Translate

lunes, 12 de junio de 2017

TERROR EN EL PANTANO Antonio Fco. Rguez. A.

TERROR EN EL PANTANO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen Internet

Era ya muy noche cuando me despedí de mis amigos y caminé rumbo a casa.  Empezaba a llover, y un poco más tarde se soltó un chubasco, después aminoró. Unas nubes negras oscurecieron aún más el camino, divisé una entrañable casa con hermoso huerto que había sido mía. Ahora vivía yo más adelante. No di con ella, e inexplicablemente proseguí mis pasos. Dejé atrás el caserío y un claro de luz perforó las nubes maravillándome al contemplar un hermoso paisaje: un pequeño lago de azules y transparentes aguas, en medio de un verde y exuberante follaje. La luz era tan radiante que parecía de día. Una suave y fragante brisa refrescó y reanimó el cansancio de mi cuerpo. E instintivamente cerré los ojos e inhalé profundamente. ¡Y oh cielos! El perfumado aroma se había convertido en azufre y estiércol. Asombrado, volví a abrir los ojos, y sólo entonces, aprecié sobre una piedra del lago una enorme serpiente nauyaca. Al querer huir de ese lugar, el camino mojado se había vuelto fangoso y resbalé cayendo sobre el suelo lodoso. De la vera del camino empezaron a salir peligrosas culebrillas, ciempiés y gusanos de esos que se meten debajo de la piel haciendo quemantes túneles.

Imagen Internet

     Yo seguía tirado en el suelo, queriendo levantarme y escapar rápidamente de ahí. Pero por más que trataba de moverme para incorporarme, no tenía fuerzas para hacerlo. Me sentía como un muñeco de trapo. Estaba todo panicado, con escalofríos y sudando profusamente. Los bichos ya estaban más cerca de mí. Opté por gritar pidiendo auxilio.  Las negras nubes volvieron a tapar los rayos de luna y se hizo nuevamente la oscuridad. Para mí fue peor, acrecentó mi miedo, pues aunque ya no los veía, mis oídos sentían un terebrante sonido del reptar, caminar y silbar de estos animales. 

     Estuve a punto de  perder vertiginosamente la consciencia, cuando de pronto escuché que a lo lejos gritaban mi nombre: -¡Francisco, Francisco…! Vi una luz en medio del camino que se acercaba a mí, era mi mujer que preocupaba, al ver que no llegaba, salió a buscarme en plena oscuridad alumbrándose con un tizón encendido. En lo que arrojaba, paso a paso,  a ambos lados del camino su inseparable polvo de mostaza que era su repelente contra todo lo maligno.




Veracruz, Ver. México. 10-06.17


No hay comentarios:

Publicar un comentario