LA
LLORONA
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
Si caminas en las cercanías de manantiales,
pozos y torrentes y escuchas que alguien
o algo está lanzando su horripilante alarido: ¡Ay mis hijos! Por amor de Dios,
salva tu vida… corre.
La primera mención que se tiene de ella es
el sexto de los presagios aztecas ocurridos diez años antes de la llegada de
los españoles en que se comenta que se oía el llanto nocturno de una mujer que
llamaba a sus hijos porque los había perdido por lo que fue llamada en náhuatl yohualnenque/la
que anda por la noche/, o bien chocatinemi/la
que vaga llorando/. En efecto, la
Llorona era una mujer indígena que había tenido varios hijos ilegítimos. Cuando
su último amante la traicionó y la
abandonó, ella llena de decepción, muina y tristeza, enloqueció y ahogó a sus
hijos en un río. Después de muerta, como perdió el alma por sus malas acciones,
Mictlancihuatl, la diosa y juez del Mictlán (el inframundo), recibió la visita
de las Cihuateteo (mujeres que se convirtieron en diosas al morir durante su
primer parto) quienes le pidieron que no era justo que a una mujer que mata a
sus hijos la dejen descansar en alguno de los reinos ultraterrenos, así Mictlancihuatl comunicó a su esposo Mictlantecuhtli sobre su
negativa a recibirla en el reino de los muertos, por lo que no fue admitida, y dejándola en el aire fue
condenada a buscar a sus hijos por las noches, llorando siempre a gritos. En
otras palabras, el aire está lleno de almas malévolas que vagan en agonía y que
en consecuencia son peligrosas. Para los actuales nahuas, la Llorona es sin
lugar a dudas un ehecatl (viento), un
espíritu hostil capaz de penetrar en el cuerpo de quien se topa con ella y de
producirle la muerte. Debido a su doble pérdida, de marido e hijos, ahora
envidia a las que son más afortunadas que ella. Por esta razón “hace que los casados peleen y que sean
infieles los que van a casarse”; a ambos les hace perder su tranquilidad. Es
evidente que al atacar a los hombres de otras mujeres es una manera de
atacarlas a ellas mismas. La llorona es invisible solo hasta que se les aparece
a sus víctimas, pero hace esto para engañarlas. Nunca se aparece como lo que
es, sino como una hermosa mujer que “vuela
sutilmente por el aire” y “anda como
el aire”. Es alta, morena, tiene el pelo negro, suelto y largo hasta la
cintura y va vestida de blanco. Seduce con su cuerpo húmedo recién bañado.
Algunos sostienen que vista de lejos es de extraordinaria belleza, pero de
cerca todos concuerdan en que tiene facciones esqueléticas. En ocasiones, el
viento anticipa su presencia. Su aliento helado hace enchinar la piel, y la
sonoridad de su llanto angustiante dejando en el aire su interminable y
estremecedor grito de dolor, nos electriza todo el cuerpo:
¡Aaaayyyy!
¡Ay
mis hijos!, ¡ay mis hijos!
¡Aaaayyyy!,
¡Ay mis hijos!
¿Qué
hice? ¿Dónde están?
Con el objeto de mantener el interés del
seducido, la mujer encubre y devela ciertas zonas de su rostro o cuerpo. A
veces deja ver sólo los ojos que brillan como carbones encendidos, o bien, se
envuelve en una sábana o en su largo cabello volátil. El sólo hecho de mirarla
puede provocar trastornos físicos y mentales: se puede sentir un escalofrío y
empezar a sudar, y ver que esta mujer ya no es tan bonita, sino solo un esqueleto con los pelos
parados, al que cubre un vestido sucio y desgarrado. Atrae a los hombres con sus encantos, o como
una persona en la que se puede confiar, apareciéndole como la esposa o como la
novia diciéndoles con frases seductoras y persuasivas cómo -“quédate conmigo”, “ven conmigo, ven a mis brazos” y haciendo una
señal para que la sigan les dice -“ven,
ayúdame, te necesito” y cuando incitados, y con la mirada hipnotizada, la siguen en el camino abierto de ese espacio
sin límites que es la oscuridad, éstos parranderos generalmente borrachos e
indefensos, que están descuidando a sus
esposas e hijos, son llevados a lugares peligrosos, empujándolos a ríos o
barrancos. Mientras la siguen la voz y
el cuerpo de ella envueltos en bruma y en viento aparecen y desaparecen. Sólo
se alcanza a distinguir el paso sinuoso de sus voluptuosas piernas que “les brillan muy bonito”. A menudo los encuentran enloquecidos
golpeados, arañados, sin sentido y mudos de susto o ya muertos y con el cuello torcido.
Se dice que pese al miedo de mirarla, por suponer que su cara es
espantosa, algunos hombres deciden de antemano tenderle una celada para
atraparla, pero la mujer se les escapará de las manos, porque no hay cuerda
alguna que pueda amarrar al viento. Pero, si me lo permiten, puedo decirles que
arrojándole agua bendita la pueden convertir en una estatua de piedra. ¡Pero,
cuidado, que no la toque ningún hombre ebrio o infiel, porque entonces ella
nuevamente tomará “vida” para matarlo!
INTERESANTE
ResponderEliminarMuy amable Zoila Patricia, gracias
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