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lunes, 1 de septiembre de 2014

JADE O CHALCHIHUITE

JADE O CHALCHIHUITE
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO

Del náhuatl chalchihuitl, jade, precioso, verde azul, verde esmeralda. Comenta Tibón (1983) que era en el México antiguo el mineral más precioso y era signo de todo lo valioso, hermoso y rico, mucho más que el oro y la plata. Los olmecas introdujeron la elaboración de esta piedra en Mesoamérica durante el primer milenio anterior a nuestra era. Por su color verdeazul, que es el del agua, los chalchihuites eran la representación de la diosa del agua, Chalchiuhtlicue o Chalchiuhcueye, “la que tiene su falda de chalchihuites”, estas piedras más que emblemas, eran “fracciones” de la diosa misma, y como tales objeto de honda veneración. Chalchiuhtlatonac, “Sol de jade” es contraparte masculina de Chalchiuhtlicue; también es apodado “Sol de jade”, el “príncipe de las flores”, Xochipilli. Una de las advocaciones de la diosa terrestre-lunar Chicomecóatl es Chalchiuhcíhuatl, la “mujer preciosa” que presidía a la abundancia y la alegría de vivir. 
      

En sentido figurado el chalchihuite es el protector mágico-religioso por excelencia y para tal efecto era necesario calentarlo al sol, la ceremonia comprendía ofrendas y sacrificios de codornices. Quetzalcóatl sahumaba los chalchihuites. Su poseedor podía ver realizado cualquier deseo que formulaba. Era considerado un corazón humano, el cual se ponía en la boca del difunto para que tuviera vida en el más allá y lo ofrendase a Mictlantecuhtli, al llegar al término del largo y penoso viaje en el inframundo. El chalchihuite no sólo tiene vida, sino que es chalchiuhgenético, que da vida; la gema se colocaba en una cavidad expresamente cincelada en medio del pecho de las estatuas de piedra, así la deidad, dejaba de ser fría imagen adquiriendo vida, ejemplo notable es el del inquietante Tláloc de Castillo de Teayo con la cara doble. El hueco cuadrado en el pecho no contiene ya el chalchihuite y tampoco la cavidad redonda debajo del collar de la Chalchiuhtlicue colosal de Teotihuacan que se admira en el Museo Nacional de Antropología. 
                   

Se dice que Chimalma, madre de Quetzalcóatl, lo concibió porque se tragó un chalchihuitl que encontró mientras barría. El nahuatlato Alvarado Peralta (1992) me comentó personalmente que Mixcóatl, “serpiente de nubes”,  al andar de cacería, encontró bañando en un arroyo de Amatlán, pueblo tlahuica no lejos de Tepoztlán, Morelos a Chimalma tirándole cinco flechazos, de punta de jade, el último de los cuales le pasó entre las piernas, quedando embarazada de Quetzalcóatl. 

Comenta Alvarado Tezozómoc, que el rey de México Huitzilíhuitl echó un chalchihuitl a la princesa Miahuaxíhuitl, hija de Ozomatzinteuctli rey de Cuernavaca, la cual se hallaba sola pero bien vigilada en su jardín, ésta tragó la gema, “con lo cual dio principio su embarazo y concepción de Moctezuma Ilhuicamina”, el cual nació en 1390. Años después, en 1461, según los Anales de Cuauhtitlan,  Moctezuma Ilhuicamina, venció y ajustició al insolente Atonal, rey de Coixtlahuaca, y al buscar intimidad con la reina viuda, la vista de un chalchihuite donde no esperaba encontrarlo provocó que se desmayara. Los dos quedaron buenos amigos, puesto que la viuda se volvió eficaz recaudadora de los riquísimos tributos mixtecos. Otro caso de partenogénesis, concepción o embarazo sin intervención del macho, ocurrió con Coatlicue, “falda de serpientes”, mientras ésta barría como penitencia en el cerro del Coatepec, cayó un plumón de quetzal del cielo, mismo que guardó en su regazo, quedando embarazada de Huitzilopochtli…


Continúa comentando Tibón: La sangre que se vierte en los sacrificios, chalchiúhatl, es el “agua preciosa”: aquí lo rojo por excelencia se vuelve verde no por el color, sino por el hondo significado esotérico del color verde, el del chalchihuite.

Quetzalcóatl baja al inframundo para recoger los chalchiuhómitl, huesos de muertos, con cuya masa molida plasma la nueva humanidad. Estos huesos no son verdes, sino preciosos, metafóricamente de jade; y el dios los coloca en el chalchiuhapaztli, la vasija de jade por tratarse de la sustancia más valiosa del mundo.

Jade es un nombre genérico; define a tres piedras, semejantes en apariencia; la jadeíta, la nefrita y cloromelanita. Sólo el gemólogo especializado puede identificarlas. Nuestros jades bajan de color, desde el verde hasta el blanco, pasando por un color esmeraldino intenso y un azul verdoso (xoxouhqui) a un verdeazul claro y a todos los matices del gris. Obviamente el más apreciado era el verde más vivo, color de vegetación, del maíz verde. En el antiguo mundo náhuatl se conocían otras piedras verdes más modestas: la serpentina; la sausurita; algunas obsidianas verdecentes; el cuarzo verde o prasio; la prehnita y el xíhuitl o turquesa. Los lapidarios del imperio azteca eran los xochimilcas. La esmeralda, la gema verde más preciosa del Viejo Mundo, era desconocida en Mesoamérica.

Las piedras más comúnmente usadas para imitar los jades son la esteatita, el tecali de Puebla (grado de dureza 3) teñido de verde y la serpentina (dureza 4). El vidrio común tiene la dureza 5, un poco menos que la obsidiana y un cuchillo de acero; de suerte que nefrita y jadeíta inciden vidrio y obsidiana, en tanto que un cuchillo de acero no incide ninguna especie de jade. El uso prehistórico del jade para fabricar hachas, cuchillos, puntas de flecha, se debe a su dureza.
Fundados en la realidad de los tributos. Dos fueron las principales fuentes de abastecimiento de jade: la costa septentrional de Veracruz; la Sierra Madre del Sur en Guerrero, Puebla, Oaxaca y Chiapas. Es probable que no procedan de grandes vetas y que los jaderos encontraran las piedras en guijarros y cantos rodados en el lecho de arroyos y de ríos. Se encontraban frecuentemente en el río Balsas. También en el río Tesechoacán, en el estado de Veracruz, tal vez arrastrados de la Sierra Chinanteca.

Sahagún refiere que los mexicas tenían sus señales para descubrir los chalchihuitl; si al querer salir el sol veían en la tierra un humillo delicado, era señal que ahí había criadero de piedras finas, o algunas estaban allí escondidas: si la hierba se conservaba siempre verde en algún lugar, sin duda que debajo yacían los chalchihuitl.
El uso de jade y turquesa era prerrogativa de los principales, afirma Sahagún aludiendo a las piedras preciosas, y añade: “Es señal de que es persona noble el que las trae…; a los macehuales (o sea la gente del pueblo) no les era lícito traerlas”. El jade se empleó en dijes, orejeras, pendientes pectorales, y otros adornos de la persona y en estatuas, vasos, objetos que no parecen haber tenido más fin después, del mágico-religioso, que el deleite de sus dueños. Las incrustaciones dentarias de jade se destinaban a los sacerdotes, personas del más alto rango, que debían conservar su poder, su prestigio, su reputación. Es muy probable que la vista de las piedras sacrosantas en la boca de los potentados, cuando éstos hablaban y reían, produjera un impacto psicológico en el común de los mortales; esto contribuía a mantener el respeto popular por su jerarquía.

En el Librito de las hierbas medicinales de los indios, de Martín de la Cruz, médico azteca de Xochimilco, traducido del náhuatl al latín en 1552 por Juan Badiano, se menciona ocho veces la piedra verde como ingrediente adicional en medicamentos vegetales y animales. El poder sacral insito en el chalchihuite, en el pensamiento de los médicos prehispánicos, contribuye al efecto terapéutico del remedio. Los conquistadores adoptaron el uso tradicional del jade para curar los cólicos nefríticos. Los cálculos, o piedritas renales, se debían curar, según el principio homeopático, con otras piedritas. La piedra de la ijada será el remedio de elección contra el dolor de la ijada. Pronto se conoce en Europa, los franceses transforman l´ejade en lejade, le jade, y transmiten la palabra a las demás lenguas modernas, incluyendo el propio castellano. Con razón otro nombre para el jade es piedra nefrítica o nefrita.
Estatuilla de Tuxtla

     Extraído de mi libro: Los Tuxtlas nombres geográficos pípil, náhuatl, taíno y popoluca, analogía con las cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos.



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