JADE
O CHALCHIHUITE
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
Del náhuatl
chalchihuitl, jade, precioso, verde azul, verde esmeralda. Comenta Tibón (1983)
que era en el México antiguo el mineral más precioso y era signo de todo lo
valioso, hermoso y rico, mucho más que el oro y la plata. Los olmecas
introdujeron la elaboración de esta piedra en Mesoamérica durante el primer
milenio anterior a nuestra era. Por su color verdeazul, que es el del agua, los
chalchihuites eran la representación de la diosa del agua, Chalchiuhtlicue o
Chalchiuhcueye, “la que tiene su falda de chalchihuites”, estas piedras más que
emblemas, eran “fracciones” de la diosa misma, y como tales objeto de honda
veneración. Chalchiuhtlatonac, “Sol de jade” es contraparte masculina de
Chalchiuhtlicue; también es apodado “Sol de jade”, el “príncipe de las flores”,
Xochipilli. Una de las advocaciones de la diosa terrestre-lunar Chicomecóatl es
Chalchiuhcíhuatl, la “mujer preciosa” que presidía a la abundancia y la alegría
de vivir.
En sentido figurado el chalchihuite es el protector mágico-religioso
por excelencia y para tal efecto era necesario calentarlo al sol, la ceremonia
comprendía ofrendas y sacrificios de codornices. Quetzalcóatl sahumaba los
chalchihuites. Su poseedor podía ver realizado cualquier deseo que formulaba.
Era considerado un corazón humano, el cual se ponía en la boca del difunto para
que tuviera vida en el más allá y lo ofrendase a Mictlantecuhtli, al llegar al
término del largo y penoso viaje en el inframundo. El chalchihuite no sólo
tiene vida, sino que es chalchiuhgenético, que da vida; la gema se colocaba en
una cavidad expresamente cincelada en medio del pecho de las estatuas de
piedra, así la deidad, dejaba de ser fría imagen adquiriendo vida, ejemplo
notable es el del inquietante Tláloc de Castillo de Teayo con la cara doble. El
hueco cuadrado en el pecho no contiene ya el chalchihuite y tampoco la cavidad
redonda debajo del collar de la Chalchiuhtlicue colosal de Teotihuacan que se
admira en el Museo Nacional de Antropología.
Se dice que Chimalma, madre de
Quetzalcóatl, lo concibió porque se tragó un chalchihuitl que encontró mientras
barría. El nahuatlato Alvarado Peralta (1992) me comentó personalmente que
Mixcóatl, “serpiente de nubes”, al andar
de cacería, encontró bañando en un arroyo de Amatlán, pueblo tlahuica no lejos
de Tepoztlán, Morelos a Chimalma tirándole cinco flechazos, de punta de jade,
el último de los cuales le pasó entre las piernas, quedando embarazada de
Quetzalcóatl.
Comenta Alvarado Tezozómoc, que el rey de México Huitzilíhuitl
echó un chalchihuitl a la princesa Miahuaxíhuitl, hija de Ozomatzinteuctli rey
de Cuernavaca, la cual se hallaba sola pero bien vigilada en su jardín, ésta
tragó la gema, “con lo cual dio principio su embarazo y concepción de Moctezuma
Ilhuicamina”, el cual nació en 1390. Años después, en 1461, según los Anales de
Cuauhtitlan, Moctezuma Ilhuicamina,
venció y ajustició al insolente Atonal, rey de Coixtlahuaca, y al buscar
intimidad con la reina viuda, la vista de un chalchihuite donde no esperaba
encontrarlo provocó que se desmayara. Los dos quedaron buenos amigos, puesto
que la viuda se volvió eficaz recaudadora de los riquísimos tributos mixtecos.
Otro caso de partenogénesis, concepción o embarazo sin intervención del macho,
ocurrió con Coatlicue, “falda de serpientes”, mientras ésta barría como
penitencia en el cerro del Coatepec, cayó un plumón de quetzal del cielo, mismo
que guardó en su regazo, quedando embarazada de Huitzilopochtli…
Continúa comentando
Tibón: La sangre que se vierte en los sacrificios, chalchiúhatl, es el “agua
preciosa”: aquí lo rojo por excelencia se vuelve verde no por el color, sino
por el hondo significado esotérico del color verde, el del chalchihuite.
Quetzalcóatl baja al
inframundo para recoger los chalchiuhómitl, huesos de muertos, con cuya masa
molida plasma la nueva humanidad. Estos huesos no son verdes, sino preciosos,
metafóricamente de jade; y el dios los coloca en el chalchiuhapaztli, la vasija
de jade por tratarse de la sustancia más valiosa del mundo.
Jade es un nombre
genérico; define a tres piedras, semejantes en apariencia; la jadeíta, la
nefrita y cloromelanita. Sólo el gemólogo especializado puede identificarlas.
Nuestros jades bajan de color, desde el verde hasta el blanco, pasando por un
color esmeraldino intenso y un azul verdoso (xoxouhqui) a un verdeazul claro y
a todos los matices del gris. Obviamente el más apreciado era el verde más
vivo, color de vegetación, del maíz verde. En el antiguo mundo náhuatl se
conocían otras piedras verdes más modestas: la serpentina; la sausurita;
algunas obsidianas verdecentes; el cuarzo verde o prasio; la prehnita y el
xíhuitl o turquesa. Los lapidarios del imperio azteca eran los xochimilcas. La
esmeralda, la gema verde más preciosa del Viejo Mundo, era desconocida en
Mesoamérica.
Las piedras más
comúnmente usadas para imitar los jades son la esteatita, el tecali de Puebla
(grado de dureza 3) teñido de verde y la serpentina (dureza 4). El vidrio común
tiene la dureza 5, un poco menos que la obsidiana y un cuchillo de acero; de
suerte que nefrita y jadeíta inciden vidrio y obsidiana, en tanto que un
cuchillo de acero no incide ninguna especie de jade. El uso prehistórico del
jade para fabricar hachas, cuchillos, puntas de flecha, se debe a su dureza.
Fundados en la realidad
de los tributos. Dos fueron las principales fuentes de abastecimiento de jade:
la costa septentrional de Veracruz; la Sierra Madre del Sur en Guerrero,
Puebla, Oaxaca y Chiapas. Es probable que no procedan de grandes vetas y que
los jaderos encontraran las piedras en guijarros y cantos rodados en el lecho
de arroyos y de ríos. Se encontraban frecuentemente en el río Balsas. También
en el río Tesechoacán, en el estado de Veracruz, tal vez arrastrados de la
Sierra Chinanteca.
Sahagún refiere que los
mexicas tenían sus señales para descubrir los chalchihuitl; si al querer salir
el sol veían en la tierra un humillo delicado, era señal que ahí había criadero
de piedras finas, o algunas estaban allí escondidas: si la hierba se conservaba
siempre verde en algún lugar, sin duda que debajo yacían los chalchihuitl.
El uso de jade y
turquesa era prerrogativa de los principales, afirma Sahagún aludiendo a las
piedras preciosas, y añade: “Es señal de que es persona noble el que las trae…;
a los macehuales (o sea la gente del pueblo) no les era lícito traerlas”. El
jade se empleó en dijes, orejeras, pendientes pectorales, y otros adornos de la
persona y en estatuas, vasos, objetos que no parecen haber tenido más fin
después, del mágico-religioso, que el deleite de sus dueños. Las incrustaciones
dentarias de jade se destinaban a los sacerdotes, personas del más alto rango,
que debían conservar su poder, su prestigio, su reputación. Es muy probable que
la vista de las piedras sacrosantas en la boca de los potentados, cuando éstos
hablaban y reían, produjera un impacto psicológico en el común de los mortales;
esto contribuía a mantener el respeto popular por su jerarquía.
En el Librito de las
hierbas medicinales de los indios, de Martín de la Cruz, médico azteca de
Xochimilco, traducido del náhuatl al latín en 1552 por Juan Badiano, se
menciona ocho veces la piedra verde como ingrediente adicional en medicamentos
vegetales y animales. El poder sacral insito en el chalchihuite, en el
pensamiento de los médicos prehispánicos, contribuye al efecto terapéutico del
remedio. Los conquistadores adoptaron el uso tradicional del jade para curar
los cólicos nefríticos. Los cálculos, o piedritas renales, se debían curar,
según el principio homeopático, con otras piedritas. La piedra de la ijada será
el remedio de elección contra el dolor de la ijada. Pronto se conoce en Europa,
los franceses transforman l´ejade en lejade, le jade, y transmiten la palabra a
las demás lenguas modernas, incluyendo el propio castellano. Con razón otro
nombre para el jade es piedra nefrítica o nefrita.
Estatuilla de Tuxtla
Extraído de mi libro: Los Tuxtlas nombres geográficos pípil, náhuatl, taíno y popoluca, analogía con las cosmologías de las culturas mesoamericanas. Incluye diccionario de localismos y mexicanismos.
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