BALAMOOB
BALAMOOB. En maya
plural de balam, jaguar, hechicero. Son espíritus que se hacen cargo de los
hombres, las milpas y los pueblos y los protegen. Son 4 para cada lugar, y se
colocan cuidando los puntos cardinales. De día son invisibles como el viento,
pero si alguien tiene la mala suerte de ver alguno, es señal que pronto habrá
de enfermarse. Los Balam duermen de día, pero de noche se pueden ver sentados
al pie de la cruz que se encuentra a la entrada de cada pueblo, se encuentran
activos y alertas, y previenen muchos accidentes que acabarían con el pueblo,
tales como lluvias violentas, ciclones y enfermedades pestilentes, así como
para evitar males y perjuicios que ocasionan los malos espíritus.
A veces el indio que camina entre el
bosque llega a un lugar en el que hay ramas quebradas, árboles arrancados de
raíz y piedras rotas y diseminadas. ¡Son
las señales de una lucha entre el Balam y algún mal espíritu!
Los Balam a veces se encuentran en
situaciones difíciles, en sus luchas con duendes malignos, y entonces emiten
fuertes silbidos que se escuchan en el monte, por la noche, y que indican que
un Balam está pidiendo auxilio; y aunque no tienen alas, vuelan por los aires
con la velocidad de un ave. Cuando las cosas van mal, el Balam hace uso de unos
proyectiles de obsidiana o de pedernal, que arroja con terrible fuerza y que se
llaman Piliz-Dzoncab. Estos proyectiles, que se encuentran por lo común en
montículos arqueológicos, son muy apreciados por los hechiceros, que los
utilizan para hacer sangrías.
Se presenta a los Balam como hombres de
gran estatura, con largas barbas. Cuidan las milpas, pero castigan a los
incrédulos que se olvidan de las ofrendas. Sobre estos imprudentes caen las
calamidades más inesperadas.
Los Balam también se encargan de poner en
el buen camino a las personas extraviadas, pero si el encuentro es con un niño,
el contacto con el Balam dejará al pequeño atontado, o en el mejor de los
casos, tendrá un carácter excéntrico durante toda su vida. A veces también los
Balam se llevan a algún niño, para que les sirva en sus asuntos. Así puede
desaparecer algún pequeño, sin dejar rastro alguno, porque el Balam se los
llevó.
Los
Balam son espíritus serios, con poca paciencia para ciertas frivolidades. Así
se desprende de un cuento que se conocía entre los indios de Tihosuco:
Sucedió que un día, un indio y su esposa
fueron a su milpa a recoger mazorcas. El calor producido por la faena hizo que
el marido fuese en busca de agua y se alejó de la milpa. Entonces la mujer se
quitó la bata, tanto para refrescarse como para no romperla, y se quedó
desnuda.
Muy quitada de la pena estaba cuando
escuchó a sus espaldas que alguien gritaba con enojo: ¡Pixe a uito, xnoh cizin¡ (¡Tapa tu culo, gran diablo¡), al mismo tiempo que recibía dos sonoros
golpes en la parte mencionada. Sorprendida y molesta, la dama en cuestión
volteó la cabeza y acertó a ver a un hombre alto de largas barbas, muy
irritado, que antes de desaparecer todavía propinó dos golpes más a la mujer,
en la misma zona anatómica, de la que nunca desaparecieron las marcas del
castigo.
BIBLIOGRAFÍA
Baqueiro López, Oswaldo. Magia, mitos y
supersticiones entre los mayas. Primera edición 1983. Maldonado Editores,
Mérida, Yucatán, México.
Antonio Francisco Rodríguez Alvarado. Diccionario
de Dioses, Demonios y Enfermedades Indígenas. La Cosmología del México
Prehispánico. 2009. Inédito
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