Translate

lunes, 29 de junio de 2015

LA TEMPESTAD Salvador Herrera García

LA TEMPESTAD
SALVADOR HERRERA GARCÍA




      Se anunciaba desde la tarde con turbonadas e imponentes cúmulos cargados de electricidad, que surcaban el cielo catemaqueño. Por la noche se desataba la tempestad...

     
     Llovía a cántaros. Los incesantes relámpagos rasgaban las tinieblas. Los truenos se encadenaban en estruendos que parecían no tener fin y aterraban al más valiente. En las casas, se cubrían con lienzos los vidrios y espejos porque “el azogue atrae los rayos” –decía la abuelita- y se cerraban puertas y ventanas, para evitar las “corrientes” propiciatorias “al paso de alguna centella”...


     Despiertos y temerosos, los niños sufríamos el tormento de la “ira de Dios” manifestada en esos truenos ensordecedores y en los rayos y relámpagos que iluminaban todo y caían a media laguna, en los cocoteros o en el pararrayos de la torre del reloj...


     Y entre los estruendos se escuchaba la voz de la mamá o de la abuela, diciendo la plegaria que venía de generaciones atrás... ”Santa Bárbara en el campo, toda vestida de blanco… Santa Ana, Santa Elena, Santa María Magdalena, sálvanos de los truenos, los rayos y los relámpagos... Santa Bárbara doncella, que en el cielo fuiste estrella, líbranos de la centella, como libraste a Jonás del vientre de la ballena...”


     Cuando la tempestad se alejaba y la calma volvía, el sueño desplazaba el desvelo del miedo...


     Al otro día, los niños salíamos a la calle a recolectar los negros y relucientes trocitos de obsidiana -“rayos”, los llamábamos-, que la nocturna tempestad y las corrientes descubrían a su paso.



©SHG 99




No hay comentarios:

Publicar un comentario