OYENDO A DEBUSSY
MARÍA
ELENA MUÑOZ
(Montevideo,
Uruguay 1905-1964)
Pórtico de luz que se abre
a lejanías brumosas,
ríos cuajados de
estrellas,
afluencia de ocultas
ondas.
Desprendimientos
humanos,
lastres que se van
perdiendo.
Voces que tienen su
fuente
más allá del Universo.
Luces que se desvanecen
en las orillas remotas,
aguas silenciosas que
hunden
sus angustias en la
sombra.
Lluvia en jardines
difusos
que se derrama
indolente
y pone su balbuceo
en las estatuas
silentes.
Cristales de aguas
ligeras
que las corrientes
agitan.
A las distancias de
nieblas
llegan lentas y
perdidas.
Campanario submarino...
Alma gris de la campana
que apaga sus elegías
bajo el manto de las
aguas.
Resurrecciones,
torrentes,
fragua donde arde un
anhelo,
irrupción de astros y
llamas
que alumbran antros
desiertos.
Secretos de altas
regiones
en los ramajes del
viento,
ascensión del alma
errante
por los caminos del
cielo.
Nieve que cae de la
luna,
albas plumas de la
nieve
suspensas en el espacio
por un hálito celeste.
Sordinas en los paisajes
donde cruzan con sigilo
visiones que en
nebulosas
sueñan los astros
dormidos.
María Elena Muñoz (Montevideo, 1905-1964) fue una poeta uruguaya.
Hay discrepancias en
cuanto a su año de nacimiento, se considera que nació en el año 1905 o 1873 y
falleció en 1964. A pesar de estar alejada del ambiente literario de los años
20 y 30 en Montevideo, sus obras aparecen editadas en las revistas destacadas de
la época como La Cruz del Sur, Alfar, Pegaso (revista) e Izquierda.
Su vida se extinguió en 1964, dentro del silencio en que se había instalado durante más de 30 años, esta figura trémula, un poco siempre en vago más allá, un poco siempre entre los ámbitos de la tarde y la noche.
Sus días y años en qué concitó la atención fueron en torno a 1925, cuando sus sobrinos Gervasio y Álvaro Guillot Muñoz que redactaban en La Cruz del Sur, forzaron su modestia. Los muchachos de su época estaban entusiasmados. La colocan al lado de Delmira Agustini, de María Eugenia Vaz Ferreira y de Juana de Ibarbourou. Y aparecieron entonces sus poemas, rodeados siempre de palabras de cariño y de estímulo. Leandro Castellano Balparda ilustrará tres, en 1931. "Cartel", de Ferreiro, reaniman la siempre débil fe de María Elena, una y otra vez. Luis Giordano le dedica una conferencia entera en la "Historia Sintética de la Literatura Uruguaya, Plan del Señor Carlos Reyles" (1931), Jules Supervielle califica de admirable hallazgo su poema "Llueve". Eduardo Dieste, en "Teseo" (1930) habla de "Horas Mías" como de un libro que "si no es definitivo, revela un talento definitivo".
Aunque hija de una antigua familia muy respetable y entroncada con los fundadores de la nación, creciendo en medio de élites sociales e intelectuales y educada con una cultura europea, María Elena buscó siempre por naturaleza, la penumbra, la soledad más que la sociedad, y el silencio más que la conversación animada -bien que fuese la afabilidad y delicadeza en persona.
Su obra Horas mías tiene el prólogo de Juana de Ibarbourou y fue publicada en 1924. En 1926 publica "Lejos" con prólogo de Pedro Leandro Ipuche.
Obra
En verso
Horas mías (1924)[5]
Lejos (1926)
Puñado de Agua (1931)
En prosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario