CON
LAS ALAS DEL SUEÑO
Enoch
Cancino Casahonda
Con las alas del sueño
No era clara la noche
cuando tú no existías.
La luna no era verso
antes que tú nacieras.
Es por eso que entonces
yo miraba las sombras
sin presagios ni
estrellas.
No sentía el sollozo
matinal de las ramas
ni sabía del beso
primordial de las flores.
Mi vida era
como la de aquel
viajero
que sonaba la luna del
sur.
Algo así como el niño
que pretende
contar todos los astros
que brillan sobre el
mar.
Como el alma que ignora
que el amor crece a
veces
tras la tarde y la
lluvia.
Y no sabe que el llanto
sea algo tan frágil
como el cristal que un
día te presintió fugaz.
Algo sin fe ni rumbo,
un fantasmal contorno
bajo la luna aquella
primaveral y sur.
Pero… surgiste tú
sin lugar y sin hora.
Surgiste tú tan leve
como un beso de pétalos
al mirar de las aguas.
Tan diáfana y tan clara
como la luz que a veces
hace cantar las ramas.
Como el fuego infinito
que despierta a las
rosas
y hace vibrar las
almas.
Y, desde entonces,
siento
que es otro el mismo
viento
que columpia tu nombre.
Mientras la noche gime
y el recuerdo se
alarga.
Mientras los trenes
ebrios
gruñen sombras
lineales.
Y el insomnio se anuda
tras los pliegues del
alba.
Y eres, entonces, todo,
lágrima, verso y risa.
Eres fin y principio,
seguridad y ocaso.
Y vas conmigo siempre,
tan diáfana y tan clara
como la luz, que a
veces,
hace cantar las ramas.
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