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sábado, 19 de julio de 2014

LA LLORONA Marina Cuéllar Martínez

LA LLORONA
MARINA CUÉLLAR MARTÍNEZ


 En el Tajín –por los arroyos secos, que pasan en medio de la gran ciudad totonaca, por la rivera del río Tlahuanapa, que corre sigiloso por las cercanías de Papantla, o por el Caracatloco, que corre detrás de las pirámides de Tajín, al lado de un viejo camino de herradura que va directo a Papantla- una mujer transparente deambula al filo de la media noche llorando por sus hijos; se queja ¡Jae kin kamán! ¡¿ni ku tawalana kin kamán?! (¡Ay mis hijos!, ¡¿dónde están?!).

     Siempre busca a sus hijos que se le perdieron mientras jugaban en el río atrapando acamayas con una fizga. Al perderlos enloqueció y se murió de tristeza.

     De tan triste que estaba no pudo encontrar el camino por donde se van los muertos y se perdió buscando a sus niños perdidos. De tanto caminar, se le acabó el cuerpo y su traje blanco se quedó relleno de aire; por eso se mete entre las corrientes del viento que corre junto a los ríos para poder desplazarse como si se deslizara sobre las olas del mar.

      De lejos, pareciera que flota como una pluma blanca al lado de la corriente de los ríos. Apenas le quedó su largo cabello –que nunca dejó de crecerle- y el recuerdo de su rostro indígena, hermoso y moreno, que el viento nunca pudo olvidar. Por eso –con la ayuda de las sombras de la noche- el aire lo reconstruye para que la naturaleza disfrute de su belleza triste.

     Cuando los totonacas pasan –a media noche- por los caminos oscuros que van al lado de los ríos y los arroyos, la Llorona se aparece y repite: ¡Jae kin kamán! ¡¿ni ku tawalana kin kamán?! Se desliza hacia los caminantes creyendo que son los hijos que tanto busca. Por eso, al distinguirla entre las sombras, los viajeros rápidamente se quitan la blusa o la camisa y se la ponen al revés, hacen una cruz con sus dedos sobre el pecho y caminan con la cabeza agachada y los ojos cerrados para no ver su rostro, o se acercan a las encrucijadas de los caminos para que ella se pierda de nuevo y no se los lleve o los ahogue con el aire enrarecido que lleva en su aliento.

     Dicen que nadie puede verle el rostro sin que su vida se extinga sin remedio. Sin embargo, hay quienes han obedecido al llamado de la Llorona y han podido mirar de frente su hermoso rostro indígena y las pesadas lágrimas que sus ojos derraman.

     Los que la han visto, aseguran que sólo los hombres que se conmuevan con su dolor podrán sobrevivir al embrujo de su mirada triste, a través de la oscura transparencia de su quexquen, envejecido por el viento y la sal de sus lágrimas infinitas.

     Si alguien anda a media noche por la Plaza del Arroyo –o el camino que va junto al Tlahuanapa- y escucha una voz totonaca antigua y hueca como una cueva, un lamento de viento y dolor, es necesario voltearse las ropas al revés, acercarse rápido a una encrucijada del camino o prepararse para conocer el rostro totonaca más hermoso y triste que jamás haya existido en toda la historia de El Tajín.



Marina Cuéllar Martínez. Cuando los muertos regresan a Tajín. Relatos de tradición oral en el Tajín. Primera edición 1999. Papantla, Veracruz, México.


miércoles, 16 de julio de 2014

EL SACERDOTE DE LAS LIMAS ROBERTO WILLIAMS GARCÍA

EL SACERDOTE DE LAS LIMAS
ROBERTO WILLIAMS GARCÍA

En la ladera de un montículo, una pareja de niños partía coyoles sobre una piedra redondeada, cuya forma les animó a sacarla, deteniendo su tarea la sorpresa de creer que topaban con la cabeza de un difunto petrificado. El suceso tuvo lugar en el atardecer del 16 de julio de 1965.
     El padre de los niños, ayudado por otros vecinos, terminó la tarea del descubrimiento ocurrido a unos cien metros de su jacal. El padre de los niños, de habla chinanteca y castellana, sintió que se enfrentaba a una luz brotada de la tierra, a la floración de una deidad milenaria todavía poderosa o más que las actuales.
     Llevó la escultura a su choza, poniéndola sobre un rústico asiento, llamado taburete, cubierto por una sábana blanca. Colocó la pieza arqueológica de espalda al modesto altar, sencilla repisa adosada a la pared de varas. La situación de la escultura reflejaba el tratamiento especial que se le brindaba, aunándose al respeto su responsabilidad de convertirse en propietario transitorio de algo que aún no definía. No faltó quien, movido por cierto impulso, depositó la primera blanca azucena. En ese momento se generó el culto a la aparición habida en el recinto de un caserío accesible únicamente por el camino del Río Jaltepec.
     La voz brincó la ribera opuesta narrando un milagro y los cayucos, largos troncos ahuecados, atravesaron la bronca corriente, en visitas esporádicas. La gente de habla castellana de Cuapiloloyita concurría a Las Limas. Concibió como virgen a la representación varonil de un personaje sentado sobre sus piernas cruzadas, sosteniendo amoroso a un niño tigre entre sus brazos. El periódico regional lo llamó La Matrona de Las Limas.
     Llegamos a la ranchería el domingo 25 de julio, a los nueve días del culto. El espectáculo que observé con Alberto Beltrán, Julieta T. de Beltrán y Ángel Leodegario Gutiérrez sobrepasó lo que cada uno de nosotros hubiese imaginado. Ennichada por un cortinaje de bandas de papel, de tonos diversos, y sentada sobre un estrado forrado de papel blanco, estaba una verde escultura, cubierta con capa azul anudada en el pecho y con una corona de flores de papel color magenta.

     El marco del altar lo formaban dos palos verticales, forrados de hojas, y el arco de una vena de palma torcida. Flores ensartadas en el marco despedían fragancias, sin que oliéramos la de copal, aunque éste se había quemado antes, porque aún yacía en el suelo, bajo el altar, un plato de peltre con restos de carbón quemado. El rostro de la escultura recibía los tenues resplandores de las veladoras puestas a sus pies. La gente de las cercanías había manifestado su fe, habiendo sido dos niños de Cuapiloloyita, de apellido japonés, los que habían donado la capa azul y la corona.
     Primera vez que yo miraba una escultura prehispánica sujeta a un culto mantenido por gente de habla indígena y por gente de habla exclusivamente castellana. Antes, en La Huasteca, había observado, en los rústicos altares de los adivinos, pequeñas piezas arqueológicas que llaman antiguas, de uso ceremonial relativo. En la misma región, cuando el licenciado Jorge Williams fue comisionado a Castillo de Teayo para transportar a Xalapa la Piedra del Maíz, la encontró con ofrenda de monedas y huellas de cera, expresiones de un culto tímido. También en esta región norte del Estado de Veracruz, el arqueólogo Alfonso Medellín Zenil fotografió, en una ranchería de Ixhuatlán de Madero, una escultura arropada, puesta de pie sobre una mesa de una choza para ceremonias. Respetó la posesión espiritual de la escultura. Después fue robada sin que se sepa, hasta la fecha, su paradero.
     Pero nunca imaginé que en el extremo sur del Estado de Veracruz fuésemos a encontrar un fragante altar con despliegue de colores y luces inquietas de veladoras. Artístico altar donde una fe resucitada había devuelto a la escultura su hierática categoría. Altar ante el cual se balanceaba, momentáneamente, nuestra emoción estética y el respeto a los mantenedores de un culto ingenuo e improvisado. Palpamos delicadamente la escultura y el propietario de la misma la manipuló libremente, quitándole la capa para que la observáramos bien. Y Alberto dibujó magistralmente a La Matrona de Las Limas.
     Era necesario rescatar la pieza lo más pronto posible. Detener el culto antes de que pudiera encarnar junto al corazón. Tal vez pudiera acrecentarse el cariño por la escultura. Tal vez pudiera lastimarse la sensibilidad de los idólatras católicos si transcurrían otros días dedicados al naciente culto. La noche anterior habían celebrado un velorio. Las oraciones fueron dichas en español. No dejaban de creer que se trataba de una deidad.
     Dos días después de nuestra visita de reconocimiento, la pieza fue recuperada por el arqueólogo Manuel Torres Guzmán, del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana. La operación de rescate fue bastante amistosa y las demandas de los limeños fueron escuchadas por una de las principales autoridades del Estado de Veracruz. Todos están satisfechos al entregar la pieza, excepto uno. Rodaron lágrimas del descubridor de la pieza, del niño que partía coyoles. La voz de Julieta fue bálsamo que atenuó la tierna congoja, diciéndole al pequeño que tal vez, con el tiempo, iría al Museo de Xalapa para ver que la escultura estaría rodeada por otros niños ávidos de conocimiento. Palabras de abreviado vaticinio. Al tercer día del rescate, de modo inesperado, llegaron los niños arqueólogos al Museo de Xalapa y encontraron a los niños de la ciudad en torno de la escultura, aplaudiendo en forma espontánea a los descubridores. Sin saberlo, los niños de la ciudad, en un acto de reciprocidad, correspondieron a los aplausos que brindó la gente de Las Limas cuando partió la lancha que transportaba la escultura.
     En Las Limas, dos circunstancias se eslabonaron para recuperar la devoción por una escultura prehispánica que haya sido descubierta por niños y que la aparición haya tenido lugar el día de la Virgen del Carmen. Ambas circunstancias confundieron el sentimiento religioso de los lugareños, moviéndose la improvisación de un culto que fue momentáneo. Ellos consideraron que era un milagro y ahora lo aceptan desde un punto de vista material, porque gracias a ese descubrimiento el poblado fue conocido y todos sus principales problemas escuchados directamente por el Ejecutivo del Estado y otros funcionarios, resolviéndose inmediatamente algunas peticiones. En otras circunstancias, pocos sabrían que Las Limas es una ranchería asentada en una zona arqueológica, a orillas de un caudaloso río, vena del Coatzacoalcos, que cruza por Jesús Carranza, estación ferroviaria situada entre los límites de Veracruz y Oaxaca.
     Objetivamente, la ranchería de Las Limas tuvo su suerte. El papá de los niños expresó en Xalapa su profundo sentimiento religioso. Al preguntarle su impresión sobre las esculturas sembradas en el patio del Museo, las cuales proceden de distintas regiones del Estado, manifestó: “Veo que aquí está la suerte de varios pueblos. En varios pueblos ha nacido la luz que da Dios”. Quizá hablaba de suerte pensando en los beneficios materiales que recibían los poblados donde se realizaban descubrimientos notables o quizá conservaba la idea de que esta escultura de Las Limas fue un santo. Aquí, en Xalapa, ya no la llamaba virgencita, se refería a ella clasificándola como ídolo olmeca. En unos cuantos días había marcado una diferenciación religiosa.
     Algunos periódicos hablan, a veces, festivamente del paganismo risible, de la idolatría anacrónica, del culto equivocado. No sopesan la perplejidad del hombre del campo al enfrentar inesperadamente con algo desconocido. Ignoran los desvelos tenidos por una incertidumbre de responsabilidades. Estas emociones tuvo el propietario transitorio de la escultura de Las Limas. Actualmente, esta obra de arte reposa en un pedestal del Museo, libre del calor humano que le dio la fe religiosa y al margen de cualquier noticia sobre las condiciones íntimas de su descubrimiento y rescate. Por eso esta crónica, esta constancia del fenómeno social que generó, por un instante, la inocencia de Severiano y Rosita, que partían coyoles en un atardecer del 16 de julio de 1965.


     Comentario de Roberto Williams García:

En 1970, el 12 de octubre, el sacerdote fue sustraído del Museo de Antropología de Xalapa, con lo cual se acrecentó su fama. El sacerdote tuvo suerte de que no se murieran quienes lo habían inhumado por segunda vez y esperaron hasta el momento en que consideraron que el asunto estaba muy olvidado para exhumar la escultura y pasarla, a la venta, a los Estados Unidos, donde se rescató y volvió a su Museo. Siempre tuve fe de que lo haría.


Roberto Williams García. Danzas y Andanzas. Primera edición 1997. Instituto Veracruzano de Cultura, Veracruz, Ver.

martes, 8 de julio de 2014

HACIENDAS DE ANTONIO LÓPEZ DE SANTA ANNA

HACIENDAS DE ANTONIO LÓPEZ DE SANTA ANNA
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO


El 30 de julio de 1867 el bergantín Juárez atracó en Veracruz trayendo prisionero a Antonio López de Santa Anna. El caudillo jalapeño regresaba a México con lo que traía puesto, ni más ni menos. De sus antiguas propiedades –Manga de Clavo y El Lencero- sólo guardaba recuerdos. Al ser derrotado y exiliado por la revolución de Ayutla en 1855, uno de los primeros actos de gobierno de Ignacio Comonfort fue incautar los bienes del once veces Presidente de la República, que pasaron a manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para luego ser rematados.

     Ni tardo ni perezoso, don Benito  Juárez ordenó que don Antonio fuese juzgado por la ley del 25 de enero de 1862 que condujo al patíbulo a Maximiliano, Miramón y Mejía y que seguramente llevaría por el mismo sendero a Santa Anna. Don Antonio protestó ante los jueces por esta ley. El juicio se llevó poco más de dos meses y el 7 de octubre de 1867 se dictó sentencia. A Juárez se le descompuso el rostro cuando le notificaron que los jueces habían impuesto a Santa Anna la pena de ocho años de destierro y no la muerte. Encolerizado, don Benito decidió desquitarse con los jueces y los envió a descansar, durante seis meses a las húmedas tinajas de San Juan de Ulúa para que en ese lugar aprendieran de leyes.

     Lejos de México, don Antonio se vanagloriaba de su última victoria. Jamás recuperaría El Lencero o Manga de Clavo, sin embargo, salvó la vida. Regresó de su ostracismo después de la muerte de Juárez.

¡Qué de historias podría contar El Lencero! Correrías, aventuras pasionales, bodas, peleas de gallos, conspiraciones y gran variedad de triquiñuelas. Durante tres años, don Antonio hizo de todo en lo que fue su refugio personal, arena para peleas de gallos, cuartel general y por momentos hasta “casa chica” –aunque la hacienda tenía una extensión de casi dos mil hectáreas-. 

     El Lencero
     Santa Anna compró la propiedad el 27 de mayo de 1842 por la cantidad de 50 mil pesos. Por entonces Manga de Clavo era su hacienda, pero Inés de la Paz García, su primera esposa, se había apropiado lentamente de ella. Acostumbrada al ir y venir de su marido, doña Inés optó por establecerse definitivamente –o al menos la mayor parte del tiempo- en la hacienda veracruzana. Al iniciar la década de 1840 la señora de Santa Anna era la verdadera dueña y disponía a sus anchas de peones y recursos de Manga de Clavo.

     Recordamos que en mayo de 1825, vuelve a México Mr. Joel R. Poinsett, con el carácter de Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de los Estados Unidos. Fortalece el ministro las logias yorquinas y entran en tumulto a la nueva secta los chambistas (hordas de letrados criollos que se disputaban cada empleo dejado vacante por los burócratas españoles. Esto contribuyó poderosamente a crear la inestabilidad), los aspirantes a diputados, los malversadores de fondos, en fin, toda la basura política de la nación. La guerra de partidos se hace encarnizada, se multiplican los periódicos políticos en los que se insultan soezmente unos a otros los distintos bandos, o sea, en resumen, que está hirviendo la caldera que ha de explotar pronto, destrozándolo todo.

     Don Antonio López de Santa Anna, que por lo pronto no tiene nada que hacer en aquella confusión, deja su empleo en México y se marcha a Alvarado, en donde se enamora de una linda criollita de 16 años, doña Inés García, hija del rico comerciante de telas,  el español,  Juan Manuel García, y se casa con ella.

     Por esta época compra en veinticinco mil pesos la hacienda de Manga de Clavo, situada entre Veracruz y Jalapa, a la que su dueño se retira para observar en perspectiva el desarrollo de los sucesos, sin perder de vista ninguna posibilidad de actuar. Santa Anna en Manga de Clavo es como un actor tras de las bambalinas que espera el llamado del traspunte para salir al escenario y recitar su papel. De ahí parte a promover revoluciones, ahí se refugiará cuando la fortuna le sea adversa, y Manga de Clavo será, en los momentos de prosperidad del caudillo, la meca de los políticos mexicanos.

     Manga. Entrada formada por dos cercas convergentes, que se estrechan progresivamente y que desembocan en un corral; se utiliza para facilitar el encierro del ganado cerril. De clavo, porque en lugar de ataduras de cuerdas o alambre era asegurada por grandes clavos. Aparte, se le llama manga de hule a una especie de capote de monte, de tela ahulada, que los campesinos usan para resguardarse de la lluvia cuando montan a caballo.
Manga de clavo, del pintor alemán Juan Moritz Rugendas, estuvo en México de 1831 al 34, fue encarcelado y desterrado, acusado de haber conspirado contra el gobierno del Gral. Anastasio Bustamante.

     Manga de Clavo ni  siquiera aparece en los mapas. Sus últimos restos quedan a 200 metros de la vía, en una estación rural del Ferrocarril Interoceánico llamada Vargas: se trata de una solitaria columna hecha de grandes piedras de río, ladrillos y argamasa, que sigue en pie sólo por el sostén que le ofrecen las raíces de un árbol corpulento. Por allí existe también un pozo, sin brocal,  de 21 metros de profundidad, al que los lugareños llaman “el pozo de Santa Anna”, se dice que a cuya mitad existió una especie de puerta, probable acceso a un pasadizo o túnel, está actualmente tapiada.

     Desde su retiro, el general oye rugir la tempestad de odio desatada por los yorquinos contra los españoles en ejecución del propósito de ir destrabando las fuerzas que aseguran la nacionalidad. Se inventa la conspiración del Padre Arenas para justificar una brutal persecución racial. El congreso, dócil ejecutor de los designios de las logias, manda separar de sus empleos a los españoles y más tarde decreta la expulsión de una gran parte de ellos.

     Santa Anna ve, digamos que complacido, cómo se van acumulando elementos para una nueva revolución. Esto le agrada porque le brindará la oportunidad de sacar nuevamente la espada y acaudillar al partido que tenga mayores probabilidades de imponerse.

     Don Antonio dejó hacer a su mujer cuanto quiso. Sabía que su esposa gozaba del respeto de la sociedad, que jamás dio pie al escándalo –a pesar de las aventuras galantes del jalapeño- y que era buena madre. Sin embargo, el caudillo le había perdido el interés, sobre todo a partir de que la religiosidad de doña Inés se transformó en simple y llana mocharía, por lo que cualquier insinuación o intento de seducción del marido le resultaba de mal gusto y pecaminoso.

     El 22 de diciembre de 1839 pasaron por Manga de Clavo 2 distinguidos personajes, el marqués Ángel Calderón de la Barca, primer embajador que enviaba España tras reconocer, por fin, la independencia de su antigua colonia, y su esposa, una escocesa llamada Francis Erskine, quien escribió:

     “Nos levantamos a las 2 de la madrugada, a la luz de las velas, con la agradable perspectiva de salir de Veracruz… A eso de las 5 llegamos a Manga de Clavo, después de pasar durante leguas a través de un jardín natural, que es propiedad de Santa Anna.

     “La casa es hermosa, de graciosa apariencia y muy bien cuidada. Fuimos recibidos por un ayudante uniformado y varios oficiales, y conducidos a una estancia amplia, fresca y agradable, amueblada con parquedad, en la que no tardó en presentarse la señora de Santa Anna, alta, delgada y vestida para recibirnos, a tan temprana hora de la mañana, de transparente muselina blanca, zapatos blancos de raso, muy espléndidos aretes de diamantes, prendedor y sortija. Se mostró muy amable y nos presentó a su hija Guadalupe, miniatura de la mamá, en los rasgos y en el vestir.

     “Poco después hizo su entrada el general Santa Anna en persona. Muy señor, de buen ver, vestido con sencillez, con una sombra de melancolía en el semblante, con una sola pierna… No conociendo la historia de su pasado, se podría decir que es un filósofo que vive en digno retraimiento, que es un hombre que, después de haber vivido en el mundo, ha encontrado que todo en él es vanidad e ingratitud…

     “El almuerzo fue espléndido, y consistió en una variedad de platos españoles, carne y legumbres, pescados, aves, frutas y dulces, café, vinos, etcétera, todo servido en vajilla francesa en blanco y oro…

     “Vimos después las dependencias y las oficinas, y también el caballo de batalla predilecto del general, un viejo corcel blanco, quizás un filósofo más sincero que su amo; varios gallos de pelea, ya que las peleas de gallos son una de las diversiones favoritas de Santa Anna; y su litera, hermosa y cómoda. No hay jardines, pero Santa Anna mismo apuntaba que todas las 12 leguas cuadradas que le pertenecen son su jardín”.
Dolores Tosta

     Fiel a su costumbre, Santa Anna posó los ojos en otra mujer para darle cauce a su pasión y comenzó a cortejar a la joven y atractiva Dolores Tosta. Pero si manga de Clavo era territorio perdido, don Antonio necesitaba un lugar donde colgar su hamaca para mecerse apaciblemente; un sitio que le sirviera de refugio a la hora de abandonar el poder, propicio para la seducción y, por su fuera poco, que no se encontrara alejado ni de Veracruz ni de la Ciudad de México. Se decidió entonces por El Lencero.
 Lago de El Lencero
     El Lencero se halla a nueve kilómetros de Jalapa, sobre el antiguo camino a Veracruz. Hacia 1525 Juan Lencero –uno de los hombres de Cortés- recibió una merced real para establecer una posada que diera alojamiento a los viajeros. Su ubicación era inmejorable, se encontraba en el punto exacto donde las altas temperaturas de la región costera se transformaban en clima templado.
                                              El Lencero

     El negocio de don Juan prosperó rápidamente y en unos años diversificó sus actividades. Al mesón se sumaron la cría de ganado, la reparación de carruajes, el servicio de cambio de cabalgaduras para los viajeros, alfarería, hilados y tejidos y el cultivo de algodón, henequén y caña de azúcar. En los siglos siguientes a su construcción, la propiedad fue adquirida por la Compañía de Jesús y vio sus mejores años como hacienda.

La Rosita (nombre de su hija), su hacienda en Turbaco, Nueva Granada (Colombia), era un emporio donde trabajaban más de cuatro mil personas. El cultivo del tabaco, la cría del ganado y los cincuenta trapiches dejaban utilidades tan pingües que se dio el lujo de embellecer con ricos ornamentos la parroquia y el cementerio del pueblo.
La Rosita

     La casa principal con el techo de tejas de barro colorado, amplio corredor exterior y columnas cilíndricas. En ella vivió dos períodos de su vida: de 1850 a 1853 y de 1855 a 1858. Se presentó una  turbulencia política en Nueva Granada. El caudillo liberal Cipriano de Mosquera, que tenía lazos de amistad con Benito Juárez, se había levantado en armas contra el gobierno conservador. Temeroso de que Mosquera entrara a saco en La Rosita, hizo maletas y fletó un vapor con rumbo a Saint Thomas, en las Bahamas. Una semana después recibió un correo informándole que Mosquera había confiscado sus propiedades y los   soldados le habían torcido el pescuezo a sus gallos de pelea.

     Actualmente la casa de Turbaco, Colombia, es usada como Alcaldía, y la calle que da a la exhacienda del caudillo lleva su nombre Antonio López de Santa Anna, pero es mayormente conocida como calle de la Alcaldía. Cuando vayas a Cartagena de Indias, Colombia, puedes visitarla, está a una hora de camino.

      Gracias a una amnistía decretada por el presidente Lerdo, vuelve a México a pasar sus últimos días. Se instala en su casa de la calle de Vergara (hoy Bolívar 14), donde lo visitan los viejos santanistas. Las cataratas lo han privado de la vista y ahora no puede salir solo a la calle. Las estrecheces económicas y la ancianidad lo han convertido en una pesada carga para su esposa. Dolores Tosta le escatima el dinero. Por orgullo se niega a pedir al gobierno la pensión que le corresponde como militar retirado. En 1876 enferma de diarrea crónica y muere el 21 de junio, a la edad de 82 años.






Bibliografía:

Alejandro Rosas. Santa Anna y la Diosa Fortuna. Relatos e Historias en México. Editorial Raíces, S. A. de C. V. Mayo 2010. México, D. F.
    
Alfonso Trueba. Santa Anna. Figuras y episodios de la historia de México. Abril 1958. Editorial Jus. México, D. F.

Enrique Serna. El seductor de la patria. Editorial Joaquín Mortiz, S. A. de C. V. México, D. F. 1999.

Armando Ayala Anguiano. Del Santanismo al Juarismo. Editorial Contenido, S. A. México, D. F. 1978.


Leovigildo Islas Escárcega. Diccionario Rural de México. Editorial COMAVAL, S. A. México, 1961.



jueves, 3 de julio de 2014

NEZAHUALCÓYOTL El Rey Poeta

NEZAHUALCÓYOTL
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ A.




     Nezahualcóyotl. (28 de abril de 1402- 1472).  Se llamó Acolmiztli Nezahualcóyotl: Acolmiztli (fuerza de león); nezahual(iztli), ayuno, + coyotl, coyote: Coyote hambriento, coyote ayunador. Apodado también Yoyontzin como poeta. Por día que le tocó nacer se llamó “Ce Mazatl”, o sea 1-Venado. Huey Tlahtoani o Rey de Texcoco, de 1431 a 1472. Hijo del rey Ome Tochtli Ixtlilxóchitl, 6º. Señor de los chichimecas, y de Matlalcíhuatl, quien era hija  del rey azteca Huitzilíhuitl y hermana de Chimalpopoca. Entre los 6 y los 8 años ingresó al Calmécac, en donde fue educado y guiado por el sabio Huitzilihuitzin que le trasmitió el conocimiento del antiguo pensamiento tolteca y despertó acaso su sensibilidad poética. En 1414 cuando Netzahualcóyotl tenía 12 años, su padre lo juró heredero, ya que había decidido enfrentarse a Tezozómoc quien por mucho tiempo había abusado de su pueblo. Una vez terminada la ceremonia comenzó la guerra contra los tecpanecas, en la que Ixtlilxóchitl fue derrotado y muerto el 24 de septiembre de 1418, en presencia de su hijo, quien vivió desterrado por dos años, hasta que el entonces rey de México, Chimalpopoca, solicitó a su abuelo Tezozómoc, le permitiera vivir en México. En 1424, le fue otorgado el palacio de Cilan en Texcoco. A la muerte de Tezozómoc, su hijo Maxtla volvió a acosar a Nezahualcóyotl. Pero éste, en 1427 organizó un ejército y en alianza con Itzcóatl, logró vencer a Maxtla en 1428 y reconquistó su herencia. Ixtlacautzin dio un golpe de estado a Nezahualcóyotl y lo hizo volver a México; durante este tiempo de su regreso edificó los balnearios de Chapultepec, bosque que pobló de varias especies animales y del que aprovechó los manantiales para dotar de agua potable a Tenochtitlan mediante un acueducto que proyectó e hizo edificar. Alrededor de 1429 al recuperar su trono legítimo, procede a embellecer a Texcoco, basándose para sus grandes obras de construcción de planos de la antigua Tollan, y  la maestría artística de los toltecas que vivían en su seno. Creó colegios para educar a la juventud y llevó a su pueblo a un florecimiento. Creó la Triple Alianza con Itzcóatl, señor mexica y Totoquihuatzin, señor de Tacuba. 



     En 1443 se casa con Azcalxochitzin, la cual fue madre de Nezahualpilli. Durante su gobierno, mató 12 reyes, incluido Maxtla, intervino en más de treinta batallas y jamás fue vencido ni herido en parte alguna de su cuerpo. Sujetó 44 reinos y provincias, entre ellos Xochimilco, su imperio llegó hasta Teotihuacan y Otumba. Al morir en 1472, recibió el reino su hijo Nezahualpilli. Nezahualcóyotl pasó a la historia como un rey filósofo y poeta. Se interesó profundamente por la religión y las artes; transformó la especulación teológica en una filosofía de la religión y rindió culto a un dios único, a través de cuyo poder se manifiesta la naturaleza y del que los dioses menores derivan su fuerza y su existencia. Dentro de sus profecías está la llegada en un año Ce Acatl, 1519, de la llegada de los españoles a la capital azteca. Se conservan 30 de sus poemas. Su chimalli o escudo personal era representado por genitales femeninos.


     Dos anécdotas sobre la vida amorosa de Nezahualcóyotl:

     Primera…

IXHUETZCATOCATZIN. Hijo de Cuauhtlehuanitzin hermano mayor de Nezahualcóyotl y al cual éste confió la crianza y educación de su prometida. Muere Cuauhtlehuanitzin sin informarle a su hijo este compromiso, por lo que él se casa con ella. Nezahualcóyotl se entera al mandar a buscarla a Coatlichan. Ixhuetzcatocatzin fue exculpado de su falta por los jueces y quedó en libertad.

     Posterior a este triste episodio de Nezahualcóyotl…

QUACUAUHTZIN. De quaquauitl, cuerno, lanza, varilla + tzin, reverencial.  Hijo del Señor de Tepechpan, Tencoyotzin, y heredero de su señorío. Participó como capitán en varias guerras contra los enemigos de Tezcoco y México, obteniendo como botín en una de sus victorias gran cantidad de oro, piedras preciosas, mantas plumajes y esclavos. Una parte de este tesoro destino a su corte y palacio, y la otra parte la envió como regio presente al noble azteca Temictzin con cuya hija Azcalxochitzin deseaba contraer matrimonio. En una ocasión que el rey Netzahualcóyotl, salió a caminar por los bosques que tenía en la orilla del lago, llegó hasta el señorío de Tepechpan. Por coincidencia Quacuauhtzin lo vio y lo invitó a pasar a su palacio y a comer con él. Y éste para más regalarlo quiso que en la mesa le sirviese Azcalxochitzin… que esta señora la criaba para tomar estado con ella y ser su mujer legitima y hasta entonces no la había gozado por no tener edad para tal efecto…  El rey Netzahualcóyotl cuando vio aquella señora... tan hermosa y dotada de gracias y bienes de naturaleza, dejó todas las melancolías y tristezas que traía consigo y se le robó el corazón y disimulando lo mejor que pudo su pasión, se despidió de Quaquauhtzin y se fue a su corte, en donde dio orden con todo el secreto del mundo de mandar quitar la vida a Quaquauhtzin y fue de esta manera: despachó a la señoría de Tlaxcala un mensajero a decir que a su reino convenía que fuese muerto Quaquauhtzin y para darle muerte honrosa pedía a la señoría mandase a sus capitanes lo matasen en la batalla, que para tal día le enviaría al efecto, de manera que no lo dejasen volver con vida...(Sah.). Esto ocurrió en 1443, mismo año en que contrajo nupcias con la bella señora Azcalxochitzin. El 1º. De enero de 1465 Azcalxochitzin le daría a su heredero al trono, Netzahualpiltzintli, “príncipe ayunado y deseado”. Quaquauhtzin se apercibió de los ocultos motivos que tenía su rey, pero fiel a él, y atormentado por la malévola intención de quien tenía por su amigo, obedeció y se dispuso a marchar a la guerra lo que significaba encaminarse a la muerte. Considerado también como poeta compuso unos cantos lastimosos que cantó en un despedimiento y convite que hizo a todos sus deudos y amigos.


     Extraído de mi libro: Los Tuxtlas nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca. Analogía de las culturas mesoamericanas.