es un hombre negro vestido de charro, lujosamente ataviado del
mismo color, generalmente armado con un látigo, fumando un puro que desprende
olor a azufre, tiene las uñas largas y muy grande el pelo y que sólo es visible
de noche. Dicen que cabalga en un caballo o una mula negra azabache, que se
anuncia al llegar con el particular sonido de los cascos de su cabalgadura, y
alumbra las calles nocturnas de cualquier poblado despidiendo chispas por las
espuelas y por sus ojos de carbón encendido; que acostumbra llegar a los
pueblos durante las fiestas a tomar, cantar y bailar huapango. Los individuos
que se quedan con él después de la fiesta mueren. Se aparece a los caminantes
en el monte en forma de chango, con grandes garras y labios colorados. Es el
patrón de brujos malos, adivinos y bandidos. Se cree que algunas personas, no
necesariamente naguales, están ligados al Diablo cuando tienen mucho dinero sin
una fuente visible de ingresos. A cambio del dinero los humanos aceptan entregar al Diablo un pariente cercano
(excepto al padre o a la madre) dentro de un cierto periodo de tiempo. Todos
aquellos que lo han llegado a ver quedan mudos del susto…
Un
equivalente del diablo entre los nahuas es el tlacatecólotl. Entre los nahuas de Los Tuxtlas es Miktantek. Entre los zoques de Chiapas Joko´isto (espejo humeante) o yach pa’ti (mal espíritu). En la
cosmovisión tzeltal tzotzil el Demonio o Pukuj,
es considerado también de color negro. Entre los mayas es conocido como Kisin. De la Fuente (1977: 268) refiere
que entre los zapotecos de Yalalag es conocido como Daşigó, visualizado en figura de cabrío, en la forma en que los
nativos lo ven en las estampas religiosas. Aunque su lugar es el infierno,
aparece en la tierra para tentar a los hombres
Comenta Olavarrieta (1989: 242), las
similitudes existentes entre el Diablo y el dios nahua Tezcatlipoca. Ambos
constituían las entidades sobrehumanas protectoras de los hechiceros, y se
encontraban igualmente relacionados con: la noche, las cuevas, el negro y el
rojo, y con el poder de la metamorfosis, que se les atribuía tanto a ellos
mismos como a sus protegidos. Sobre este último punto, vemos que Tepeyolotli –
el jaguar, dios de las cuevas, es otro aspecto de Tezcatlipoca. Además, no hay
que olvidar que el mono era un nahual de Tezcatlipoca, y que actualmente se
considera al Mono Blanco como una figura del Diablo, siendo éste, al mismo
tiempo, el nombre que recibe en Los Tuxtlas el cerro donde Lucifer tiene su
morada, dentro de una cueva. Según González Phillips (1993: 64), las cuevas y
montañas son lugares propicios para invocar al Diablo, pues éste no soporta la
luz del día ni lugares claros y abiertos…
Tanto entre los popolucas como entre los
nahuas, Dios y el diablo se consideran que son hermanos. Esta concepción es muy
semejante a la que tuvieron los aztecas de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Una
leyenda cuenta que en el principio del mundo Dios y el Diablo compitieron para
hacer varias cosas: Dios hizo un muñeco de barro, que se convirtió en el primer
hombre. El diablo quiso hacer lo mismo, pero se convirtió en serpiente. Poco
después Dios hizo a la mujer. Cuando les
tocó hacer el machete, Dios hizo uno de
madera y el diablo uno de fierro, por lo que se cree que el diablo inventó el
metal. Desde entonces, todos los que mueren por causa de fierro- machete, bala,
camión, etcétera- no los recibe Dios, van con el diablo. Por eso en el panteón
se les entierra aparte. Quizá esa sea también la explicación por la que para
matar al Joonchu se necesite un machete de jonote o el machete de madera del
telar de cintura. Delgado (2004: 249) y Guido Münch (1994: 161-162).
El Dios principal entre los reinos de “La
Triple Alianza” era Tloque-Nahuaque,
y el más convencido y apasionado de sus siervos era el sapientísimo
Netzahualcóyotl. Su nombre se compone de las posposiciones tloc y nauac en plural;
la primera significa cerca, con, al lado, y la segunda, cerca, alrededor:
“Dueño de la cerca y del junto.” Dios supremo conocido también con los nombres
de: Ipalnemohuani, “Dador de la
vida”; Moyocoyatzin, “El que se está
inventando a sí mismo”. Desde otro punto de vista, se consideraba que esta
divinidad suprema, siendo única en sí misma, tenía en realidad dos aspectos o
rostros, uno masculino y otro femenino. Así era invocada como Ometéotl, “El
dios de la dualidad”. Otras veces se le designaba por medio de dos términos.
Ometecuhtli y Omecíhuatl, “El señor y la señora de la dualidad.” Otros títulos
eran Mictlantecuhtli, Mictecacíhuatl, “El señor y la señora de la región de los
muertos”; Chalchiuhtlicue y Chalchliuhtlatónac, “La señora y el señor de las
aguas”, etc. Un análisis más cuidadoso del pensamiento de los sabios
prehispánicos, los tlamatinime, muestra que al menos en los estratos sociales
superiores en realidad se adoraba tan sólo a un único dios, Señor de la
dualidad, Dador de la vida, que se está inventando a sí mismo. Era el origen
del mundo y para varios de los cronistas del s. XVI, Bernardino de Sahagún
entre ellos, era la versión mesoamericana del dios de los cristianos. Rodríguez
(2004), León-Portilla (1992).
Tranfo (1974: 214-215) comenta que, por
otro lado, el culto de los “santitos” en los oratorios familiares y públicos,
no es otra cosa que la substitución y la continuación de los cultos politeístas
prehispánicos. Ellos protegen la casa, a ellos se dirigen en caso de necesidad
y piden ritualmente por la fertilidad familiar y agrícola. También el culto de
las imágenes de los muertos, es un testimonio de la continuidad entre
“paganismo” y catolicismo. Los “santitos” al heredar características de sus antiguas
deidades, no deben ser olvidados, tienen que recibir ofrendas periódicamente o
de lo contrario reaccionan, regañan y envían calamidades a las personas o a la
milpa. || Greenberg (1987: 136-137) relata que en Oaxaca, entre los chatinos, uno reza por lluvia, no sólo a ho’o ti’yu, sino también a Jesús Dulce,
a la Santa Cruz y a San Pedro, quien posee las llaves del cielo. Ellos compran
las imágenes y al igual que a los niños, las consideran como una “no persona”
hasta que se le bautiza por un sacerdote, al igual que un niño la imagen
requiere de padrino. El propietario coloca al santo en el altar familiar y
enciende una vela frente a él. Este acto transforma la imagen de una “no
persona”, a kwį’ į ho’o, o “espíritu
santo”. Cuando se enciende la vela, “el espíritu santo sale de la imagen, y
entonces ya está ahí”. El espíritu santo actúa como un ángel guardián para su
dueño. Es una relación íntima y constante aunque, en ocasiones, tormentosa: “se
enoja con la gente y la gente se enoja con él”.
Existen muchos espíritus santos. Los brujos hablan con ellos. Pueden
mandar a matar a alguna persona. || Huerta (1981: 219), relata que en Oaxaca,
entre los triques, el respeto y veneración por la cruz es superior al de los
santos, éstos son venerados, pero también castigados cuando se considera que no
cumplen con lo que se esperaba de ellos. En estos casos los naturales de Copala
los ponen boca abajo o los flagelan en un intento por rescatar sus virtudes
sobrenaturales, sin establecer diferencias en cuanto a la jerarquía de la
imagen. Comenta Schendel (1980:181-3)
algunos hechiceros mexicanos mezclan las prácticas religiosas con los sucios
ritos de la brujería; y así, pueden tratar de “embrujar” a determinada víctima
invocando al Diablo en un cementerio, hacia la medianoche y frente a un
sepulcro vacío, después de haberlo profanado, para complacer así al objeto de
sus invocaciones. Otro brujo puede envolver la imagen de un santo junto con una
fotografía de la víctima en las ropas de ésta y colocar algunos pesos en el paquete
para “obligar” al santo a prestarle su ayuda. El brujo enciende velas y reza
pidiéndole que castigue severamente a la víctima elegida. Como los
supersticiosos creen que los brujos reciben su poder del Diablo, habitualmente
los curanderos recomiendan a sus clientes que se protejan contra la hechicería
utilizando medallas con imágenes de santos. Si se trata de un vecino hostil, el
curandero recomendará a su cliente voltear todas las imágenes religiosas a modo
de enfrentar la casa del vecino, y regar su propia casa con agua bendita de
algún templo.
Véanse costumbre, hombres rayos, Junchuch, Pukuj,
Kisin y Tlacatecólotl.
Tomado de mi libro Los Tuxtlas nombres
geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía con las Cosmologías de
las Culturas Mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos. Ediciones
culturales exclusivas 2007.
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