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sábado, 24 de diciembre de 2016

EN POS DE UNA ILUSIÓN Martha Elsa Durazzo M.

EN POS DE UNA ILUSIÓN
Martha Elsa Durazzo M.


Imagen de Internet

Isabel corre en la playa tras el balón multicolorido que adquiere mayor velocidad al impulso del viento del Norte que, sorprendiendo a los bañistas, inició hace unos momentos.

     Sus esbeltas piernas aumentan el ritmo… Ella se da cuenta que, cada vez, está más lejos del área en qué se encontraba y ya incursionando en una zona solitaria; alcanza a ver a una familia que se retira y ella, sigue corriendo… Va a dar alcance a la pelota, cuando una ráfaga le aleja… Toma impulso y reinicia la carrera… La arena se estampa en su rostro, los grandes ojos cafés, por instantes han de cerrarse porque la arena les penetra provocando escozor y lágrimas, una y otra vez… En otras ocasiones la melena castaña, casi le golpea.

     —Parece que será un norte huracanado –piensa.

     Detiene un momento la carrera y comprueba que resulta significativa la distancia recorrida.

     Con la respiración jadeante mira apesadumbrada aquella pelota que lamenta perder…

     Vuelve a mirar el balón que sigue su ligera carrera; ve nuevamente la distancia que ha recorrido, la soledad que le rodea y, con pesar, determina abandonarlo.

     Comienza a girar, voltea, por última vez hacia donde el balón sigue su loca carrera y, entonces ve que se ha detenido en un tronco, de esos que la marea nocturna o las fuertes marejadas de los nortes, lanzan a reposar de su viaje a las playas. Comienzan a aumentar de velocidad las ráfagas, el volátil esférico comienza a vibrar y se agita en el tronco…

     Ella no emprende una nueva carrera… A través del camino recorrido, aprendió que no ha de engañarse… Cualquiera de esas ráfagas impulsará la pelota…

     Sonríe y al hacerlo, sabe que es una despedida…

     —Gracias por el tiempo. Gracias. Disfruta tu carrera; será bueno que otros gocen tu colorido –pronuncia en voz queda.

Imagen de Internet

     Con una mano retira la melena que, otra vez, se vino sobre su rostro.

     Emprende ligera la carrera, de regreso, por la orillita del mar, cuyas olas, al reventar, besan las torneadas piernas, salpican la espléndida figura de Isabel que abre los brazos y eleva el vuelo, convertida en blanca gaviota.

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Boca del Río, Veracruz, 14 de agosto de 2007


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