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sábado, 20 de agosto de 2016

MÍ NOVIA LICÁNTROPA Antonio Fco. Rguez. A.

MÍ NOVIA LICÁNTROPA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


Imagen de Internet


     Llegamos mi novia y yo al apartado centro recreativo ubicado en el corazón de la selva negra. Ella provenía de antiguas familias de este lugar, y venimos juntos a conocerlas. No encontramos a ningún pariente de ella, al parecer alguna amenaza los había hecho huir. Una anciana nos dijo que habían huido por ser licántropos. -¡Patrañas, le respondimos! La anciana sólo sonrío. Nos olvidamos de los molestos comentarios. Así qué nos dedicamos a explorar tan bellos lugares de exuberante  vegetación. Los paseos nocturnos eran maravillosos, la luna llena nos mostraba casi todos los rincones de este selvático entorno. Nos divertía jugar a escondernos en las sombras, en la oscuridad reinante debajo de una gran arboleda. El que fuera encontrado tenía que prometer cumplir una fantasía sexual al retornar al hotel. En uno de esos recorridos mi pareja tropezó al meter el pie en un hoyanco, en forma de descomunal pisada,  cubierto de agua de lluvia. Aún así tuvo el ánimo de correr a esconderse para continuar con nuestro juego. En un momento dado, escuché unos horripilantes aullidos de lobo cerca de donde estábamos, me dio miedo por mi pareja. Nos juntamos y corrimos hacia el hotel.  Entrando a la habitación nos fascinó que la mucama haya adornado nuestro lecho con un corazón de pétalos de rosas blancas y rojas, que haya encendido un par de velas aromáticas en los burós, y sobre una pequeña mesa haya puesto una botella de vino con dos copas. Una corriente de aire que entraba por la ventana tendía la luz de los pabilos, provocando un ambiente de claro-oscuros. Nos miramos a los ojos con una morbosa complicidad, todo auguraba una gran noche de fantasías sexuales. Descansamos un rato en un cómodo sofá, ella me dijo que le inquietó que después de mojarse el pie, tuvo la sensación de que esa humedad le subió a todo el cuerpo, presentando un gran escalofrío, y perdió la noción por un breve lapso de tiempo, saliendo de su estupor al escuchar mis gritos llamándola. Nos dimos un baño, nuestros cuerpos se adherían como dos gotas de agua. Un pequeño vapor ascendió del cuerpo desnudo de ella el cual se sentía caliente, emitió un par de finos gemidos y salió apresurada del baño con rumbo a la recamara. Temí que fuera su “regla”. Al terminar de bañarme, salí a alcanzarla a la cama, la habitación estaba a oscuras, la ventana estaba más abierta y el aire apagó las velas. Al acercarme a ella un vaho caliente y fétido se impregnó a mi cuerpo. -¿Estás bien? Le pregunté sin obtener respuesta. Preocupado, alargué mi brazo para tocarla y me electricé de pavor al sentir unas piernas peludas con garras. Pensé estar viviendo una pesadilla. Todavía le pregunté: -¿Eres tu cariño?, por toda respuesta escuché unos gemidos, e inmediatamente después con una voz cavernosa y angustiante me dijo: - ¡Tengo mucho miedo, no sé que está pasando conmigo y con mi cuerpo! Una pausa, y continúo: ¡Pero quiero que sepas que te quiero mucho!  No aguanté más, me senté junto a ella, le acaricié la cabeza y la llené de besos y lágrimas que habían desbordado mis emociones, mis preocupaciones y mis miedos. Me acosté a su lado. Tratando de minimizar tan grave momento, le dije: -¿Aún sigues con tus fantasías sexuales de comerme por completo? -¡Sí…! me dijo llorando. Se montó encima de mí e hicimos el amor. A la mañana siguiente, ella volvió a su supuesta normalidad. Y a partir de esta, su primera vez, cada luna llena la loba volvía a ella. Pero ya no estaba sola: las lágrimas, el sudor y las mordidas de amor de esa noche también me habían transformado.


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