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miércoles, 28 de enero de 2015

AQUÍ NO SE SIENTAN LOS INDIOS Juan de Dios Peza

AQUÍ NO SE SIENTAN LOS INDIOS
JUAN DE DIOS PEZA

Ignacio M. Altamirano

     El Hospital de Terceros de San Francisco que fue derribado hace tiempo, levantándose en su lugar el hermoso edificio de Correos, era amplio y sólido, y allí estuvo por muchos años la Escuela Nacional de Comercio y Administración.

     En el ángulo que daba para la calle de la Mariscala y el callejón de la Condesa, estaban los elegantes salones y la biblioteca de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

     En el salón principal y en derredor de una mesa de caoba con elegante carpeta, sentábase el maestro Ignacio Manuel Altamirano con alguno de sus discípulos, y entre ellos Justo Sierra, Jorge Hammeken y yo, a redactar el periódico La Tribuna, en el que todos poníamos los cinco sentidos para que fuese cada número digno de la cultura de los redactores y del buen nombre de su director.

     Altamirano, como es sabido, era indio puro, se había formado por sí mismo, y con el orgullo de su raza, refería las amarguras de su infancia, cuando en su pueblo natal asistía descalzo a la escuela, en que se sentaban de un lado los niños de razón, blancos e hijos de hacendados, y del otro los indígenas, casi desnudos y en su totalidad muy pobres.

     Cierta noche, después de que Altamirano nos había encantado con su conversación, entró un caballero, indio también, elegantemente vestido, con levita negra cruzada, llevando en una mano el sombrero de copa y en la otra un bastón de caña de Indias, con puño de oro.

   ¿No ha venido el señor Payno? –preguntó.

     –No, señor –le respondí–. Puede usted esperarlo.

     –Muy bien –contestó el caballero, e iba a sentarse en uno de los magníficos sillones, cuando Altamirano dirigiéndole una mirada terrible, le dijo:

     –Vaya usted a esperarlo en el corredor, porque en estos sillones no se sientan los indios.

     El caballero aquel, muy cortado, se salió sin decir palabra.
   ¡Maestro! –exclamó Justo Sierra–. ¿Qué ha hecho usted?

Justo Sierra Méndez

     –Voy a explicarlo, hijos míos. Era yo un niño muy pobre, desnudo, descalzo, que hablaba el mexicano mejor que el español, y cuando en la escuela de mi pueblo me aprendí cuanto aquel maestro me enseñaba, éste me tomó de la mano, me llevó con mi padre y le dijo: “Ya no tengo nada que enseñar a este muchacho; llévelo usted con esta carta al director del Instituto de Literatura de Toluca, para que allí lo ponga en condiciones de hacer una  carrera, y así conquiste el porvenir que se merece”.

Ignacio M. Altamirano

     “A la mañana siguiente, mi padre se echó un huacal a la espalda, con tortillas gordas y unos quesos frescos, me tomó de la mano y salió conmigo de Tixtla, para caminar hasta Toluca. Dormíamos a campo raso y bebíamos agua en los arroyos que encontrábamos”.

     Excuso decir que llegamos a Toluca rendidos, a las cuatro de una tarde nebulosa y fría.

     “Para no perder tiempo, mi padre se fue conmigo al Instituto y buscamos a don Francisco Modesto Olaguíbel, que era el rector, o en su ausencia, al licenciado don Ignacio Ramírez, que era el vicerrector. Ni uno ni otro estaban, y mi padre, llevándome de la mano, se encontró con este caballero que acaba de entrar y que estaba empleado en la secretaría.”

     “–No están –le dijo con tono agrio–; pero puedes esperarlos.”
     “Mi padre, en el colmo de la fatiga, se sentó en una silla, y yo, a sus pies, en la alfombra”. Cuando este caballero nos vio, miró con profundo desprecio a mi padre y le dijo:

     “–Vete con tu muchacho al corredor, porque aquí no se sientan los indios.

     “Hoy, no hago más que pagar con la misma moneda, al que duramente trató al autor de mis días…”


     Y en los ojos del maestro, que parecían diamantes negros, brillaron dos lágrimas de dolor, que fulguraban con el melancólico brillo de un triste recuerdo…

Juan de Dios Peza

JUAN DE DIOS PEZA
     Nació en 1852 en la ciudad de México. Inició sus estudios en la Escuela de Agricultura, después pasó al Colegio de San Ildefonso y en 1867 ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria. Se convirtió en el estudiante predilecto del pensador mexicano Ignacio Ramírez, "El Nigromante". Fue también alumno de Ignacio Manuel Altamirano. Al egresar de ese centro de estudios se incorporó a la Escuela de Medicina, donde establecería gran amistad con Manuel Acuña, quien lo llegó a estimar al grado de llamarlo "hermano", pero no terminó esta carrera y se dedicó a las letras.
     Como poeta, su estilo corresponde al realismo, si bien propenso a la ternura. Su obra, de gran popularidad y aceptación en su patria, tuvo traducciones al ruso, francés, inglés, alemán, húngaro, portugués, italiano y al japonés.



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