AFRODITA
O VENUS
ANTONIO
FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO
“Cantaré
a la bella Afrodita, la de la corona de oro, la diosa venerada que tiene por
suyos todos los lugares altos de Chipre, la isla marina donde el soplo poderoso
del húmedo Céfiro la llevó, sobre las olas de la mar mugiente, por la blanda
espuma: Las horas de diadema de oro la acogieron con gozo, y le dieron vestidos
inmortales”.
Himno
homérico a Afrodita.
El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli 1484
Refiere Hesíodo en su Teogonía que la
primera pareja primigenia fueron Gea (Tierra) y Urano (Cielo), padres de los
Titanes y de la Titánidas, y de muchos más seres. Gea cansada de tanta gravidez
convenció a su hijo Cronos para que la vengara. Así que una noche que Urano
buscó a Gea para embarazarla, Cronos, que estaba al acecho, le cortó los
testículos a su padre y los lanzó al espacio. La sangre del dios herido cayó en
lluvia sobre la tierra y el mar, donde engendró otras divinidades. De la sangre
mezclada con semen, que cayó sobre el mar, brotó una espuma blanca de la cual
salió Afrodita (Espuma), y la primera
tierra que sus plantas pisaron fue la de Citeres, y luego fue a la isla de
Chipre (Cyprus), que desde entonces quedó particularmente dedicada a su culto.
Por su origen era sin duda una divinidad oriental (la Astarté de los fenicios o
Ishtar de los mesopotámicos), en la que estaba personificada la fuerza creadora
y fecundante de la naturaleza, pero los griegos la concibieron como una diosa
de la belleza y del amor. Por haber nacido del mar, se consideró una deidad
propicia a los navíos y a los navegantes, que reinaba sobre los vientos y las
olas, y deparaba a los barcos que la imploraban una tranquila y feliz travesía.
Nacimiento de Venus. Alexandre Cabanel
Los poetas pintaron a Afrodita como la más
bella y hechicera de todas las diosas, a cuyos encantos no podía resistir
voluntad alguna, hasta las fieras de la selva sucumbían a sus encantos y se
acercaban a lamerle los pies como mansos corderillos.
Además de ser la más perfecta belleza
femenina, dotada de todos los hechizos del amor, poseía un cinturón maravilloso que hacía más irresistible el
poder de su belleza. La diosa Juno queriendo agradar a Júpiter le pidió
prestado el cinturón, saliendo bien de su empresa.
Ares escondido en la recámara de Hefesto. Tintoretto
La diosa no se limita a encender el amor
en los pechos ajenos, sino que ella misma arde en inextinguibles ansias
amorosas. Prueba de ello son sus múltiples relaciones con dioses o con hombres
que supieron merecer sus favores. Fue esposa de Hefesto (Vulcano) del cual no
tuvo descendencia, en cambio tuvo de sus amores ilícitos con Ares (Marte) a
Eros y Anteros, y acaso también a Deimos y Fobos. Con Hermes tuvo a
Hermafrodito, y con Anquises tuvo al
héroe troyano Eneas.
Venus, Marte y Cupido (Eros). Tiziano
Anquises.
Príncipe troyano que guardaba sus rebaños en el Ida, Afrodita sintió un día una
viva pasión por él. Para hacerse amar, se le acercó fingiendo ser la hija del
rey de Frigia y haber sido raptada y dejada en la montaña por Hermes. Anquises
quedó turbado por su belleza y la amó. Entonces, ella le reveló quien era y
dijo que le daría un hijo que tendría un altísimo destino, ese hijo había de
ser Eneas. Pero prohibió a Anquises que dijera a nadie sus amores. Anquises, en
una fiesta, después de beber, no pudo guardar su secreto. Zeus le castigó, bien
fuera dejándole cojo, bien fuera quitándole la vista.
Adonis (mi Señor). Producto del amor
incestuoso de Mirra (Esmirna) con su padre Ciniras, rey de Chipre. Ella
metamorfoseada en árbol, da a luz a un niño de radiante belleza. Afrodita le
recoge, lo lleva al Hades, y le confía a
Perséfone, que se prenda de él y rehúsa devolverlo. Para cortar la querella de
las diosas, Zeus decide que Adonis pasará la tercera parte del año junto a
Afrodita, otra tercera parte junto a Perséfone, y dispondrá a su gusto el resto
del tiempo. Adonis decide dar esos cuatro meses a Afrodita.
Venus y Adonis. Tiziano.
Amó tiernamente a Adonis, y cuando éste es
muerto en una cacería por los colmillos de un jabalí, ella suplica a Zeus,
para que devuelva la vida a su amado. Zeus concede que Adonis pase una
parte del año en el tenebroso reino de las sombras, el Hades, y el restaste
viva en el mundo superior. La hirsuta alimaña que quita la vida a Adonis
simboliza, sin lugar a dudas, el gélido invierno, ante cuyo helado hálito se marchita toda vida en la
naturaleza. El núcleo del mito: no es sino la imagen de la muerte de la
Naturaleza en el otoño y su resurrección en primavera.
Venus dormida. Giorgione
La diosa está presta a ayudar a los
amantes en desgracia, como cuando ayudó a Peleo para que éste pudiera gozar de
Tetis. Por el contrario, castiga, y a veces sin compasión, a los presuntuosos
que osan resistir a su poder. Buen ejemplo de ello es la leyenda del príncipe
ateniense Hipólito, cuya desgracia fue el amor que mal de su grado supo
inspirar a su madrasta Fedra, y el mito del hermoso Narciso, que, habiendo
despreciado el amor de la ninfa Eco, fue castigado por la diosa con una
imposible pasión por su propio cuerpo, narcisismo. Castigo a las mujeres de
Lemnos, que no la adoraban, afligiéndolas con un olor insoportable. Las lemnianas
tuvieron que matar a todos los hombres que les habían sido infieles a
consecuencia de esa maldición. Muy bello, por lo contrario, el gesto que tuvo
de darle vida a la estatua de una hermosa mujer que esculpió Pigmalión, de la cual él acabó enamorado.
Los filósofos griegos razonaron mucho
sobre la naturaleza de Afrodita, y distinguieron, con Platón, dos diosas, una
uraniana (“celeste”), diosa del amor puro, y la otra pandemiana (“popular”), que
patrocinaba los amores vulgares.
Juicio de París. Rubens
El célebre
juicio de París. Un día, la Discordia (Eris) había lanzado en el Olimpo,
durante la asamblea de los dioses, una manzana destinada a ser entregada “a la
más bella”. Tres diosas aspiraron ese título. Zeus hizo que las llevara Hermes
a la montaña de Tróada, donde uno de los hijos de Príamo, París guardaba sus
rebaños. Afrodita era cabalmente el prototipo de la belleza femenina. desde sus cabellos dorados hasta sus pies, comparables a la plata, todo era en ella armonía y encanto. Cierto que Hera y Atenea eran también muy hermosas; pero la altiva belleza de la primera imponía respeto, y la severa hermosura de la segunda paralizaba el deseo. En cambio, de Afrodita emanaba una irresistible seducción. A una perfección de líneas y rasgos añadía una gracia suave, que atraía y subyugaba. "En su rostro afable había siempre una amable sonrisa". Y cada cual trató de persuadir a su juez para que decidiera a su
favor. Hera le ofreció la realeza universal; Atenea, hacerle invencible en la
guerra; mientras que Afrodita le prometía solamente la mano de Helena, la más
bella de todas las mortales. Ella fue la elegida. Se afirma también que se
desnudó para revelar al joven su perfecta anatomía. Así pues, es Afrodita quien
está en el origen de la guerra de Troya, y, durante todo el sitio de la ciudad,
protegió a París, arrancándole del peligro en su duelo con Menelao. Igualmente,
salvó a Eneas en el momento en que Diomedes iba a matarle. Tras la caída de la
ciudad, aseguró la supervivencia de la raza troyana permitiendo a Eneas
escaparse llevando sobre sus espaldas a Anquises.
La Venus del espejo. Velázquez
Los romanos le dieron el nombre de Venus,
cuyo significado es el deseo amoroso. Diosa del placer y la alegría. Después de
haber sido equiparada a la griega Afrodita, su papel fue reduciéndose cada vez
más al de una simple diosa del deseo físico y del amor sexual. Había en Roma
tres santuarios principales de Venus, a saber, el de la Murcia, el de la
Cloacina y el de la Libitina. El primero de estos nombres la designa como diosa
de los mirtos (el mirto era un símbolo del amor casto); el templo se levantaba
en las faldas del Aventino. El templo de la Cloacina fue construido en memoria
de la reconciliación entre romanos y sabinos después del conocido rapto que los
primeros hicieron de las mujeres y muchachas de los segundos. Finalmente, el
nombre Libitina designa a Venus como diosa funeraria, pues en aquel santuario
se guardaba todo lo necesario para unas exequias, y los sirvientes del templo
eran los empleados oficiales de las pompas fúnebres romanas.
La toilette de Venus. William Bouguereau
Los atributos de Venus son de lo más
variado que quepa, según la concepción de la diosa que en cada caso predomine.
Entre los animales le son particularmente sagrados la paloma, el gorrión y el
delfín, entre las flores y plantas, el mirto, la rosa, la manzana, la amapola y
el tilo.
Innumerables odas se le dispensaron en la
época homérica. Fue, al parecer, la diosa más pintada por los grandes artistas como Botticelli, Tintoretto, Tiziano, Giogione, Rubens, Velázquez, Cabanel, Carracci y Bouguereau, entre otros.
Es bien conocida la preferencia que demostró el arte antiguo por representar en
imagen a Afrodita o Venus. Fueron sobre todo los maestros de la nueva escuela
ática quienes demostraban una especial preferencia por las figuras de dioses
jóvenes y hermosos, en los que menos chocante podía aparecer el desnudo. La
Venus de Gnido, de Praxíteles, que se despoja de sus ropas para entrar en el
baño, marcó la regla a partir de aquel momento, exceptuando las imágenes
religiosas de los templos, del desnudo para las estatuas de Venus y divinidades
afines. La más famosa de todas y la de mérito artístico más excelso es la
estatua descubierta en 1820 en la isla de Melos (Milo), hoy en el Louvre de
París, de tamaño mayor que la natural, muestra sólo desnuda la parte superior
de su cuerpo, mientras la inferior, a partir de las caderas, está medio
cubierta por una tela muy ligera. No se sabe que admirar más en esta
maravillosa estatua, si la sublime expresión de la cabeza o la encantadora
plenitud y bello equilibrio de todos los miembros. Habiendo desaparecido
totalmente los brazos, no es posible saber con certeza cuál era la actitud de
la diosa. Se supone que con la mano izquierda, que tenía levantada, sostenía o
bien una manzana (símbolo de la isla de Melos) o el escudo de bronce del dios
Ares (Marte). En sus rasgos se refleja una serena y orgullosa confianza.
Venus de Milo
BIBLIOGRAFÍA
Mitología Universal
Ilustrada. Dioses. Héroes. Leyendas. Supersticiones. J. G. Noguín. Segunda
edición abril 1957. Joaquín Gil-Editor. Buenos Aires.
Mitología Clásica
Ilustrada. Otto Seemann. Segunda edición marzo 1960. Vergara Editorial,
Barcelona.
Mitología General. Félix Guirand. Primera edición 1960. Reimpresión 1962. Editorial Labor, S. A. Barcelona, España.
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Mitologías, del
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Barcelona España.
Diccionario Universal
de Mitología. Roy Willis. Primera edición enero 2003. Grupo Editorial Tomo, S.
A. de C. V. México, D. F.
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