LO QUE VIO NUXI, EL HOMBRE QUE VISITÓ EL
MUNDO DE ABAJO
RELATO LACANDÓN MAYA
ADAPTACIÓN DE JUAN FELIPE HOYOS
Muy escondido detrás de las ramas, escuché esta historia que contaba la abuela que junto a la fogata hablaba…
Muy escondido detrás de las ramas, escuché esta historia que contaba la abuela que junto a la fogata hablaba…
Para muchas culturas latinoamericanas
antiguas, el mundo de abajo es un hermoso lugar al que van las almas de los
hombres, mujeres, niños y niñas cuando mueren, así como también las de los
animales, del agua, la tierra y el aire. Para algunos, este mundo está abajo,
para otros arriba; es como cuando ves que el cielo se refleja en las aguas de
un lago: ¿el cielo estará arriba o estará
abajo?
Pues bien, hace mucho tiempo, Sucunkiúm,
el Señor del mundo de abajo, decidió darles a conocer su reino a los vivos,
pues los hombres vivían siempre con temor a lo que vendría después de la
muerte. Cuando alguien muy querido moría, se llenaban de tristeza porque no sabían
qué pasaría con su pariente o amigo, y se despedían de él acongojados. Entonces
Sucunkiúm, que amaba a todos los seres, decidió llevar al mundo de abajo a un
hombre llamado Nuxi, para que conociera el lugar adonde iban las almas. Justo antes
de partir, le dijo:
- Nuxi, te llevaré al mundo de abajo. Cuando
regreses al mundo de los vivos debes contar todo lo que viste a tu gente.
- Así lo haré, y mantendré los ojos muy
abiertos para no perder de vista ni un detalle – le respondió Nuxi.
Primero atravesaron el bosque del mundo de
abajo, que estaba poblado por los más hermosos pájaros, venados, conejos y
jaguares. Nuxi que era un experto cazador, sacó su arco y sus flechas para
cazar algunos animales, pero, para su sorpresa, aunque eran alcanzados por sus
flechas, ningún animal moría; eran las almas de los animales y no podían morir
otra vez.
Avanzando juntos por el bosque llegaron al
borde de un camino. Entonces se detuvieron, y Sucunkiúm exclamó:
- Querido Nuxi, este es el camino que
toman quienes van a mi reino. Al recorrerlo, se enfrentan a cuatro difíciles
pruebas – le dijo, y en seguida le explicó de qué se trataba-:
Cuando
van por el camino, salen a su encuentro unos furiosos perros, unas gallinas
gigantes y un enjambre de piojos. Luego deben cruzar un río lleno de lagartos. Vamos.
Escondámonos detrás de las ramas y aguardemos a que un alma pase.
Nuxi esperaba detrás del follaje lleno de
curiosidad. Entonces apareció el alma de un hombre bajando por el camino. Cuando
se encontró con los enormes y feroces perros, el hombre les tiró un hueso de su
esqueleto y escapó corriendo. Cuando aparecieron ante él las gallinas gigantes
para picotearlo, les lanzó unos granos de maíz que sus familiares le habían
dejado en la tumba, y cuando salieron los piojos a picarlo, se sacó unos
cuantos pelos de la cabeza para que no lo molestaran. Había superado las
primeras tres pruebas, pero le faltaba la última y más peligrosa: el río lleno
de lagartos.
Nuxi tragaba saliva; no se le ocurría qué
podría hacer ahora el alma del hombre para poder atravesar tan peligroso río. En
esas bajó corriendo por el camino el alma de un perro.
El hombre se alegró mucho de verlo, pues
era el alma de un viejo perro suyo. Entonces el perro exclamó:
-Amo, súbete a mi espalda y agárrate
fuerte de mis orejas. Yo te ayudaré a pasar al otro lado.
Así fue que se lanzaron al agua y nadando
juntos llegaron a la otra orilla. Nuxi se emocionó mucho al ver que estaban a
salvo, y le pareció que en realidad las pruebas eran cosa fácil. Sin embargo,
pronto apareció otra alma en el camino. También esta superó las pruebas de los
perros, las gallinas y los piojos; y, cuando llegó al río de lagartos, también
se encontró con el alma de su perro. Pero este, al ver a su amo, le dijo:
-Amo, me trataste cruelmente siempre, me
cortaste las orejas y la cola, así que ahora no tendrás de qué agarrarte para
pasar el río. Lo único que puedo hacer por ti, y lo haré porque soy un buen
perro, es contarte un secreto: en realidad puedes pasar solo, porque los
lagartos que ves no existen.
Entonces el alma del hombre se metió en el
río, mientras temblaba de terror, hasta hundirse del todo. Poco después salió
al otro lado. Nuxi no podía creerlo, de manera que miró a Sucunkiúm buscando
una explicación.
-En realidad, no hay ningún peligro en el
camino de los muertos –le dijo entonces-. Los perros, las gallinas, los piojos
y los lagartos están allí para apurar a las almas e impedir que tomen el camino
de regreso a la tierra, pero no les
pueden hacer ningún daño. El río tampoco existe, es la imagen de la corriente
de lágrimas de las esposas y amigos que los lloran desde el otro mundo. Esa es
la verdad que tienes que contar en el mundo de los vivos, Nuxi, la verdad que
no debes olvidar.
Nuxi
regresó a la tierra de los vivos y allí le contó todo a su gente. Desde ese
momento, su gente no sufre cuando alguien parte al mundo de abajo, porque sabe
que estará bien y que todos los peligros después de la vida son sólo una ilusión.
Tomado del libro: relatos fantásticos del mundo de abajo. adaptación de Juan Felipe Hoyos/ ilustraciones de Francisco Villa. Primera edición SEP/Norma Ediciones, 2006. Libros del Rincón.
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